XIII

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—James... ¿podemos irnos?

—Un momento —dijo él, levantando una carta de la mesa y cambiándola con una de las cuatro que tenía en sus manos.

Zemo suspiró y dejó su chaqueta militar en el respaldo de la silla de James, ahora solo tenía un abrigo delgado abajo. Estaba de pie un poco cansado de todo el ajetreo de la fiesta, sabiendo que todo lo que James bebió surtiría efecto pronto. Jared, apesar de estar cansado y con su hijo en su regazo, le dijo que se relaje, que estaban pasando un buen momento.

—Incluso Hartwig está más despierto que tú —se río, y su pequeño niño de once años también lo hizo. Solo el niño jugaba, con ayuda de Jared y Helmut estaba reacio a participar.

—¡No seas aguafiestas, nos estamos divirtiendo! ¿No es así, Bucky?

—Sí, Paulie —rio el nombrado, mientras acomodaba las cartas indiferente a los pedidos de Helmut.

Se sentía bien hablar con otras personas además de su amo, de cualquier modo, no estaba seguro de que Helmut mereciera su obediencia en lo más mínimo luego de su discusión, aunque, intentaba pensar lo menos posible en eso.

—Es James —murmuró Helmut, mirando a Paul de mala gana.

Bucky suena bien luego de mucho tiempo —dijo seriamente él, Paulie se encogió de hombros saliéndose con la suya—. ¿Quieres sentarte? No pienso irme hasta ganar todos esos dulces... cariño —dijo, sarcásticamente.

Pronto Helmut accedió, empujó un poco al ojiazul y se sentó en su misma silla. Y a pesar de que James no se refería a eso, estaba con unos cuantos tragos de licor de chocolate encima como para negarse. Zemo lo rodeó con sus brazos y desabrochó su chaleco, que estaba bastante ajustado. James lo agradeció pues ya empezaba sentir calor. Zemo le preguntó dónde estaba el saco y la gabardina larga que le dió en el auto y se detuvo en seco cuando notó la falta de su anillo en su cuello.

—El collar está guardado —murmuró.

—Esta bien. No te obligaré a usarlo si no quieres, lo entiendo.

James lo miró con una pequeña sonrisa, y él estaba de malhumor, pero sentir el cuerpo tibio de su esclavo le hacían querer transportarse a la cama para descansar y olvidar todo eso.

—¿Puede ser la última partida? Ya solo hay la mitad de dulces —dijo Helmut, mirando el tarro del centro de la mesa, por el que competían.

Intentó ser gentil, comprendió que James estaba llevándole la contra porque no quería estar a solas con él, pero sus manos frotando su espalda estaban intentándole decir que nada cambió y no necesitaba aislarse. Zemo moriría si él lo ignoraba está noche, debía ser sincero y decir que también era dependiente de su favorito, después de todo.

Luego de toda la fiesta con Paulie robándole carcajadas, enseñándole la casa y presentándole a otras personas, empezaba a pensar que realmente nunca vio a James como un esclavo. Lo que sentía cuando Paul se le acercaba no era envidia como cuando eran niños y él tomaba sus juguetes, no era eso de “devuélveme mis cosas” era más bien... “James, estoy aquí”. Así que volvió a darle besos en su mejilla y aspiró su aroma, intentando sentirse seguro.

—Que cariñoso estás, ¿qué hice esta vez?

—Nada, quiero que hablemos —dijo Zemo, mostrando unos ojos decididos que le parecieron curiosos al otro.

𝘿𝙪𝙡𝙘𝙚 𝘼𝙫𝙚𝙧𝙣𝙤 » 𝘽𝙖𝙧𝙤𝙣𝙒𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora