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Oeznik sirvió una porción de tarta de ciruela para Bucky, en la cocina, y este le sonrió como un niño.

—Amo las ciruelas —le dijo al anciano.

—Me alegra, es el postre favorito del sr. Zemo —comentó el mayordomo, llevando la bandeja de desayuno vacía al fregadero.

Bucky se acercó y tomó la bandeja entera de la preparación dulce. Sus ojos brillaban, no recordaba la última vez que fue premiado con cosa semejante. Esa tarta era su perdición.

—Será mejor que le lleve un poco a mi amo —murmuró.

—Me sorprende, joven James, que usted y el sr. Helmut se hayan entendido tan rápido —dijo Oeznik dándole unas palmadas al hombro.

—A mi también, de un momento a otro solucionamos nuestras diferencias —le dijo con una amplía sonrisa.

El mayordomo de la familia no podía dejar de pensar que James era un chico carismático y amable, todo lo que el amargado Zemo necesitaba. Pensando en eso, de hecho, le advirtió que saldría al patio para atender el invernadero y así dejarles la casa sola.

Un feliz Bucky llevaba la bandeja de tarta, mientras saboreaba hasta los pequeños restos de sus dedos. Llevaba un pantalón piyama rosa pastel que casualmente encontró en el armario de la habitación y traía su torso desnudo.

—¡Traje postre! —le dijo a Zemo, que lo miraba furioso desde la cama, totalmente desnudo.

Barnes bajó el volumen del estereo que había encendido para disimular las quejas de Zemo y se sentó en la cama.

El pobre barón estaba aprisionado por las tecnológicas pulseras de antes y en su boca traía una mordaza en forma de pelota, cortesía del Buró de las Fantasías como Bucky le apodó en su mente.

—Voy a quitarte la mordaza pero espero que no grites —dijo Bucky, acercándose despacio.

Logró hacerlo sin una mordida o un regaño del barón por lo que estaba orgulloso de sí mismo.

—¿Por qué lo hiciste? —dijo Zemo, pronunciando cuidadosa y pausadamente las palabras.

—¿Hablas de fingir desmayarme para que me desates o de haberte golpeado para ararte? Creo que es más que claro que fue por el desayuno.

El silencio y la mirada de odio que le siguió lo hicieron sentirse totalmente pequeño, pero siguió hablando.

—Realmente no me gustan los látigos o cosas por el estilo. Soy bueno obedeciendo, pero tengo mis límites y los conozco bien. Me hubiera desmayado si seguías.

—Mi deber es expandir tus límites —le dijo Zemo, moviendo sus muñecas y notando cuan cansador podría ser llevarlas puestas todo el día.

—Podrías ser más gentil —le dijo, con el seño fruncido.

Tras decir eso, Zemo se levantó un poco en la cama. Totalmente enojado.

—¡Suéltame en este mismo instante o jamás serás tratado ni con una pizca de gentileza de mi parte!

La amenaza era buena, tal vez hubiera aterrado a otro, solo que Bucky no era cualquier otro. Cruzó sus piernas en sentada turca y colocó la bandeja de tarta en su regazo, comiendo y saboreando todo muy lentamente.

—Mmh... —dijo, mojando uno de sus dedos en la mezcla del relleno para que Zemo pudiera saborear—. ¿Sientes eso? Le falta canela.

Las mejillas de Zemo se encendieron cuando el dedo de Bucky se movió sobre su lengua. No conforme con eso, luego se recostó a su lado intentando alimentarlo con una cuchara.

𝘿𝙪𝙡𝙘𝙚 𝘼𝙫𝙚𝙧𝙣𝙤 » 𝘽𝙖𝙧𝙤𝙣𝙒𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora