XI

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—¿Me estás chantajeando? —gruñó, mirándome con odio.

Di un paso hacia él, cerrando la distancia entre ambos.

—Chantaje... —repetí—, qué palabra tan fea —dije con voz aterciopelada y una fingida expresión de inocencia.

Luego mordí suavemente su labio inferior, provocando que su cuerpo se tensara notablemente. Besé su comisura y dejé un rastro de besos a lo largo de su mandíbula hasta llegar a su oreja mientras introducía mis manos bajo su camisa, acariciando sus pectorales y su espalda.

—Marina… —dijo entre dientes a modo de advertencia.

—Solo quiero que ganemos todos —susurré, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja.

—Ya basta —ordenó, separándome bruscamente de él mientras me agarraba por los hombros—. Esto no está bien —dictaminó.

—No me hable como si fuera una niña. La que está aquí frente a usted es una mujer —hice una pausa— una que quiere ser follada —añadí, agarrando su entrepierna, la cual sentí que no era indiferente a mi tacto.

Con un rápido movimiento me estampó contra el coche, tomando mi mano invasora y sujetándola contra mi torso mientras su otra mano agarraba mi cuello con firmeza para inmovilizarme y evitar que continuara con mi diversión y con... su tentación.

Lejos de darme miedo y parecerme violento, su repentino ataque me excitó, provocando que mordiera mi labio inferior y luego lamiera el superior mientras sostenía su iracunda mirada.

—No me provoques, chiquilla —masculló con una mirada salvaje.

—¿Por qué no usa toda esa agresividad para mejores fines? —lo incité con una media sonrisa maliciosa.

Él tensó la mandíbula mientras me fulminaba con la mirada, intensificando su agarre en cada zona que hacía contacto con mi cuerpo.

—O puedo mostrarle las copias que tengo a Elle —agregué y, efectivamente, ese fue el empujoncito que necesitaba, fue el detonante para que su fuego interno explotara y yo, en aquel momento, era dinamita en estado puro.

Con una sorprendente velocidad me obligó a voltearme y me estampó contra el capó. Sujetando mi cintura y la parte trasera de mi cuello, se posicionó justo detrás de mí permitiéndome sentir su dureza contra mi trasero.

A alguien lo excita la violencia...

Después se inclinó sobre mí y gruñó en mi oído:

—No vales nada.

Mordí mi labio inferior, intentando contener una sonrisa.

No era la primera vez que me lo decían.

—Entonces deje fluir esa rabia que está sintiendo —lo incité—. Fólleme sin piedad.

—Te arrepentirás de esto —masculló, levantando la falda de mi vestido para luego rajar mis bragas con rabia. El ruido de la tela siendo ronpida fue música para mis oídos. Después me dio una fuerte y sonora nalgada que me hizo dar un respingo.

—Lo dudo... —jadeé, sintiendo cómo mi entrepierna comenzaba a reaccionar.

Escuché cómo bajaba su cremallera y luego rompía un paquete de preservativos para colocarse uno y posicionar su pelvis justo detrás de mi trasero desnudo, permitiéndome fantasear con la dureza que se clavaba contra mi piel. Clavando sus largos dedos en mi piel, tomó mis caderas para acomodarlas a su antojo y, sin previo aviso, se introdujo de una sola embestida haciéndome gemir.

Relación Mortal |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora