El principio de la carta

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El principio de la carta.

Estoy en Londres.

La brisa fría me envuelve y aunque muchas veces en el pasado pude llegar a quejarme de un clima tan helado, este diciembre se siente diferente, es reconfortante. Es mi regreso a un lugar que se sentía tan lejano.

El tráfico londinense es una mierda, pero incluso ante eso casi sonrío, no es que lo haya extrañado, pero es un recordatorio de que estoy de vuelta.

¿Conducir de nuevo un autor? ¿Conducir del lado derecho? Jodida felicidad, ni siquiera perdí la práctica y de hecho una suave melodía suena por la radio mientras conduzco hacia el primer lugar al que quiero llegar.

Me estaciono ahí, en ese lugar en el que no he estado en tanto tiempo, la residencia en donde vive Valerie Evans, la persona que más he querido ver desde que bajé del avión hace cuatro horas.

— ¿Qué vas a decirle? —murmuro.

Me gustaría decir que tengo un gran discurso preparado, que sé qué palabras exactas decirle para que borre el tiempo y distancia existente entre nosotros, pero solo soy angustia y ansiedad, locura y anhelo, solo soy gris en busca de esos colores que hace tanto lo hicieron un poco más especial.

—Solo habla ¡Joder! Solo tienes que hablar —me gruño a mí mismo.

Asiento encontrando mi determinación y apago el auto para bajar, pero entonces otro auto se detiene frente al edificio, no logro ver a las personas dentro de él, pero luego un hombre rubio baja riendo mientras habla sobre cosas que no alcanzo a escuchar y cuando decido que no me importa darle atención, el mundo se paraliza: ella baja también.

Está sonriendo mientras arregla su abrigo y se acerca a él, demasiado, muchísimo.

Una sensación de malestar comienza a instaurarse en mi estómago mientras una gran parte de mí está en estado de negación viendo cómo la mano del rubio acaricia su mejilla y ella se inclina hacia la caricia, sonriendo, feliz a gusto.

—Valerie... —murmuro en una voz tan baja que tal vez ni siquiera yo lo escucho.

Es tarde, llegué lo suficientemente tarde, porque las personas se cansan de esperar.

Porque ella merece ser feliz incluso si no es conmigo.

Pero ¡Joder! Me duele. Mucho. Más de lo que pude haber llegado a imaginar.

Lo veo inclinar el rostro hacia él de ella y cómo tantas veces lo hizo conmigo, Valerie se alza sobre las puntas de sus pies, enreda sus brazos alrededor de su cuello y luego se están besando sin reservas, con pasión y veo, experimentando un tipo de dolor emocional que desconocía.

La presiona del auto, ella ríe contra sus labios antes de que el beso escale nuevos niveles que no me puedo permitir ver.

La perdí.

Llegué muy tarde.

Me olvidó.

Cómo un masoquista volteo a verlos de nuevo y ahora él la sostiene con las piernas enredadas entorno a su cintura mientras riendo caminan hacia el edificio. Él la sostiene cómo yo soñaba con hacerlo, cómo yo deseaba hacerlo, cómo yo amaría hacerlo.

—Valerie... —repito a la nada, dentro de un auto emitiendo una melodía que ahora me parece de lo más triste y oscura.

La pierdo de vista y me siento vacío, en la nada, perdido, desorientado y despojado de cualquier emoción que no sea el desgarro de un corazón roto y ni siquiera puedo culparla.

El Motivo de Su Arte (Introducción #Enigmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora