Desaparecidos

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                 SOL

 Hace mucho tiempo no iba al pueblo de lo sílfides, bueno, se había convertido en un reino.

 Que volubles son las cosas, que rápido crecen o se terminan, es curioso... 

 La ultima vez que lo había visitado aún convivían con los humanos en casi armonía, danzando en grandes hogueras, maximizando su tamaño para enseñarles danzas y canciones que solo con la delicadeza y agilidad de un sílfide podrían ser creadas. Seres especiales sin duda, desde sus construcciones hasta la nobleza del reino.

Claro que la ultima vez no me atreví a presentarme como soy en realidad, como es de costumbre adopte una apariencia y un nombre... Esto de fingir a veces se le daba mejor a Luna.

Somos Plumas, que aunque tomen una dirección no dejan de flotar, ser versátiles ante los cambios. Me creí un Halcón, de él salían las plumas y decidía firmemente donde volar. Que Ilusa, miles de años de egocentrismo del bueno. Quizá solo estaba sensible por mi viejo amigo, no dejó de existir, simplemente estaba preocupada por si se perdía o en cuanto tiempo lo volvería a ver.

 La situación dentro de lo posible seguía bajo control. Podríamos irnos, sin más, ya lo hemos hecho anteriormente, simplemente desaparecer. Sin embargo es nuestro problema, no solo por la curiosidad o porque extrañamente siento un cariño por Maxi (para mi estos días, comparados con mi larga vida son unos minutos, y en minutos uno no se encariña ¿o si?) Hay algo extraño, no solo lo siento en este cuerpo humano, en cada poro, esto me penetraba lo profundo. Había otro ser universal cerca y no está muy contento.

 Se que Luna lo siente, y esto le aterra tanto como me inquieta. Si fuera ella las cosas se iban a joder muchísimo.

 Los pensamientos me revolvían mientras mi cuerpo reposaba en la flotante cama, tenían una forma peculiar de hacerme sentir en casa sin proponérselo. El lugar lleno de plantas, me recordó el pequeño pero hermoso hogar de Maxi, me hubiera gustado quedarme allí todo el tiempo que seguramente nos quedaríamos en el castillo. Lo pintorescas que eran las calles, las plantas, la amabilidad y el misterio que recorrían a estas criaturas eran así comparables a los que cargaban los ojos de Maxi, solo que esa transparencia, esa inocencia... Definitivamente los sílfides con los astutos y oscuros que podían llegar a ser si te metías con sus cosas, no la representaban.

 Giovanna, esa pelirroja tenía algo extraño, bueno, extraño dentro de lo que cabía en ella.  Al principio pensé que podría tener alguna ascendencia mágica, no es muy inusual que otras especies tengan hijos con humanos, y aunque esa opción no quedaba descartada por completo admitía lo improbable que era que un mestizo alcanzara cierto grado de poder y energía. Su poder sale a patadas con sus sentimientos, como si todo el tiempo estuviera a punto de explotar, eso combinado con el mal genio podría salir o muy bien o muy mal.

 Me encontraba en la oscuridad mientras mi cuerpo reposaba en la cama. Las especies de la tierra soñaban ¿Cómo sería eso? Aventuras y experiencias dulces en la seguridad de tu inconciencia, envidiable.

¿Terra los tendría?

 Intuía que no faltaba mucho para que llegara la hora de levantarme y tener la conferencia con el rey. Estaba casi segura que estos chicos y el problema del Rey estaban relacionados. El primer día que conocí a los hermanos Robledo, Gio dijo la verdad, no la perseguían por sus actividades ilegales, y aunque no lo confesó, me permitió sentirlo. Tiene que ser algo más, y de verdad anhelaba que el Universal y el Octrak no estuvieran involucrados, aunque algo me decía que si.

   La conferencia con el Rey no era algo que me emocionara demasiado, el tema de la antigua religión me incomodaba. Sin embargo no soy quien para quitarle la fe a un pueblo y mucho menos negar que trae ciertos beneficios.

Raíces ensangrentadas, una historia de Sol y LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora