XXVIII

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—Tú… —murmuré, totalmente impactada.

No…

No podía ser…

Siendo víctima del estado de shock recorrí lentamente con la mirada de pies a cabeza a la persona que estaba de pie frente a mí sujetando una delgada barra de hierro mientras me observaba ladeando la cabeza con una sonrisa torcida que se extendía en su rostro.

No era la primera vez que veía a esa persona, pero jamás me percaté de aquella siniestra forma de sonreír. Parecía que se estaba burlando de mí. Yo, por mi parte, permanecía sentada con las piernas ligeramente extendidas y apoyando mi peso en la pared detrás de mí, ya que mis manos permanecían fuertemente atadas, mientras veía cómo esa persona se recostaba de la reja que me encarcelaba de una forma paciente y relajada, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para estar allí…

De pronto comenzó a silbar mientras miraba despreocupadamente la celda en la que estaba. Cada uno de sus gestos, lejos de aliviarme, solo me intimidaban aun más. Con un simple silbido hacía que mi cuerpo se estremeciera, que cada uno de mis vellos se erizara, que un nudo se formara progresivamente en mi garganta debido al shock que me imposibilitaba hablar, eso unido a las lágrimas que se estaban acumulando en mis ojos debido al hecho de que no necesitaba confirmación alguna para saber que la persona que tenía delante era quien estaba detrás de cada uno de los asesinatos que se habían cometido.

Y no era cualquier persona…

Era…

—Para alguien que ha causado tanto escándalo en los últimos meses te has quedado bastante callada —comentó con burla ante mi cara de espanto—. Debes estar realmente impactada de verme… —añadió, separándose de la reja.

—¿De verte…? —repetí con el ceño fruncido, incrédula—. Tú... tú fuiste quien… —balbuceé, percibiendo cómo mis ojos se tornaban aun más vidriosos ante el recuerdo de toda la gente que había muerto.

—Sí, sí, ya sé que debes estar en shock al creer que yo soy quien está detrás de todos los asesinatos —comentó, caminando de un lado a otro de la celda con cierto aire teatral—, pero, ¿sabes algo? Yo no fui quien mató a todos esos pobres inocentes —aclaró, deteniéndose para enfocarme.

—¿Qué? —musité.

—¿Sabes quién fue? —preguntó, agachándose frente a mí para luego acercarse a mi oído y susurrar:— Tú... 

Al decir eso, se apartó y se puso de pie sin más.

—Estás demente —solté, hundiendo el entrecejo.

—Desde el inicio del verano comenzaste a recibir notas de advertencia… Si les hubieses prestado atención, nadie habría muerto… La culpa es tuya —concluyó.

—Eso es absurdo —repliqué—. Matas a un montón de gente y, ¿ahora te atreves a culparme? —escupí, escéptica.

—Pudiste evitar que se derramara muchísima sangre si hubieras prestado atención a las advertencias... Si no fueras una puta egoísta —dijo, agachándose nuevamente para sostener mi mirada mientras apoyaba sus codos en sus rodillas— a la que solo le importa que se la follen como a una perra, nada de esto habría pasado…

Esta vez su expresión no era divertida ni despreocupada, era sombría y psicópata.

—Yo sé que no te importaron una mierda las notas, ni siquiera te inmutaste en descifrarlas… porque lo único que te importa es comportarte como una prostituta —opinó, poniéndose de pie otra vez.

—Es mi cuerpo y mi vida —gruñí—. No eres quien para decirme cómo debo comportarme.

—Y precisamente esa actitud fue la que llevó a tantos chicos a la tumba. Tú los mataste en el momento en que decidiste abrirles las piernas.

Relación Mortal |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora