14. Reflexiones de madrugada

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Cameron

No me podía creer lo que Melody acababa de decir.

Fui su crush en el instituto y yo ni siquiera sabía de su existencia.

No sabía cómo sentirme al respecto. Me gustaba gustarle, no os voy a mentir. Y me sorprendía que esa niña torpe, enfadadiza pero a la vez adorable se hubiese fijado en mi.

Aunque suene arrogante, no es un secreto que muchas chicas intentan ligar conmigo y siempre me había molestado que estuvieran intentando desesperadamente que me liara con ellas. Pero Melody no era así.

Ella nunca había hablado conmigo, ni siquiera hizo nada para intentar acercarse a mi, nunca escuché un solo rumor de que le interesaba, y esa timidez me gustaba.

¿Que hubiera pasado si la hubiera conocido en el instituto?

Seguramente, por muy mal que suene, me habría reído de ella y me hubiera perecido ridículo que una niña tres años menor tuviera un crush en mi.

Pero ahora, ya no estoy en instituto y Melody no es ninguna niña, aunque lo parezca. Yo ya no soy el inmaduro e idiota que era antes.

Me imaginé besando a Melody, y no era la primera vez que lo hacía, pero ahora miraba las cosas de forma distinta. A ella le gusté, puede que ahora ya no, pero donde hubo fuego cenizas quedan.

Puede que el destino hubiera estado esperando el momento perfecto para juntarnos.

Me reí inconscientemente, que estúpido. Melody me atraía, me encantaría besarla y follarla en cada esquina de esta casa, pero nunca podría llegar a ser algo más.

No me gustan las relaciones, me canso de las personas, no me gusta frenar mis impulsos. Si alguna chica me gusta físicamente me lío con ella, a excepción de Melody.

Sabía que ella no era como yo, que no buscaba solo sexo, que quería una relación en la que le declarara amor eterno y nos llamáramos por apodos románticos. Ella quería a alguien con quien hablar, con quien poder confiar ciegamente. Quería una persona a la que presentar a sus padres, a alguien que le acompañara al baile de graduación.

Y yo no quería eso, ¿verdad?

No, claro que no. A mi me gusta la libertad que tenía ahora, vivir despreocupado.

A parte de la confesión de que era su crush me sorprendió que pensara que era un homófobo.

Sí, en el instituto dije e hice cosas que no debía, pero eran coñas.

Obviamente que no tenía nada en contra de los homosexuales, puede que cuando era más joven cometiera errores. Vivía en una cuidad pequeña y conservadora, crecí pensando que ser gay, lesbiana o bisexual era algo raro y que estaba mal.

La universidad me había abierto los ojos, aquí había un ambiente mucho más liberal, la gente no se esconde y vive su sexualidad como quiere. Poco a poco me di cuenta de que eso no tenía nada de malo.

Estuve dos horas reflexionando sobre Melody, tenía una ganas irrefrenables de ir y comerle la boca, pero no quería cargar con las consecuencias que vendrían después.

No entré en la habitación, sabía que ella estaría avergonzada, en estos pocos días me había dado cuenta de que es una persona muy tímida. Montó el escándalo de su vida porque la gente sabía que estaba viviendo conmigo.

Eso era otra de las cosas que me gustaba de ella, su timidez. Me parecía adorable cuando se pone roja como un tomate por alguno de mis comentarios o cuando le da vergüenza mírame a los ojos.

También tiene su punto gracioso, aquel día escuchando vinilos se puso a hacer ritmos con el tenedor, le seguí el rollo y ella empezó a cantar el estribillo. Me parecía increíble como esa chica que no me había dirigido más de cuatro frases se hubiera atrevido a cantar delante mía.

Y esta noche había descubierto a otra Melody. Se puso a bailar como si le fuera la vida en ello, dejó su timidez atrás y me encantó que se soltara. Además que disfruté mucho de ese baile, viendo como movía el culo al ritmo de la música.

Luego estaba la Melody gruñona, que aunque me irritaba, tenía algo que también me gustaba. Me dijo de todo sin importarle que fuera prácticamente un desconocido tres años mayor y que estuviera en mi propia casa. Aunque no le di la razón a Liam aquel día, había sido más valiente de lo que creía que podía ser.

Cada día que pasaba descubría una faceta nueva de ella, y aunque no sabía mucho de su vida ni ella de la mía, nos conocíamos de otra forma diferente.

No hacía falta que supiera su cumpleaños, ni el nombre de su padre o el de su mascota. Había conocido su temperamento, sus gustos, sus torpezas... Había descubierto su alma.

Me pasé demasiado tiempo dándole vueltas al tema, mi cabeza parecía decirme una cosa y mi corazón otra.

El cansancio cada vez era mayor y necesita dormir y ver todo más claramente.

Abrí la puerta de la habitación con cuidado y me di cuenta de que Melody estaba durmiendo.

Me acerqué un poco a ella, tenía los labios entreabiertos y su respiración era suave. Su largo pelo castaño caía sobre sus hombros. Tenía la camiseta del pijama ligeramente subida dejando a la vista su abdomen plano. Sus piernas estaban por encima de la sábana dejándolas por completo al descubierto.

En ese momento observé detenidamente a la mujer que tenía delante.

Y supe, por mucho que lo quisiera negar, que estaba completamente perdido.

Que ya nada quería frenar mis impulsos.

Que la atracción sexual era demasiado grande para reprimirla.

Que quería ser dueño de sus sonrisas.

Quería comerla a besos si me daba la gana.

Quería poder abrazarla por las noches y tocarla a mi gusto.

Porque quería ser suyo y que ella fuera mía.

***

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Cuarentena con mi crushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora