XIX

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Sé un buen chico, soldado —murmuró, usando las viejas palabras rusas.

—Señor —dijo Bucky de inmediato, era un código mucho más íntimo que Heinrich había desarrollado con él—. ¿Qué desea?

—¿Puedes contarme un poco de tu vida desde que escapaste? ¿Quién te ayudó?

Bucky suspiró y luego retuvo el aire como aterrado, lo miró y su labio tembló. El código era un tipo de control mental, ciertamente, si Bucky no respondía en los próximos minutos, sufriría jaquecas impredecibles durante las siguientes horas. Aunque durante los casi diez años bajo el mando de este Zemo, dejó de percibir eso como un tipo violencia contra él. Solía ser tranquilizador estar al mando de Heinrich, era un buen controlador, pero no era lo mismo ahora.

James y Heinrich tenían una relación cercana, el hombre respetaba al soldado, lo consolaba y llegó a hacer que confíe en él incluso sin ayuda de las máquinas que reiniciaban su memoria y limpiaban su mente. James nunca fue rebelde con él, claro que ahora no era un chico asustado.

—Fue Karpov, señor —murmuró. El hombre asintió despacio y largó una risa.

—¿Ese hijo de puta? Te confíe a él por algún tiempo con la idea de volver luego de que me recuperara de las acusaciones que tenía en mi contra —comentó el hombre, sirviéndose licor en su despacho—. Debí haberte dormido en tu cámara criogénica —masculló el viejo—. Hubieras estado a salvo.

Bucky asintió.

—Sí... —dijo pensativo—. Pero... no hubiera conocido a Helmut entonces, señor. Y yo quiero a Helmut, tiene ideales propios que respeto mucho. O solía hacerlo.

Heinrich se sorprendió del modo ausente en que lo dijo, pero no lo cuestionó. El lazo con su hijo y su soldado era fuerte, y era algo que envidiaba.

—Lo sé —masculló el hombre, peinando el cabello de James—. Pero hay cosas más importantes a veces, soldado.

—Lo que hice estuvo mal —murmuró James—. Y no quiero hacerlo de nuevo.

El hombre le lanzó una mirada penetrante y Bucky agachó la vista.

—Hay un propósito más grande en todo esto, tranquilo —dijo Heinrich, tomando su rostro en sus manos, Bucky asintió obedientemente.

James despertaba en Heinrich un instinto mucho más fuerte que el de un padre preocupado. Hubo veces en que se preguntó si estaba bien en la madrugada y simplemente condujo hacia la base de Hydra en Siberia para verlo por sí mismo. Llevó juguetes como rompecabezas a su cuarto blindado y hubo un tiempo en que estuvo orgulloso de decir que era el único que podía jugar ajedrez con él y conversar sobre el clima, como dos personas normales. Otras veces, James lloró en sus brazos por consuelo luego de las misiones, aunque nunca vio su rostro más allá de su máscara púrpura.

Hubo un tiempo en que Heinrich adoró ser su figura paterna, y es que, ¿cómo decirlo? Quería a James más que a un hijo.

—El Ciudadano V no es lo mismo que solía ser —narró Heinrich, pacientemente—. Perdí una pierna cuando me quitaron mi puesto en Hydra, te perdí a ti y tuve que hacerme renombre en el campo de batalla, solo. Luego de eso llegó la guerra civil... y nadie pudo ver todo lo que construimos para que está nación prospere —comentó con seriedad.

𝘿𝙪𝙡𝙘𝙚 𝘼𝙫𝙚𝙧𝙣𝙤 » 𝘽𝙖𝙧𝙤𝙣𝙒𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora