XVII

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—Tardaron —dije sonriente al abrir la puerta y contemplar en el umbral, encantada, a Jace, Cole y Byron.

—Lo sentimos —se disculpó Jace al entrar y tomarme de la cintura para acercarme y besar mi mejilla—. Cole se tarda una eternidad para todo. —Miró con mala cara al susodicho.

—No es mi culpa ser tan caballeroso y considerado. Quiero estar presentable para la dama —se justificó el chico del desordenado cabello de fuego, besando con dramatismo el dorso de mi mano mientras me sostenía firmemente la mirada.

Su teatro me hizo sonreír. Era un encanto aquel pelirrojo.

—¿Son tus abuelos? —preguntó una voz impasible y vacía de emociones: el frío y distante Byron.

¿Cómo puede alguien que casi no habla despertarme estos deseos de follar?

—No te preocupes. No despertarán en un buen tiempo —comenté, despreocupada, mirándolos dormir en el sofá.

Byron continuaba en el umbral, observando con los ojos entornados, desconfiado.

—Puedes confiar. Me aseguré de ello —emití, tomándolo de la mano. Cruzamos la mirada, él se mantenía suspicaz, pero aflojó su expresión cuando esbocé una leve sonrisa.

—Bien —habló finalmente con su habitual voz seca. Generalmente era buena leyendo a las personas, pero aquel chico era un enigma viviente, lo cual solo lograba excitarme aun más.

—Mi habitación está en el segundo piso —les informé, señalando las escaleras.

—¿Iremos directo al grano? —preguntó Cole, arqueando una ceja, divertido.

—Todos somos grandes y sabemos para qué estamos aquí —puntualicé, mirándolo mientras me acercaba con pasos lentos y sensuales a él—. Además, tal vez no lo sepas, pero yo detesto perder el tiempo y amo vivir al límite —le aclaré, atravesando sus ojos cafés, los cuales no vacilaron ni un segundo ante los míos. Me observaba atento, interesado y con una ligera picardía—. Amo que me lleven al límite —me corregí y él arqueó una ceja a la par que una sonrisilla traviesa surcaba sus labios.

—Sus deseos son órdenes, mi reina —respondió ante mi comentario, haciendo una reverencia exagerada y besando el dorso de mi mano una vez más.

Nuevamente su gesto me hizo sonreír. Lucía muy seguro en toda su parafernalia, pero no me atraía lo divertido de sus actos, sino la firmeza y las promesas en su mirada.

—Los esperamos arriba, reina y bufón —escuché decir a Jace, el cual iba subiendo las escaleras junto a Byron.

—Las damas primero —emitió Cole, haciendo un ademán para que subiera yo antes.

Sonreí y luego llevé mis manos al borde de mi vestido, levantándolo ligeramente para hacer descender mis bragas lentamente hasta que cayeron al suelo. La chispa de diversión que siempre lo acompañaba había desaparecido, pues los atentos ojos cafés de Cole no abandonaron el trayecto de la prenda en todo su recorrido. Después las tomé y se las entregué, diciendo:

—Qué caballeroso.

Dicho eso, comencé a subir las escaleras, esperando que la vista bajo mi vestido fuera del agrado del sorprendido chico que dejaba unos cuantos pasos detrás.

Cuando estuvimos todos arriba los conduje hasta mi habitación, haciéndoles un ademán para que entraran y ellos así lo hicieron. Luego cerré la puerta, recostándome en ella para observarlos unos segundos, tal como ellos lo hacían conmigo.

Después me deslicé por la habitación hasta llegar a mi mesita de noche y tomar algunos preservativos que arrojé sobre la cama.

—No quiero sorpresas —les advertí.

Relación Mortal |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora