XX

371 56 11
                                    

Generalmente cuando tengo sexo con alguien o simplemente lo beso, me pierdo en la sensación, pero esta vez, por suerte, me percaté de que alguien llegaba y, a la velocidad de la luz, me puse en pie, acomodé mi cabello y mi ropa y recogí mis bragas de las escaleras para esconderlas. Edwin, al percatarse de mi acción, hizo lo mismo.

Al igual que él, lucía perfectamente normal, como dos primos que hablaban tranquilamente.

—Hola, chicos —saludó Alix, sonriente, después de cerrar la puerta y aproximarse a las escaleras.

No sé cómo, pero nos dio tiempo de arreglarnos y, al parecer, ella no se dio cuenta.

Edwin tenía los codos sobre sus rodillas y sus dedos entrelazados frente a su boca en un gesto evidentemente tenso.

¡Disimula, idiota!

Yo, por mi parte, estaba fresca como una lechuga de pie junto a la barandilla con el codo apoyado en el barandal.

—Hola, Lix —saludé, relajada.

—Ed, ¿estás bien? —se dirigió al rubio de rostro tenso.

—¿Qué? ¿Yo? Eh... Sí, estoy genial... —balbuceó.

—Ah, no tenías muy buena cara —argumentó ella.

—Pues... —intentó hablar mi primo.

—¿Y cómo te fue con Nina? —lo interrumpí antes de que metiera la pata.

—De maravilla. Definitivamente es la mejor madrina que una chica pueda desear. De hecho, me dio una excelente idea. ¿Qué tal si celebramos la boda aquí en Morfem? —sugirió.

—¡¿Qué?! —exclamamos Edwin y yo al unísono.

—¿No es una idea estupenda? —preguntó, ilusionada—. Es tu pueblo natal y es muy tranquilo. Además, visité la iglesia con Nina. Es preciosa. En serio, me gustaría que nos casáramos aquí.

—Bueno, por mí no hay problema —cedió mi primo finalmente ante tanto entusiasmo. Yo me mantuve neutra en mi lugar, no era mi deber opinar.

—Gracias, amor —emitió, dando palmaditas como una niña pequeña a la que le acababan de cumplir su mayor capricho.

Comenzó a subir las escaleras, feliz, pero de repente se volteó y preguntó:

—¿Qué hacían, por cierto?

Mi primo ya se había relajado, pero ante la interrogante sus hombros se tensaron. Menos mal que estaba de espaldas a Alix, así ella no pudo ver la expresión tan obvia que puso.

—Recordábamos viejos tiempos... —respondí, intentando contener la sonrisa y sintiendo la mirada fulminante del rubio.

—Siempre se han llevado bien, ¿verdad? —indagó, curiosa.

—Como no tienes una idea... —canturreé.

Ella sonrió. Como era de esperar, no captó el soble sentido.

—Marina, ¿qué te parecería ser mi dama de honor?

—¿Yo? —Eso no lo esperaba—. Pues... Me encantaría, claro. Es la boda de mi querido primo.

Lix me dio las gracias por aceptar y luego se marchó a su habitación.

—¿Estás demente? —me reclamó Edwin cuando Lix desapareció por las escaleras, poniéndose en pie para encararme.

—¿Qué? Eres mi primo querido —me hice la inocente, ladeando el rostro con dulzura y él apretó la mandíbula—. Ni que fuera la primera dama de honor que se folla al novio. Eso es un clásico —bromeé, divertida—. Además, el susto ya pasó. Ella no se dio cuenta. No sospechará nada.

Relación Mortal |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora