Los mentirosos dicen la verdad

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               Gio

-Hadas- mis ojos estaban maravillados por lo que acababa de ver. Aun más impactada quedé cuando esas pequeñas criaturas cambiaron rápidamente hasta quedar de nuestra estatura.

No se si era por el desmentir de una de los pocos engaños que no había dicho o por al fin confirmar que no estaba totalmente loca, pero mi sonrisa apareció sin más, los sentía tan familiares. Tenía un hormigueo extraño en mi interior, como reencontrar a antiguos amigos.

Miré de soslayo a Luna y sol que saludaban formalmente a los que parecían con... esperen ¿Las hadas también tienen política? 

Cuando Luna me miró hizo un gesto infantil que me hizo soltar una risita. Verlos así de grandes lo cambiaba todo, tenían gracia en sus movimientos y facciones angulosas, sus ojos rasgados y totalmente negros le podrían haber dado un matiz feroz, sin embargo sentía todo lo contrario. Notaba que los que yo suponía políticos, que platicaban acerca de quien sabe que cordialmente con las hermanas, tenían una ropa bastante estilizada y prolija, un impoluto celeste y blanco. Sus alas al contrario de lo que imaginaria la mayoría, no eran similares a las de un insecto, sino que se asemejaban a las de un pájaro. Sin embargo, los que supongo que eran sus...¿Protectores? Llevaban ropas oscuras y un cráneo de pájaro en su cabeza. Toda la pulcredad que demostraban los líderes era inexistente en ellos. Raro.

 Miré a mi hermano para dedicarle la mayor cara de "te lo dije"

 Cualquier sentimiento que me estuviera torturando y la debilidad que mi cuerpo sentía se estaba desvaneciendo

- Te lo...- Mis palabras se ahogaron cuando vi a mi hermano tendido en los brazos de un guardia

- Débil.- El Hada lo dijo con la mayor serenidad del mundo y una risita escapó de mis labios.

- Estará bien, creo.- La criatura me miró extrañada pero lo disimuló al encogerse de hombros y colocar a mi hermano como un costal de papas sobre estos.

El Impoluto hombre me señaló disimuladamente y Sol asintió. Con un caminar ágil pero firme se dirigió hacia mi. Noté que contra su oscuro cabello resaltaba una corona dorada que asemejaba a ramas entrelazándose, delicada y elegante.

- Un gusto querida...- Su voz era mas grave de lo que se esperaba de un ser tan fino como el.

- Giovanna- Le tendí la mano. El me miró extrañado. Vamos, no era tonta, lo estaba saludando como un igual y no como un rey. Pero no era mi rey, además él saludó con un asentimiento de cabeza, como una reverencia reprimida a Sol y Luna. Me negaba, por mas maravilloso que fuera, a comportarme de forma desmerecida. Lo interesante era que su mirada de extrañeza no expresaba desdén, dudó pero me estrechó el brazo. Los guardias nos miraban reprimiendo su asombro y Luna con aprobación.

- Una humana muy peculiar sin lugar a dudas...- Paso su mirada rápidamente de arriba a bajo de mi. Al pensar en un rey te lo imaginas viejo, pero muy por el contario, este rozaba recién la adultez.

- De las mejores que vas a conocer- De alguna forma, cualquier barrera que yo me hubiera construido se me borraba. Hace mucho no me considero una persona amorosa, muchos menos amable, ni pensar lo de confianzuda. Pero este hombre me resultaba interesante por alguna razón.

Luna enarco la ceja y giró su cabeza divertida, pero no me importó.

- Ya veo.- Sus ojos negros me escudriñaban el rostro y sus dientes blancos se pudieron ver por un breve instante a una sonrisa reprimida.- Magnus Safdren, Rey de los sílfides o como tu los llamas "hadas"- Punto a favor de nuestro Reycito, tenia sentido del humor.- Señor del fuego y de la tierra. Debuto de la antigua religión.- Su pecho se infló y miro a las hermanas. Ahora todos bajaron la cabeza en forma de reverencia hacia ellas, a lo que ambas  formaron un circulo con sus manos. Estas dos estaban expirando mi limites de preguntas.

Raíces ensangrentadas, una historia de Sol y LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora