Capítulo 31 ¿Por qué simplemente no te mueres?

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Se dice que cuando una persona va a morir, puede ver su vida pasar frente a sus ojos. Pues eso no aplica cuando te están haciendo la maldición Cruciatus, porque en primer lugar no se puede morir de dolor, ¿oh sí? Y en segundo lugar, no puedes concentrarte en otra cosa cuando estás sintiendo como cada centímetro de tu cuerpo explota en un suplicio que parece no tener fin.

Hermione no veía su vida pasando frente a sus ojos, simplemente porque no quería morir. Se doblaba de un lado a otro, buscando una forma de sentir menos dolor, y en su mente rogaba que todo eso terminara. Pero no quería morir.

Draco y ella habían planeado muchas cosas juntos, desde que empezaron a ser una pareja. Habían empezado planeando cosas sencillas, como cada cuando se verían luego de que Draco decidiera no regresar a Hogwarts en el último año, o cómo convencerían a McGonagall de que lo dejara entrar a la escuela así como así. Luego, cuando Hermione se graduó, habían planeado quedarse algunos días en la casa Granger y otros en la mansión Malfoy. Luego planearon cómo hacer que los señores Malfoy no se entrometieran tanto en su relación.

Lo tuvieron algo difícil para lograr equilibrar el trabajo en el ministerio con las visitas de Hermione a la residencia de sus padres. Luego le agregaron las visitas con sus amigos cada vez que podían, visitaban a Ginny y Blaise, a Ron y a Pansy y a Theo y Luna cuando ella estaba en la ciudad. Planearon como lograrían llevarse bien, siendo tan tercos como eran, pero lo lograron.

Lograron casarse y planear el tener hijos algún día. Nunca pensaron en la posibilidad de no hacerlo. Así como no pensaron en la posibilidad de que Samantha volviera a tener la ventaja otra vez. Hermione por sí misma se había asegurado que nadie aparte de Lucius y Narcissa supiera dónde estaban. Eso le había parecido brillante antes, pero ahora solo significaba que estaban solos, y a la merced de la rubia que le sonreía siniestramente.

Cuando la luz roja dejara de salir de la varita de la loca, Hermione tenía que hacer algo. No sabía que, todo el panorama era desalentador, pero no había planeado morir ese día, junto con Draco. Y ella siempre seguía sus planes, no los que le impusiera nadie más. Solo que la maldición no se detenía, pues la rubia estaba tan enloquecida porque finalmente estaba logrando vengar a Lavender, que no dejaba de torturar a Hermione. Por el contrario, tomaba su varita con más fuerza, como si con esto pudiera ocasionarle más sufrimiento. Sonreía encantada, pues por fin veía a la persona que más odiaba recibiendo su merecido.

- ¡Cruccio! ¡Cruccio! ¡Cruccio! – Repetía Samantha sin parar, regocijándose cada vez más.

Hasta que vio como los movimientos de Hermione fueron haciéndose menos frenéticos y los gritos menos fuertes, entonces dejó de atacarla. Su cuerpo cayó, solo sostenido por las ataduras en la pared, como Draco. Estaba a punto de desmayarse de dolor, pero todavía estaba consciente. No podía sentir sus extremidades, tampoco levantar la cabeza ni enfocar con claridad, mucho menos hablar, o pensar. Escuchó las risotadas de Samantha, junto con sus burlas, con la cabeza agachada.

- Siempre fue muy obvio, Hermione. Elegí el apellido Brooks por su parecido con Brown, y luego fingí ser tu amiga y preocuparme por ti. ¿Cómo no te diste cuenta?

- Te... - Balbuceó la castaña.

- ¿Qué dices? – Se acercó y la tomó del cuello, apretando al mismo tiempo que le levantaba el rostro agresivamente – Habla, maldita.

- Te preocupaste... cuando creíste que estaba... embarazada.

- ¿Qué? Claro que estaba preocupada, te estaba envenenando con muérdago y no quería hacerle daño a ningún bebé, como tu lo hiciste con los hijos de mi hermana. No me preocupaba por ti, pero no quería terminar como tú, involucrada en la muerte de unos bebés.

Para Siempre (Segunda parte de Detrás del librero) Dramione +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora