Moritz Schwarzenberg

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Moritz Schwarzenberg.


Septiembre, 2017.

Rascando detrás de una de las orejas de Duquesa Catalina Isabel veo a Lorenz bailar al ritmo de una canción lenta muy insinuante que quizá suene en escenas de sexo en películas para adulto. Su baile es obsceno y demasiado sucio mientras mantiene los ojos cerrados.

— ¿Estás follando al aire, Lorenz? —pregunto y su respuesta es mostrarme sus dedos corazones sin abrir los ojos o dejar de bailar—. Maldito loco.

Mi hermano trae tragos encima, está en un estado de borrachera en donde aún no llega a la parte más baja, la manera en la que sostiene una botella de ron me lo confirma. Fabienne, quien no debería beber por ser menor de edad, cayó hace mucho luego de media botella de vino.

Mi pequeña hermana a quien le dijeron que no podía beber y en respuesta dio un discurso impresionante sobre todos bebiendo con menos edad que ella y la vida siendo corta junto un recordatorio de que si podía disparar un arma podía beberse lo que quisiera, pero de que se lo privábamos por ser mujer y verla débil, junto a un montón de palabrerías que nos hicieron parecer unos bastardos, obtuvo una botella de vino para ella sola y no llegó muy lejos. Se avergonzó riendo, luego llorando, se maquilló cómo una payasa y ahora se encuentra dormida en el suelo abrazando a Lord Foster Spencer, pobre Lord.

Ya ni siquiera hago el esfuerzo de preguntar qué cosas le hacen bien a Lorenz y que no, porque siempre tiene la respuesta perfecta sobre sus medicamentos, su esto, lo otro. Me hace saber que tiene todo bajo control, no pretende morir en manos de la diabetes, al menos no pronto y parece estúpido pensar que no se cuidaría. Embriagarse, ejercitarse, cada movimiento y decisión tomada en su vida se encuentra estudiada y racionalizada con base a que no termine muerto al menos no de manera natural y prematura.

Capto un movimiento por el rabillo del ojo y encuentro a Livia con una taza de té viendo a Lorenz tomar otro largo trago mientras canta y se mueve, debo admitir, con buen ritmo. Viendo la hora en el reloj que me regaló hace bastantes meses Fabienne, antes de ir a la boda de mi amigo Alexander, confirmo que ya es casi la medianoche y Niklas junto a Dietmar aún no llegan ¿Qué están haciendo?

Livia acorta la distancia y se sienta a mi lado, da un sorbo a su té y sin decir palabra alguna recarga la mejilla de mi hombro luego de un suspiro que suena eterno. Ambos nos dedicamos a ver el espectáculo de Lorenz. Cuando su teléfono se descarga y la canción deja de sonar, entonces nuestro hermano menor se dedica a recitar fórmulas de física cómo una especie de rap y muy a mi pesar me encuentro riendo y Livia se muerde el labio para no hacerlo, Duquesa le ladra no sé si para alentarlo o en protesta.

La puerta de la casa se abre de golpe y todos reaccionamos con rapidez. Livia introduce una mano debajo del sofá en busca de la cantidad insana de armas que se esconden ahí, Lorenz parte la botella de ron, derramando todo el contenido en suelo, yo registro todo esto y Fabienne... Bueno, ella sigue siendo una mala bebedora inconsciente que no deja ir de su abrazo al pobre Lord que ladra.

—Ah, eres tú. Tiene sentido que te dejaran entrar —Se queja Lorenz—. ¿Quién dijo que eras bienvenida?

—No-no quiero pelear —murmura Gesine con la voz enronquecida—. ¿En dónde está Niklas?

—No aquí —responde Lorenz viendo en el suelo todo el desastre—. ¡Maldita sea! Mi ron, mi bendecido ron.

— ¿Qué sucede? —le pregunta Livia con voz pausada.

—Me siento sola...

Se hacen largos minutos de silencio y luego Lorenz es lo suficiente insensible para reírse, lo que me parece divertido. La mirada de Gesine se encuentra con la mía y avanza, lo hace lo suficiente para rodear el sofá y sentarse a mi otro lado, lo que me tiene deslizándome más cerca de Livia.

El Motivo de Su Arte (Introducción #Enigmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora