VIII

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Finalmente el detective había llegado al pueblo.

Mis abuelos, convenientemente, habían salido a hacerle una visita a la familia Hyde y se demoraban milenios hablando con Brenda y con su amado Charles, pero dicha situación me era de gran utilidad, ya que pude aprovechar la oportunidad para citar al detective y que me entregara las pruebas. Además, también podría pagarle…

Eran alrededor de las 10 a.m. cuando había acabado de tomar una ducha, por ende, traía el cabello un poco mojado en ciertas zonas.

Me vestí solamente con un albornoz. Quería ir directo al punto y ser lo más breve posible. Algo me decía que el detective no era muy atractivo, o bueno, no había fotos suyas en el sitio oficial para el cual trabajaba y las personas no muy atractivas físicamente, por lo general, no ponen fotografías suyas en internet, ¿no? Ese es un estereotipo que tenemos, así de superficiales somos. Pero bueno, su rostro no era lo importante ahora, lo importante era la información que traía consigo. Por otra parte, yo estaría dispuesta a hacer cosas que muchos no se atreverían ni a pronunciar.

En la vida hay que asumir riesgos y llegar hasta las últimas consecuencias para cumplir con nuestro objetivo, no importa si algún peón se sacrifica en el camino. Esos son daños colaterales que a la larga tienen menos relevancia de la que las personas suelen atribuirles. Debemos llegar hasta el límite y un poco más allá. Yo haría lo que hiciera falta con quien sea necesario por obtener lo que quiero. La opinión social no me importa. Por mucho que me esfuerce por ser una jovencita ejemplar, acabaré en una tumba de igual manera.

Al llegar a la sala de estar me senté en el sofá a esperar. Le pedí que viniera a esta hora más o menos.

Finalmente escuché sonar el timbre y fui disparada como una flecha a abrir, pero antes de hacerlo me acomodé un poco el cabello y el albornoz. No podía parecer desesperada.

Al abrir había un hombre, parado de espaldas a mí, mirando los alrededores.

Carraspeé la garganta para llamar su atención.

—Buenos días ––saludó con un tono profesional al darse vuelta mientras se quitaba los oscuros lentes de sol, dejando a la vista un par de ojos verdes.

Di-os-mí-o.

—Buenos días ––le devolví cordialmente el saludo, disimulando perfectamente la impresión que me había causado.

¿Quién era aquel sexy desconocido?

—¿Es esta la casa de Marina Brewster?

—¿Quién desea hablar con ella? ––pregunté, un poco desconfiada. Sería muy atractivo, pero seguía siendo un desconocido con la fuerza y la estatura suficientes para herirme, aunque estábamos a plena luz del día y mis gritos se escucharían en el vecindario, pero era mejor no arriesgarse.

—Mucho gusto ––me extendió la mano y se la estreché––, soy el detective Luddington ––se presentó, mostrando su identificación––. Ella me contrató para hacer una investigación ––explicó brevemente sin ser muy específico, lo cual me demostró su profesionalismo y discreción.

—Está hablando con ella. Yo soy Marina Brewster. ––Hubo una ligera nota de sorpresa en su rostro, pero la disimuló rápidamente.

Evidentemente no se esperaba que Marina Brewster fuera una "niña" y, definitivamente, yo no esperaba que él estuviese tan bueno, pero era mejor así, haría más fácil esto.

Relación Mortal |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora