II

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El chico tenía ojos ámbar al igual que Victoria, pero, a diferencia de ella que es rubia, él tenía el cabello negro azabache.

—No te preocupes, Matt ––emitió Victoria––. Todo está bien.

Él relajó la expresión ante las palabras de la chica.

—¿No me presentas a tu amigo, Tori? ––pregunté, llamando la atención del atractivo y alto chico llamado Matt.

Tenía facciones muy masculinas. Aparentaba ser mayor que nosotras. Probablemente era universitario, aunque nunca lo había visto y eso hacía que me atrajera aún más.

—Marina, no ––me advirtió entre dientes la chica rubia, clavando sus ojos en mí; pero lo último que me importaba en ese preciso instante era ella.

—Como ya escuchaste, mi nombre es Marina ––me presenté, ignorando completamente a Victoria, mientras extendía la mano para saludarlo.

Matt lucía muy complacido con lo que veían sus ojos.

—Matt ––dijo él, estrechando mi mano.

—Mucho gusto ––dije, sonriente.

—Matt, ¿podrías dejarnos a solas? ––pidió Victoria. Él asintió ligeramente y luego se marchó.

—¿Tu nuevo novio? ––indagué, aunque su respuesta no me detendría.

—Marina, ni se te ocurra… ––gruñó.

—Sales con él, ¿sí o no? ––insistí en saber.

Ella hundió el entrecejo en señal de resignación.

—Es mi primo ––respondió finalmente.

—¿Viniste con tu primo? ––pregunté, incrédula––. ¿Tan mal estás? ––Mi tono se volvió condescendiente.

—Eso no te importa —escupió, torciendo los ojos.

—Claro que sí, Tori. Somos amigas ––retomé mi tono meloso e hipócrita mientras colocaba mi mano sobre la suya fingiendo apoyarla. Ante mi tacto su expresión se endureció y apartó su mano bruscamente, como si la mía quemara.

—Te lo advierto, Marina. No te metas con él ––masculló. Sus penetrantes ojos ámbar lanzaban dagas mientras su mandíbula se tensaba.

—Eso solo puede decírmelo él…

Dicho eso, me retiré.

Está por nacer la persona que va a limitarme.

Pasaron algunos minutos y subió al escenario una mujer para anunciar a los reyes del baile. Todos estaban ansiosos y expectantes, especialmente las chicas.

Menuda estupidez.

Después de una tediosa introducción en la que despedía a los estudiantes de tercer año, finalmente soltó los malditos y tan esperados nombres:

Ian y Victoria.

En medio de los aplausos, los chiflidos, vitoreos y demás, vi cómo el chico de hace un rato salía del gimnasio.

Si había una oportunidad, era esta.

Me apresuré para seguirlo.

Todos estaban pendientes del evento, así que me atrevería a asegurar que nadie me vio ir tras él. Lo vi entrando al baño de chicos, lugar que estaba relativamente cerca del gimnasio donde comparecían el resto de los estudiantes.

Esperé pacientemente a que saliera, recostada en los casilleros que estaban frente a la puerta.

El sonido de la música del gimnasio era lo único que se escuchaba, dentro todo estaba silencioso, así que supuse que no había nadie más, por lo cual me decidí a entrar; después de todo, la timidez nunca fue lo mío.

Relación Mortal |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora