Lucesitas

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                                         SOL

Maxi se retiró de mi habitación y una sonrisa deslumbró inocentemente mi cara ¿Desde cuando mi cuerpo se mandaba solo?

Ese chico era una criatura tierna. La cama acunaba mi cuerpo con suavidad y la almohada me acariciaba la mejilla. No podía esperar menos dada la naturaleza de este hotel. Apenas llegamos bajé con Octavio a charlar un poco con el y saber como se encontraba, también le pregunte acerca de la familia de cambiaformas que había fundado el hotel. Conocía que la hija había partido en busca de aventuras, pero al parecer los padres decidieron vivir mas aventaras por su cuenta y dejaron a cargo de Octavio la residencia si así lo deseaba. Así era su Naturaleza, aventureros y hospitalarios. Verdaderas maravillas.

Miré por la ventana y el paisaje era esplendido. Hojas danzando fuertemente al ritmo del  viento, las ramas parecían hacerles coro. El viento estaba violento últimamente, de una forma bastante extraña, que aunque sabía que Luna lo notaba, ella no atizaba ninguna intención de puntualizarlo. Las ganas de abrir la ventana y sentir el aroma del verano me palpitaba en la mente, pero por esta misma inusual razón, sabía que hacía frio y no me agrada mucho la idea de sentirlo penetrarme la piel.

 La calle estaba llena de gente charlando y revoloteando de un lado a otro, me gustaba admirar la vista de esta forma, es un instante que lo puedes volver eterno a tu antojo.

Estiré mi brazo para llegar hasta el teléfono. La cama realmente me tenia atrapada. Giré la rueda del antiguo aparato y llamé a la recepción para pedir el servicio que le había prometido a Maxi.

- Hola mi chico

- Creo que estoy un poco mayor para que me diga chico señorita.

Reí sin animo, el tiempo de los humanos pasaba tan rápido que sin darme cuenta, dejé que pasara tanto para el. La ultima vez que vine a visitarlo el tenia cincuenta, ahora tenia 75. Para mi no hace tanto que había venido, pero para el, largos treinta y cinco años

- Sabes que para mi siempre serás un pequeño.

- Y para mi, mi señorita Sol. Ahora ¿ Deseaba algo más que una charla con un anciano?- Su voz ronca se escuchó mas grave por la calidad del antiguo teléfono.

- ¿Podrías ordenar a la cocina que traigan unos aperitivos a cada cuarto? Están hambrientos.

- Si señorita. Permítame el atrevimiento.

- Octavio por favor, sabes que eres de la familia.

- Esa e mi duda señorita. Ignoraba que se involucrara con más humanos de tal forma, tenía entendido que yo había sido la excepción. 

- Si... es Bastante inusual la situación que estamos viviendo, tienen algo- hice una pausa como intentando encontrar las palabras correctas pero sabía que no saldrían con el. Si bien el sabe muchos secretos que humanos no, hay leyendas que deben permanecer así.

- No es necesario que lo explique señorita.

- Tienen algo que no encaja, o que encaja tan bien que es extraño. No los podemos dejar solos, corren gran peligro.

- Si ustedes están cerca tendrán mucha dicha ¡Míreme a mi!

- Lamento haber tardado tanto. Con Luna nos descuidamos un poco, sabes que el tiempo para nosotras es distinto.

- Sabes que no importa cuanto demoren yo las espero con gusto. No es cuanto demoren, sino la paz que me producen cuando llegan. Ahora señorita, si me disculpa, tengo a la otra señorita parada a mi lado queriendo hacer una broma en la cocina. Y usted sabe que fui criado con Cambiaformas.

Raíces ensangrentadas, una historia de Sol y LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora