Aquella carta...

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Aquella carta...

Veo a la mujer sentada frente a mí: Valerie Evans. Su vista está en Matthew, en el escenario, pero he escuchado a mi amigo cantar tantas veces sexy back – estando ebrio – que no necesito darle mi atención, además tengo la sospecha de que el espectáculo es para Elise, la mujer con la que mantenía una guerra de correos, pero con la que ahora se quiere enredar. Ahora, volviendo al pequeño ángel irradiando pureza e inocencia frente a mí, mis ojos se desplazan desde su cuello elegante al rostro de piel suave, mejillas un poco sonrojadas y labios entreabiertos.

Frunzo el ceño porque me doy cuenta de que no reparo en el hecho de que es hermosa, cosa obvia, si no que mis dedos se sienten inquietos cómo si tuvieran vida propia y quisieran pintarla, eso me cabrea y por un momento quiero gritar que pare, pero me conformo con dar un trago a mi cerveza mientras analizo su movimiento de apoyar el codo sobre la mesa y recargar la barbilla sobre su mano, por el ligero movimiento – aunque no lo puedo escuchar – puedo apostar a que suspira, hay una mirada melancólica, de añoranza y tal vez un poco de cansancio mientras quita la mirada de su amiga Elise y la desplaza por toda la mesa antes de llegar a mí que ya he dejado la cerveza en la mesa. Hay un pequeño destello en sus ojos que me habla de mucho fuego contenido mientras imito su pose y le devuelvo la mirada.

Tal vez me veo cómo un idiota bravucón, pero la verdad es que no me importa, estoy cabreado por la simple razón de que ella es algo más y eso no me hace feliz ¿Debería culpar a Matthew de esto?

Le molesto y tiene sentido que lo haga porque a pocas personas le caigo bien y tal vez he estado jugando con su paciencia desde el momento en el que tropezó con mi espalda. Noto que más que tener una mirada de desprecio también hay curiosidad no me atrevo todavía a decir que deseo, pero hay algo en la manera en la que en este momento ve desde mi cabello largo a mi pecho.

¿Cuán imbécil me hace querer hacerla rabiar para obtener alguna reacción de su parte? Porque no le compro toda esa tranquilidad y serenidad, no puede ser tan buena o tal vez estoy tan corrompido que espero que en todos haya al menos un toque de maldad. Así que abro la boca en busca de otra reacción que en consecuencia tendrá una reacción en mí, que patético me escucho en mis pensamientos.

— ¿Estás aburrida, niña buena? ¿Ya pasó tu toque de queda?

Y ahí está ese brillo en sus ojos mientras su boca hace una pequeña mueca. Alguien, posiblemente Alex, patea mi pierna por debajo de la mesa, pero lo ignoro sin despegar la atención de Valerie, prosigo con palabras que posiblemente harán que me desprecie, pero que sacará un poco del fuego que cada vez vislumbro más:

Las niñas buenas a esta hora se encuentran durmiendo, puedo ver como solo deseas irte y dormir en tus sabanas de seda.

Absurdo asumir con qué tipo de sabanas duerme, pero acertado cuando veo su mano apretarse en puño sobre la mesa, no creo ni siquiera que ella se esté dando cuenta. Tal vez siempre está en control sobre su vida, acabo de conocerla esta noche, pero momentáneamente me pregunto ¿Qué se sentirá darle algo de caos a todo su orden? No es que debería ser mi asunto, pero la asquerosa curiosidad entrometida hace acto de presencia en mi subconsciente.

—No sabes lo que deseo —Me asegura.

Quizá ella tampoco lo sabe, hay grandes probabilidades de que ese sea el caso, pero no es mi asunto, así que sigo con lo mío insistiendo sobre el hecho de que duerme en sabanas de seda, sus mejillas se sonrojan y el brillo en su mirada aumenta.

— ¿Qué te hice?

Por un momento su pregunta me desconcierta mientras siento otra patada de Alex por debajo de la mesa ¿Acaso esto que experimento momentáneamente es algo parecido al arrepentimiento? Pocas veces, por no decir nunca, me sucede.

El Motivo de Su Arte (Introducción #Enigmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora