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2 meses antes...

-Sí, mamá -repetí como por décima vez. Ya saben cómo son las madres: reiterativas.

-No te distraigas en el aeropuerto. Toma un taxi y ve directo a la casa de tus abuelos -me pidió.

-Sí, mamá -dije una vez más-. No debes preocuparte, ya voy en el taxi -agregué para tranquilizarla.

Cualquiera que escuchara la conversación no pensaría que tengo 18 años.

Miré hacia el frente y me percaté de que el taxista me observaba interesado a través del espejo retrovisor.

Yo arqueé una ceja en plan ¿te gusta lo que ves? mientras le mostraba una sonrisa pícara.

-Cuídate mucho y saluda a tus abuelos de mi parte -me pidió.

-Lo haré.

-Te amo, chiquita -dijo cariñosamente.

-Y yo a ti.

Luego colgó la llamada y yo exhalé con fuerza.

-Madre sobreprotectora, ¿eh? -comentó el taxista.

-No tienes una idea -mascullé, torciendo los ojos con fastidio.

Quería a mis padres, pero eran asfixiantes, por eso me encantaba pasar las vacaciones con mis abuelos en mi pueblo natal que, aunque era mucho más humilde y pequeño que el lugar donde vivía, me encantaba por razones muy particulares.

Entre el taxista y yo se hizo el silencio, lo cual no me gustó ni un poquito. Quería que me hablara, que me mirara, que me prestara su atención porque, de lo contrario, moriría del aburrimiento aquí detrás.

-Mis padres quieren controlarme todo el tiempo -rompí el silencio.

-Debe ser un agobio -comentó con los ojos fijos en la carretera mientras lo miraba por el espejo, evaluando sus reacciones-. Deberían percatarse de que ya eres lo suficientemente grande y madura para viajar sola.

-Para viajar sola y para otras cosas...

Cruzamos miradas a través del espejo retrovisor. Él parecía nervioso y sorprendido. Obviamente no esperaba mi insinuación, pero yo estaba aburrida, así que me importaba bien poco lo que su cabeza de arriba pensara, me interesaba más la de abajo.

Me incliné hacia delante exponiendo mi escote y le dije en voz baja y seductora:

-¿No quieres aparcar? -Él lucía nervioso, pero interesado.

-Ya casi llegamos -intentó evadirme.

-¿Y? -No se lo iba a poner fácil.

-No puedo...

-¿Por qué no? -insistí.

-Eres una niña...

-Una niña no se te insinuaría -repliqué.

-Ya llegamos -dijo, de pronto.

A un lado de la carretera había un cartel de madera que ponía "Bienvenidos a Morfem".

-Una pena -comenté, recostándome en el asiento.

Minutos después el taxi aparcó frente a la casa de mis abuelos y yo salí del auto. El conductor se bajó y sacó mi equipaje del maletero. Luego volvió a su asiento. Me incliné en su ventanilla para pagarle.

-Gracias por el viaje -dije-. Y espero que la próxima vez que nos encontremos, no ser tan niña para ti -añadí.

Después tomé mi maleta y entré en la casa.

Relación Mortal |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora