XX

324 66 79
                                    

James estaba temblando de miedo, la vista era aterradora.

El agua roja era algo completamente subrrealista. Cuando se metió a la ducha, pensó que no estaba tan sucio por su última misión improvisada en el Casino, pero su brazo de metal filtró un poco de la sangre de sus víctimas. Quizá se filtró por las pequeñas ranuras, cuando metió su mano en el cuello de la camisa de ese tipo y arrastró su cadáver.

Todavía podía sentir los gritos del senador Gólubev rogando por su vida justo en su oído. Y él sólo empuñó su arma en automático y disparó. Disparó porque Heinrich así lo quiso.

Una vez más fue un soldado. Obediente, letal y devastador. Pero sobre todo, fue un soldado sin voluntad, debido al código de palabras que Heinrich había recitado cuando lo sacó de la casa anoche.

Solía pensar que ser un esclavo sexual haría que jamás volviera estar en estos problemas de nuevo, pero ahí estaba. Helmut era el hijo del Ciudadano V.

Anya Viera fue su madre y aún recordaba el día en que ella estuvo presente en su misión. La sangre también se derramó ese día como ahora caía en su baño.

Soy un monstruo” pensó mirándose al espejo.

Ahora, entre tantos despertares con el código rojo, su memoria estaba volviendo lentamente por completo y recordaba todo lo que hizo el 17 de abril del 1991.

El Ciudadano V estaba enojado esa mañana, no podía ver su rostro por su máscara púrpura. Nunca supo cómo se veía en realidad, pero recordaba su gentileza, su preocupación y los juguetes para que pasara el rato.

Esa mañana fue distinta, oyó sus gritos fuertes afuera, coléricos y terribles. Lo obligó a salir de su cuarto blindado, James le pidió comida pero él le dijo que no había tiempo para rodeos. Y lo empujó al juego de nuevo.

Ni siquiera tuvieron tiempo de prepararlo correctamente para su misión, ese día no hubo máquinas para su cabeza. Heinrich lo abofeteó y dijo "sé un buen chico" y él lo hizo.

Salieron hombro a hombro cargados hasta los dientes e hicieron ese atentado. James lo recordaba bien. Recordaba el modo en que Anya lloró y pidió clemencia cuando sus compañeros murieron frente a ella, pero él no la tocó, porque esas no eran las órdenes del Ciudadano V. Mató a todos los demás y la retuvo hasta que él llegó y tomó sus cuchillos para cortar su garganta sin mediar palabras.

Frío.

Cruel.

Terriblemente decidido.

Aún no podía procesar que Heinrich y el Ciudadano V sean la misma persona. Aún no podía siquiera procesar que Helmut sea hijo de Heinrich, de todos los pocos sokovianos que había en Los Ángeles, él tuvo la suerte de encontrarlo.

Todo tenía sentido. El porque se sentía tan atraído por sus brazos, por su tranquilidad. Helmut tenía la misma templanza que su padre, algo frío pero protector. Un poco de disciplina pero premiando sus esfuerzos. Y premiándolos el doble de ser necesario. Claro que uno lo obligó a matar, mientras el otro lo convirtió en un arma sexy.

Pero su pasado era aterrador. Ahora que lo sabía, prefería mil veces a Helmut.

Y es que... de repente recordaba cada maldito detalle. Todo. También recordaba al niño que su controlador enmascarado arrojó a un sillón, inconsciente, claramente por un golpe en la cabeza. Así que ahora que entendía todo y lo reconocía: ese era Helmut, de trece años, que fue interceptado por su padre y noqueado para que no pidiera ayuda.

𝘿𝙪𝙡𝙘𝙚 𝘼𝙫𝙚𝙧𝙣𝙤 » 𝘽𝙖𝙧𝙤𝙣𝙒𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora