El secreto y el motivo

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El secreto y el motivo.


Septiembre, 2018.

—¿Hay alguna pregunta al respecto? —pregunto paseando la mirada por todo el auditorio.

Mi clase que inicialmente solo tenía quince personas, porque se encargaron de propagar que soy un cabrón que le gusta reprobar a todos y no un profesor que exige lo mejor de ellos, ahora cuenta con cincuenta y siete molestos estudiantes y podrían ser más, pero me negué a recibir a más personas y lo mismo pasa con la otra clase.

Apenas se cumplirá un mes de inicio de este semestre y yo ya desprecio a una buena parte de ellos, lo que no quiere decir que no esté interesado en enseñarles porque precisamente a los que más detesto necesito que pasen el curso para no verlos nunca más.

La chica rubia que me abordó en el pasado en el estacionamiento, que es bastante inteligente e incluso escuché que talentosa dibujando, pero que también me ve con malditos ojos de corazones siempre, alza la mano. Recuerdo su nombre, es Edith y hace buenas intervenciones, es un poco fastidiosa queriendo acaparar en todo momento la atención de la clase y no dejando participar lo suficiente al resto de las bestias por lo que no siempre le doy la palabra, pero en este momento lo hago diciendo su apellido.

He aprendido que los apellidos crean distancia entre profesor-alumno y teniendo en cuenta que hay más de un osado u osada que se cree que seremos muy amistosos, dejo en claro la distancia desde un principio.

Edith pasa mechones de cabello rubio detrás de su oreja y sonríe de una manera en la que tiene a un par de imbéciles haciendo sonidos desagradables que hace reír a otros idiotas de la clase ¿Por qué me someto a estar dentro de estas paredes con personas no civilizadas? Ah, sí, porque creo que puedo hacer algún tipo de retribución por mi lado criminal.

—¿Será que por un minuto pueden ser personas y dejar que su compañera haga la pregunta? —cuestiono con sequedad.

—Lo que quería saber, profesor Matters, es si hay alguna posibilidad de que habilite clases extras para aquellos de nosotros que quieran reforzar sus clases.

Sonrisita, juego de mechón de cabello, mordida de labio inferior y un coro de risitas apoyando su petición.

—No —respondo cortando el alboroto—. No hay posibilidad.

—Le pagaríamos —dice otra estudiante.

—Tengo que admitir que sí pagaría porque me veo mal en los exámenes —Se ríe otro estudiante.

—Si tienen dudas pueden preguntarlas dentro de clase, ya saben, cuando digo si entendieron y asienten o no hace ninguna pregunta. De igual manera encontrarán estudiantes de apoyos aprobados que prestan ese tipo de servicios y a quienes monitoreo.

»Ahora ¿Tienen alguna pregunta con respecto a la clase?

Silencio y lo peor es que sé que hay dudas porque básicamente acaban de admitirlo, pero no hablan y me frustran.

—Espero y sepan que preguntar a veces puede ser estúpido porque admitamos que hay preguntas imbéciles, pero de igual forma respondo ese tipo de cuestionamientos, sin embargo lo que es aún más estúpido es no admitir qué no entendieron y creer que pueden avanzar de esa manera —Paseo la mirada de nuevo por el auditorio—. Así que si tienen una pregunta sea estúpida o no, háganla.

Silencio, mirada entre ellos, movimientos sobre sus asientos, más silencio.

Me encojo de hombros y tomo mi maletín, bajando el culo del escritorio dispuesto a dar por terminada la clase, pero mi crueldad es más fuerte que yo, por lo que lanzo una bomba.

El Motivo de Su Arte (Introducción #Enigmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora