TW: Suicidio.
Si eres sensible a estos temas, te recomiendo no leer y saltarte este capítulo.1 de febrero del año 2020.
Dolor y angustia.
Su corazón no podía sentir nada más allá, tampoco conocía al 100 por ciento un sentimiento diferente a los ya mencionados. Quería dejar de llorar tanto, deseaba que su mente dejara de hacerle creer que era una persona inútil, un bueno para nada que no merecía ser amado por ningún ser viviente dentro del mundo cruel en el cual le tocó vivir para su mala suerte.
La mesita de noche, perfectamente acomodada en medio de la habitación, se tambaleaba un poco a causa del peso que le había puesto encima. Si subías un poco más la mirada, podías notar una bufanda de color verde atada a la viga del techo, rodeando el pálido cuello de aquel adolescente pelinegro. Había tantas lágrimas acumuladas en sus ojos y alma que le era imposible observar con claridad cada póster que compró con la ilusión de mantener su habitación decorada con las cosas que amaba.
Vaya pena que Freddy Mercury en su póster de Queen estuviese presenciando esta terrible escena.
Lo intentó.
De verdad intentó luchar contra esos sentimientos. Trató de que todo lo sucedido no fuese a afectar tanto.
Pero falló miserablemente.
Había querido —como recurso de último momento— llamar a su novio; este no respondió el celular al primer intento, al segundo necesitó tomar un respiro y contener sus sentimientos, pero la tercera vez le fue imposible no soltarse a llorar. Estaba asustado, y era normal, porque al final del día, e incluso después de "vomitar" todo su odio en esas cartas, seguía siendo solo un niño que anhelaba descubrir lo que era el amor de una familia o una pareja.
No fue el típico llanto desesperado y dramático que las novelas en la televisión solían mostrar para darle más suspenso a la situación; solo lágrimas cayendo. Estaba acostumbrado a llorar en silencio desde que era un niño pequeño, para poder evadir conversaciones incómodas con su madre o un regaño por ser una persona bastante sensible. No le apetecía llamar la atención en su vida diaria; estaba consciente de que, por más que hiciera berrinche, no se le sería escuchado. Aprendió a no gastar energía.
Aunque, por una sola maldita vez, deseó haber llorado a los gritos, pataleado y golpeado cosas a su alrededor, casi al nivel de un berrinche de cualquier niño de cinco años de edad. Tal vez de esa manera no habría podido ser testigo de las risas y los gemidos de su pareja y su hermano mayor en la habitación de al frente.
¿Tan difícil era comprender que su corazón no podía llegar a soportar tanto dolor?
Su día en la universidad fue terrible. Nadie quería conversar con él; siempre pretendían no conocerlo cuando necesitaban hacer alguna actividad en pareja. Pasaban de su existencia, como si no estuviera ahí. No dolía tanto con los que eran extraños, sin embargo, aquellos a los que consideraba sus mejores "amigos" también lo habían hecho a un lado al mínimo error.
Nadie sabe lo mucho que deseaba llegar a su hogar ese día y ser recibido, por lo menos, con una felicitación de cumpleaños por parte de su madre, o incluso un mensaje de texto proveniente de sus amigos... o su hermano mayor. Solo quería eso, porque un abrazo era mucho pedir para aquellos que le rodeaban.
Con lo único que se encontró al regresar a casa fue con la mochila de su novio tirada sobre el sillón de la sala principal. Su engaño era tan evidente que, a veces, sentía que las pruebas eran dejadas en su cara para reírse de su estupidez.
Los había descubierto, a ambos, justo un mes antes de su cumpleaños, y... no dijo una sola palabra, no quiso terminar con John porque, en el fondo de su corazón, solo anhelaba pasar un día bonito en su cumpleaños, hacer caso omiso a la cruel realidad que debía de enfrentar y el cinismo de las personas que le rodeaban. Quería estar con toda su familia y amigos, pretendiendo que su vida no se estaba desmoronando poco a poco, solo para después poder hablar en privado con John y discutir sus acciones tan bajas, o por lo menos darle fin a la relación y así él pudiese estar con quien se le diera la gana.
Al menos tenía un pastel en manos, pastel que compró con los ahorros que tenía de su trabajo como niñero.
Las carcajadas de su hermano mayor inundaron todo el lugar, seguidas por las de John. Ambos estaban teniendo tanta diversión juntos, sin ser conscientes de que él ya se encontraba en casa.
¿A quién quería engañar? Las personas dentro de lo que denominaba hogar ni siquiera se enteraban de lo mucho que estaba sufriendo. Todos tenían personas más amadas por las cuales serían capaces de dar su propia vida; él era solo un amigo del montón, el hijo que menos atención recibía, un hermano aburrido o el primo anticuado que no disfrutaba de las fiestas.
Si le dieran a escoger, tampoco se habría elegido.
Con el corazón destrozado y una ligera esperanza brotando de sus ojos a forma de lágrima, observó la vela del pastel; su llama era muy pequeñita, en cualquier momento se apagaría por completo. Se sentía igual que esa vela.
—No sé si es que existe algo más allá en esta vida, en este universo o dimensión —susurró con su voz quebrada por el llanto. —Pero si hay algo o alguien ahí, por favor, te lo ruego... que sea un poquito mejor que aquí, ya no quiero vivir este dolor nunca más, estoy tan cansado de todo.
Cerró los ojos y sopló la vela, logrando apagar la llama en un instante.
¿Alguien vendría a decirle que los deseos no se le pedían al fuego?
La respuesta llegaba a su mente con un profundo silencio.
Decidió probar el pastel por mera curiosidad y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al notar que era de chocolate, recordando que muy rara vez se le era permitido comer cosas con ese ingrediente debido a que el azúcar solía hacerlo un niño más activo, cosa que molestaba a su madre, quien nunca se encontraba en el mejor momento para cuidar de él.
Molestar a la mujer que le dio la vida era algo que le hería más que nada, ¿cómo podía seguir respirando? Su sola existencia causó muchos problemas. Quería hacerle este favor a su madre, liberarla del tormento que le causaba tener que ver al causante de su divorcio, porque incluso si ella lo apartaba y lo hería constantemente, él había aprendido a amarla con todo su corazón.
—Perdón —sollozó, dejando caer el pequeño pastel al suelo de la habitación (la señorita que lo horneó no se merecía que su creación fuera desperdiciada de esa manera). —Lo siento mucho —volvió a hablar en voz baja, aunque no sabía a quién le pedía perdón, si a su creador o a las únicas personas que le quisieron. —Por favor, perdóname —ajustó con fuerza la bufanda verde, asegurándose de que no se fuese a caer.
Leyó por ahí que las personas con suerte suelen morir en el primer minuto.
La mesita de noche, al ser pateada, golpeó con fuerza contra el suelo de la habitación, provocando un estruendo.
Quedó suspendido en el aire por completo, y sin forma alguna de poder salvarse esta vez. Había intentado de otras maneras, sin embargo, un par de cortes solo le llevarían a un cuarto frío de hospital; debía de ser buen conocedor para cortar el punto indicado y de la manera correcta.
Así que... su cuerpo reaccionó de manera involuntaria, incluso si su mente deseaba terminar con todo de una buena vez, el instinto de supervivencia peleaba con fuerza, buscando con sus piernas un lugar de donde sostenerse.
Un minuto.
Una llamada entrante.
Podía reconocer muy a lo lejos ese tono personalizado, pertenecía a Yuta.
Un minuto.
Un par de pisadas en las escaleras.
Un minuto.
El sonido en la habitación de su hermano había cesado hace minutos atrás, aunque no fue capaz de darse cuenta en ese estado.
Un minuto.
Tuvo suerte.
Se terminó.
¿Se terminó?
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Kim DongYoung's Revenge
FanfictionKim DongYoung se había suicidado con apenas dieciocho años de edad, dejando con ello un inmenso dolor para quienes lo conocían... o eso parecía. Sin embargo, las cosas se tornaron extrañas y era hora de afrontar las consecuencias. 🦋 N/A: Bienvenid...