XVI

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—Te prometo que no pasará nada —Jared con las manos juntas suplicó—. Es mejor hacerlo ahora que en casa con mi hijo por ahí y los demás, si algo sale mal, prometo, en serio prometo, desactivarte. Si te sirve de consuelo, recuerda que Helmut confió en mí y pensó en que podría ayudarlos incluso antes de hablar conmigo. Yo no me aprovecharé de esto, te lo juro. Solo... necesito saber la verdad.

James miró a lo lejos, dónde Helmut había dejado las marcas de sus botas y pensó en cuán agradecido estaría si ayudaba a Jared a saber sobre su madre. Pensó en el modo en que presentó a sus hermanos en un principio, aclarando que Paulie no compartía su sangre y llamó a su madrastra una bruja. Si había aprendido algo de Helmut era que debía leer entre líneas para saber qué quería. Y aprendió a entenderlo muy bien, supo que amó a su madre con su vida y probablemente se culpaba por su muerte. Si él podía devolverle un poco de paz... entonces, ¿por qué no?

—De acuerdo, pero hazlo rápido —dijo, confiando toda su vida en Jared. Secó sus ojos y levantó una mirada de cachorro herido hacia él.

El barón de ojos azules casi se atragantó con el chocolate que estaba devorando por ansiedad, llevaba tiempo hablando con él, intentando convencerlo y cuando lo escuchó acceder al fin, solo pudo ofrecerle el dulce, limpiarse un poco las manos y empezar a hojear la libreta en busca de las palabras.

▫️❄️▫️

El niño disparó certeramente a una liebre que saltaba entre la nieve y silbó a su perro en una señal para que corriera en busca de la presa. Hartwig sonrió, si su abuelo lo viera, estaría orgulloso. Sabía que esto no era suficiente para ganarle al grupo de su tía Sharon, pero con once años, como le dijo su padre no tenía que ser tan ambicioso.

—Del otro lado del lago, hay más madrigueras, estoy seguro —murmuró el niño, de panza en la nieve con cada uno de sus tíos a los lados. Era su primera cacería en familia, sí había salido con su padre muchas veces, pero en primavera, era bueno con su arma a pesar de su edad y quería impresionar a sus tíos con eso.

—Pero el lago es peligroso, pequeño —murmuró Helmut.

—Yo creo que deberíamos ir —murmuró Paulie, mirando por sus binoculares.

Agradecía que su padre lo dejó disfrutar esto con los otros dos adultos, nunca había visto de cerca la estrategia militar de los francotiradores, y ver a Helmut y Paulie trabajando en equipo luego de su larga discusión mientras caminaban, era todo un evento.

—La pequeña mierda corre a la derecha, a las tres en punto, y en movimiento... fuego.

Helmut puso la vista en su presa, tal como Paulie dijo, y, soltando suavemente el aire de su pecho oprimió el gatillo y acertó a otra liebre a unos cincuenta o setenta metros. El pequeño niño rubio río cuando un espasmo de susto le recorrió por completo, al momento de que sus oídos fueron abrumados por el ensordecedor ruido del disparo. Zemo lo miró y río también:

—¿Estás bien? Pensé que estabas acostumbrado, lo siento —murmuró.

—Eso pensé también —rio Paulie, y ambos tocaron la espalda de su sobrino por un momento, intentando confortarlo—. Dile a tu perro que vaya por esa también.

El niño asintió, dió la orden con un silbido y su perro, un pastor de Karst, corrió para meter su corto hocico en la nieve sangrienta y regresó a su lado, dejando la liebre en un pequeño montón que estaban acumulando a unos metros.

𝘿𝙪𝙡𝙘𝙚 𝘼𝙫𝙚𝙧𝙣𝙤 » 𝘽𝙖𝙧𝙤𝙣𝙒𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora