IV

624 102 70
                                    

𝚄𝚜𝚝𝚎𝚍𝚎𝚜 𝚜𝚊𝚋𝚎𝚗
𝚌𝚞𝚊́𝚗𝚝𝚘 𝚊𝚖𝚘
𝚜𝚞𝚜 𝚌𝚘𝚖𝚎𝚗𝚝𝚊𝚛𝚒𝚘𝚜,
𝚕𝚊𝚜 𝚕𝚎𝚘 𝚢 𝚎𝚜𝚙𝚎𝚛𝚘
𝚚𝚞𝚎 𝚕𝚘 𝚍𝚒𝚜𝚏𝚛𝚞𝚝𝚎𝚗.
❤️

El centenar de cadenas y esposas hizo a Bucky apretar con fuerzas sus muslos mientas esperaba. Solo llevaba boxers, que ni siquiera tenía puestos el otro día cuando se desmayó, así que probablemente Zemo tenía toda clase de ideas cruzando por su mente luego de haberlo cambiado dormido y ver todo de él.

Pronto se acercó, con una fusta trenzada y colocó una pulsera extra en su muñeca, idéntica a la que ya le puso en el bar. Se agachó viéndolo fijamente a los ojos e hizo que sus muñecas quedarán fijas a su espalda debido a un tipo de magnetismo de esas pulseras que ahora brillaban de un color azul eléctrico.

Feliz por el resultado, tomó sus cabellos y metió un dedo en la boca de Barnes. Este lo miraba fijamente mientras cedía el paso, primero al dedo y luego a su miembro.

Zemo debía admitir que tenía cierto talento para poder tomar su pene en una garganta profunda tan rápido. Entonces tomó su cabeza con ambas manos y comenzó a marcar un ritmo rudo. Llevaban largos minutos cuando embistió la boca de James de un modo obsceno y peligroso, dejando su miembro al fondo y al pobre esclavo, sin aire.

—¿Te gustaría detenernos y charlar un rato sobre tu pasado? Es una oferta única —le dijo, cuando empezó a toser tanto que creyó que vomitaría.

Bucky lo miró enojado con sus ojos llorosos por el esfuerzo y volvió a abrir la boca para intentarlo. Todavía tenía la firme esperanza de desayunar tranquilo y solo, si lo hacía lo suficientemente bien.

Volvió a ser embestido por violentos movimientos en su boca, y a pesar de que estar duro también, no podía dejar de sentirse asqueado de él mismo mientras una mezcla de baba y semen comenzaba a chorrear hasta su pecho.

De allí, fue levantado de los cabellos por su amo para un exhaustivo beso. Zemo era imparable y pronto notó que sus esperanzas de desayunar también estaban lejos.

Mientras aún respiraba cansado, Barnes trazó con besos un camino hasta su lóbulo dónde mordió y chupó con lentitud. Todavía podía intentar convencerlo.

—Suéltame, necesito mis manos —le dijo al oído, entre respiraciones agitadas y de un modo tan sensual que en otra situación Zemo hubiera obedecido de inmediato.

Y de hecho, pareció pensarlo, pero solo se alejó y fue por otras cosas del buró.

La nueva sorpresa resultó ser un extraño anillo que rodeó la base de su pene. ¿Qué si Bucky lo había usado anteriormente? No, nunca.

Miró a su pequeño amigo aprisionado y luego a Zemo con la boca entreabierta. Este apretó un botón en sus pulseras y estás se aflojaron, lo primero de Barnes hizo fue tomarlo de la cara y besarlo con pasión, como si quisiera convencerlo para ser más compasivo con él.

El barón se alejó riendo, con mejillas rosas. Si hubiera permanecido un segundo más en ese beso, Dios sabe que empezaría cambiar sus ideas.

—Besas bien —le dijo, mientras sus narices chocaban. Bucky sonrió, una mueca que le pareció extraña en su rostro tan serio—. Ahora, en cuatro —demandó, haciendo un ademán hacía la cama.

James fue obediente y lo hizo rápido, solo para darse cuenta que Zemo no le quitó el magnetismo a sus esposas porque él se lo haya pedido, sino porque podían adherirse también a la cabecera de la cama. Cerró los ojos con fuerza cuando la fusta tocó sus rodillas, como pidiéndole que abra más las piernas.

—Ahora, charlaremos un poco de tu vida —dijo Zemo, haciendo pasar el cuero entre sus nalgas.

Una respiración profunda se escuchó por parte de Bucky. Y de repente recibió el primer azote.

—Contesta —dijo, cortante.

—Sí, amo —murmuró con cierto dolor.

—Eso suena mejor —dijo el barón, complacido. No sabía que James sería tan bueno siguiendo órdenes—. ¿Para quien trabajabas como soldado?

Un silencio sepulcral le hizo enojarse y azotar el pobre trasero de su esclavo otra vez. Pensó que sería obediente, pero el camino con James era una ruta en zigzag.

—¿No íbamos a charlar, James? —le preguntó cuidadosamente, mientras jalaba de su cabello.

Barnes solo mordió sus labios y le miró furioso. Recibió al menos cinco azotes solo por atreverse a mirarlo esa forma.

—La... ¡ahg! —gimió—. La KGB.

Por la cara de Zemo, la respuesta fue digna de una larga meditación.

—¿Por qué un agente de la KGB estaría en Siberia viviendo en las calles?

Bucky todavía respiraba agitado por los azotes anteriores, pero se dijo a si mismo que no debía hablar más.

Más tarde, llevaban media hora entre azotes, gemidos y quejas pero el barón no podía conseguir más información. Le impresionaba que el soldado tuviera tanta resistencia al dolor, él solía ser muy demandante con los azotes y de hecho su trasero al rojo vivo era prueba de ello.

—Por favor, detente —murmuró James, fatigado. Solo quería tirarse en la cama pero Zemo lo obligaba a mantenerse en la posición inicial.

—¡Contéstame! ¿Por qué un agente de la KGB estaría en las calles? Tienes una fuerza sobre humana, James, tienes un brazo de metal, ¿Por qué te darían de baja? —gritó un despeinado y sudado Zemo que estaba perdiendo el control poco a poco.

—¡Ahg! —gritó James. Varias veces intentó quitarse las esposas y salir corriendo de allí, pero ahora ni siquiera tenía la fuerza para respirar. Estaba completamente fatigado—. No lo recuerdo —murmuró finalmente.

No lo había dicho antes porque sabía que no le creería, pero luego de sentir un líquido espeso resbalar por sus nalgas, y estar convencido de que era sangre, solo quería que el castigo terminase, tomar agua, comer algo (con mucha suerte) y dormir, no importaba si en una cama o en el suelo.

—No lo recuerdo —repitió, con la voz quebrada—. Solo sé que tenían una máquina y jugaban con mi cabeza todo el tiempo. Mis recuerdos están distorsionados. Un día no cumplí una misión y amenacé con suicidarme. Solo me echaron, no sé nada más —dijo con la voz quebrada—. Ahora, por favor, suéltame.

Zemo lo miró con ojos desorbitados al saberlo.

Escuchó a James intentando respirar ansiosamente y se asustó cuando se tendió en la cama de un momento a otro. Probablemente sólo estaba falto de aire o en el peor de los casos, desmayado.

De todas formas, él corrió a soltarlo.

𝘿𝙪𝙡𝙘𝙚 𝘼𝙫𝙚𝙧𝙣𝙤 » 𝘽𝙖𝙧𝙤𝙣𝙒𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora