Capítulo I: Cosas extrañas

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Nada era como solía ser, ya nada era igual. No desde que se presentó ¿odiaba ser un omega? Tal vez. Pero lo que más odiaba era su aroma, su repugnante aroma, ese que lo privó de tantas cosas. En estos momentos podría tener miles de amigos, bailar apasionadamente como solo él sabía, salir en reuniones sociales y hacer todo lo que un chico de 20 años haría en su lugar.

Pero no.

No era el caso de Park Jimin, el omega de cabellos rosados no disfrutaba de su vida como él quería. Tal vez, por eso su pasión por la lectura y la buena música comenzó.

Hace cinco años, cuando sentía que su presentación estaba cerca nada lo hacía más feliz. Para un joven de quince años siempre es una ilusión preguntarse qué sería en el futuro. Se esperó ser un omega, le daba igual que muchos le vieran como una incubadora de bebés o solo para algo relativamente sexual. Él sería un orgulloso omega hasta la muerte, iba a poner en su lugar a cada maldito alfa que quisiera propasarse con él en cualquier sentido.

Sin embargo, algo que difinitivamente no esperó, fue que su aroma fuera el del mismísimo olor metálico que el líquido que recorría cada parte de su cuerpo: la sangre.

¿Quién querría siquiera cortejar a un omega con un aroma tan extraño?

El usar supresores cada día, ya sea en casa, porque a sus padres también se le hacía incómodo su olor, o fuera de ella cada que iba a la universidad, era algo normal. Nunca sufrió algún efecto adverso que dictaba en la parte trasera del producto, así que no paró de usarlo.

Eran las 7 de la mañana y como en tantas novelas cliché que había leído, era un nuevo día, un horrible lunes para empezar una gran historia.

-¡Genial! -expresó con sarcasmo tirando hacia abajo todas las mantas que tenía sobre la cama. Al instante soltó un quejido por la intensa que luz que sobrepasaba su ventanal -¿Es que acaso algún día el sol dejará de existir? -Malhumorado como todos los días al levantarse.

Al estar frente al espejo de su baño se dio una rápida lavada y procedió a cambiarse para ir a la universidad. Aquellos lienzos no se pintarían solos.

-¡Vamos Jimin! -le dijo a su reflejo aún con voz adormilada y ojos cerrados, hasta que...- ¡Levántate joder!- se abofeteó.

Humano idiota con manos fuertes ¡eso duele!

Ignoró a su omega y bajó a la cocina tomando un vaso de agua para ingerir la pastilla blanca que disiparía su aroma por el resto del día. Abrazó a su madre y saludó a su padre.

-Madre ¿cómo sigue Taehyung? -El primo Kim del menor pelirrosa no estaba en las mejores condiciones.

-Wei dice que sigue estable por ahora. Pero el doctor dice que algún momento inevitable su propio organismo empezará a atacarle. Su alfa sigue siendo débil y no tiene fuerzas para seguir luchando -suspiró la madre del omega. Nunca se imaginó que el sobrino que jugaba a diario con su niño terminaría de esa manera.

-Iré a visitarlo esta tarde -susurró Jimin en medio del abrazo de su madre con algunas lágrimas en los ojos. ¿Acaso Taehyung iba a morir?

Tae fue casi el único que nunca le miró extraño, a pesar de su aroma, solo le dijo que eso lo haría más de especial de lo que ya era. No tenía que esconder su aroma estando con él, pues siempre le decía "Tu aroma es fuerte e intenso, me hace sentir seguro"

-Avísame si te quedarás a dormir -sonrió por último la omega y prosigió con sus deberes de la oficina.

-¡Ya vengo papá, cuídate! -sonrió Jimin frente a la cocina donde se encontraba su padre.

『 𝑶𝒍𝒐𝒓 𝒂 𝑺𝒂𝒏𝒈𝒓𝒆 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora