Autria-Londres

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Austria-Londres.

La manera en la que abrazo a Livia podría hacer creer a cualquiera que voy a partirla o que exagero teniendo en cuenta que las probabilidades de verla en Londres son muy altas, porque llego antes de que tenga que regresar a Austria, pero aun así me despido de ella con el corazón hecho puño y un nudo tremendo en la garganta que me hace difícil tragar.

—Me alegra enormemente haber pasado este tiempo contigo, gracias por haber estado conmigo en el momento más oscuro, te prometo que nunca más dejaré que alguien me lastime de esa manera —susurra para que solo yo la escuche—. Aun me duele y siempre lo hará, pero camino con la cabeza en alto, estoy lista para que todos aprendan que no pueden hacerme daño y que o me respetan o se joden.

—Siempre estaré contigo —Le susurro de vuelta—. Te veo en Londres.

—Adiós, Moritz —Hace una pausa muy breve—. Te veo en Londres, Edmun.

Casi rio ante la dualidad en mi existencia, ante la manera en la que despide a una parte de mí y planea reencontrarse con la otra. Beso su frente y ella me pellizca la nariz mientras arruga la suya, es un gesto odioso que dejo pasar por tratarse de ella.

—Estarás bien, Livia.

—Lo estaré. Ya pasé por los peores dolores, no hay nada que me detenga. Nunca más tocaré fondo, siempre arriba en la pirámide —Me atrae para otro abrazo—. Te amo.

—Me caes bien —declaro con voz enronquecida y eso la hace reír antes de que retroceda y asienta hacia Jan que sale junto a ella para ir a la camioneta que los llevará junto a otros y Lorenz, al aeropuerto.

Veo hacia mi hermano que se encuentra manipulando algo en su reloj mientras habla a través de un dispositivo diminuto ubicando dentro de su oreja, casi ni se ve.

—Es un vuelo largo y es evidente que no puedes buscarme —Rueda los ojos— ¿Cuál señal? Soy quién te contactará cuando debamos vernos, primero veré a la número dos ¿Conseguiste lo que te pedí? —Supongo que le responden—. Sí...Cómo sea, te veo pronto.

»Y recuerda: sin testigos...No voy a para ensuciarme las manos, al menos no todavía. Cuida de mis nuevos juguetes hasta que consiga llegar.

Finaliza la llamada y da órdenes a unos pocos soldados a su disposición, dos especialmente cercanos viajarán con él. Cuando finalmente termina enarco ambas cejas hacia él que extiende los brazos abiertos.

— ¿Qué se supone que esperas? —pregunto y su sonrisa se hace burlona.

— ¿Un abrazo de despedida?

—Jódete.

—Bah, no seas tan gruñón. Entiendo que no puedes ser muy dulce porque eso me mataría, pero puedo tolerar pequeñas dosis.

Me toma dos segundos dejar ir una corta risa porque las bromitas sobre su diabetes es algo que extrañaré, no hay crueldad en reírse de su enfermedad con él y entre toda la mierda que abunda dudo que sean chistes de diabetes algo que precisamente vaya a lastimar sus sentimientos...Dudo que algo lastime sus sentimientos.

—No soy dulce contigo para no matarte —digo.

—Que amable de tu parte, pero ¿Sabes qué? He obtenido mi dosis de paraíso —Se palmea el dispositivo diminuto en su abdomen y luego alza el reloj—. Así que puedo recibir tu dulzura, hermano mayor.

—No caminaré a abrazarte.

—De acuerdo, voy hacia ti.

En efecto, llega hasta mí y me abraza palmeándome con excesiva fuerza la espalda. Recuerdo nuestra conversación de la madrugada incluso cuando estaba ebrio, le dije cosas que no hubiese dicho en mis cinco sentidos y supongo que no me arrepiento porque fue un momento cercano y honesto entre nosotros.

El Motivo de Su Arte (Introducción #Enigmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora