Gio
Llegamos al lugar y aún la oscura noche nos abrazaba, había un viento cálido y muchas luces amarillentas relucían diminutas por las ventanas de las casitas. Las casas eran redondas y de madera, casi esferas perfectas, sin embargo su base era puntiaguda, levitaban pacíficamente a unos metros del suelo. Los arbustos rebosaban las calles de tierra y por donde miraras habían plantaciones; detrás de las casas, en pequeñas granjas, y hasta en algunos terrenos libres. Podía verse a los lejos pequeños animalitos durmiendo, todos acurrucados al igual que lo estarían algunos de sus ciudadanos.
El lugar era pintoresco, imposible de imaginar y de asimilar que tal maravilla existiese todo este tiempo. Era todo fascinante al menos hasta donde mi vista alcanzaba. Los colores que se veían apagados por la noche, en la mañana sería una verdadera obra de arte.
En el medio de la ciudad había un pequeño castillo. Discrepaba de los colores que se sorteaban entre marrones, rojos y amarillos. Un castillo de un blanco impoluto se hacía lucir, si bien era mas grande que las demás casas del pueblo, estas con su belleza le tenían poco que envidiar. La construcción contaba con tres torres perfectamente rectangulares , en sus bases puntiagudas se lucían colores de geodas y su misma celestial apariencia, dichos picos levitaban un poco mas alto que las demás casitas. Sus numerosas ventanas se veían iluminadas por algún inquilino sin ánimos de dormir, sin embargo otras acompasaban la tranquilidad de la noche. En el ultimo de los pisos de las simétricas torres era enteramente de cristal, si bien no podía ver que había dentro por la distancia se notaba perfectamente su transparencia.
- ¿Ustedes construyeron todo esto?- Maxi preguntó tímidamente. Su voz se notaba impresionada al igual que su rostro, que se veía como si hubiera llegado al olimpo, sin embargo su voz no sonaba menos cansada.
- Cada ciudadano puso su parte para que nuestro reino florezca. Vivimos de la cosecha, exportamos a muchas especies y eso nos permite vivir de forma tan tranquila, Todo es fruto de nuestras manos y esfuerzo.- Magnus sonaba orgulloso de su gente y su pueblo.
- Es simplemente arte- Por primera vez desde que mi hermano se había despertado del desmayo, lo notaba realmente consiente. Irónico si contamos que estamos como en... ¿Otra dimensión?
- ¿Dónde estamos?- Mi voz que pretendía salir clara como era de costumbre, sin embargo se limitó a expandirse como un débil susurro, maravillada y muy agotada no empezaban a definir lo que sentía.
- En el reino sílfide mi lady, pero si se refiere a cómo es que esto existe, permítame contárselo mientras caminamos.
Asentí y nos dirigimos hacia el castillo. Luna, Sol y Maxi venían a mi lado. Sol y Maxi venían conversando acerca de la belleza del lugar, lo sé por algunas palabras que llegaron de coincidencia a mis oídos, mi hermano parecía iluminado cuando hablaba con ella, no se si era un efecto que producía Sol o si salía naturalmente de él. Luna venía enfrascada en una conversación con una sílfide muy alta y musculosa.
-¿Señorita, me estas escuchando?- Magnus ladeo su cabeza haciendo que su oscuro cabello callera sobre su frente y dejara relucir sus puntiagudas orejas.
- Claro, sigue por favor.- El sacudió sus alas como si fuera un reflejo y se enderezó para seguir caminando con su porte y gracia.
- Hace mucho tiempo convivíamos con los humanos, éramos tímidos ante su presencia destructiva- Hice una mueca porque me avergonzaba de cierta forma. Magnus captó mi mueca disimulada de inmediato y añadió- ¡No era mi intención mi lady! Siempre estudiamos cultura humana y no nos parecen despreciables.- También pareció darse cuenta que su elección de palabras no fueron las mejores.- Somos seres curiosos y distintos, nos constan cosas que ustedes ni imaginan. El humano es curioso, pero tampoco sabe tratar a lo diferente. Los conflictos bélicos estaban empeorando cada vez mas entre los mismos humanos. Nuestra gente y animales se veían afectados terriblemente por este problema, nuestra población cada vez se veía más reducida. Buscamos mil maneras y pedimos a todos los dioses que conocíamos ayuda para salir de esta situación, sin embargo los dioses nunca dieron señal de interés. Un día unos hombres idénticos a los humanos pero con los ojos totalmente blancos se acercaron al pequeño pueblo que se establecía escondido en el medio del bosque. Pensábamos que iban a pasar por alto nuestra existencia, porque además que nuestro tamaño es muy reducido, ellos parecían ser ciegos. Los hombres no solo notaron nuestra presencia sino que demandaron una audiencia con el Rey. Los hombres se hacían llamar druidas, según ellos eran hermanos de los dioses y venían a traer equilibrio a estas tierras. Ya que los conflictos bélicos entre humanos eran inevitables, nos ofrecieron el anonimato, donde nuestro pueblo se establecería se craría un vacío en el mundo real, así creando un espacio solamente para los sílfides, un espacio que solo nosotros y nuestros invitados podríamos usar para subsistir. Al preguntarle a las criaturas que querían a cambio, solo respondieron " a cambio, sobrevivid" Y así es como tenemos nuestro propio lugar. Solo los sabios saben hacer estas runas, cuando cumples la edad suficiente te las colocan, es un conocimiento que les cedieron los druidas.
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Raíces ensangrentadas, una historia de Sol y Luna
FantasySiendo objetivo de caza de quién sabe qué, Gio, Maxi, Sol y Luna se van introduciendo en un mundo que está oculto a la vista de la mayoría. Oscuros secretos, guerras interminables y la mayor búsqueda de la humanidad, la verdad. Pero ninguno es un sa...