The past (parte 07)

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Mención al abuso sexual









30 de enero del año 2020.

Doyoung llegó prácticamente corriendo hasta la habitación de su hermano mayor y abrió la puerta.

—¡Tae, Tae! —el pelinegro entró entre pequeños saltos y gritos de felicidad. —¡No reprobé matemáticas! ¡Logré pasar! tendré buenas calificaciones para fin de año, como se lo prometí a mi mamá.

En esos momentos no le importaba si le daba demasiado miedo estar en la misma habitación que él, sabía que su hermano era el único que le celebraría su logro. Ya se encontraba completamente solo, no tenía a quién acudir, y John no contestaba las llamadas.

Pero su emoción se fue apagando poco a poco al darse cuenta de que su hermano mayor estaba enojado, con el rostro lleno de lágrimas. La curiosidad lo invadió de inmediato, así que se acercó con lentitud, queriendo preguntar qué sucedía.

Sin embargo, Taeyong le dio un empujón que lo hizo caer al suelo.

—Tu... —Taeyong señaló a su hermano. —Tu lo sabías, ¿Verdad, idiota? Mentiroso.

—¿Saber qué? —Doyoung se levantó del suelo con un horrible dolor recorriendo su espalda, se había lastimado con la caída. Con cuidado, se acomodó el uniforme y lo sacudió, sabía que su madre se enojaría mucho si lo ensuciaba. —No me empujes así, me dolió.

—¡Tú sabías que mi padre no era el mismo que el tuyo! —el mayor tomó a su hermanito de la camisa del uniforme y lo hizo chocar con fuerza contra la pared, haciéndolo dar un pequeño grito de dolor. —¡Dime!

Necesitó un pequeño momento para procesar todo lo que estaba ocurriendo, aunque el dolor no le dejaba pensar con mucha claridad.

—¿Qué? —logró decir, aunque se escuchó más como un quejido, era consciente de la fuerza que su hermano tenía como para manejarlo de esa manera, sin mucho cuidado y con algo de dolor. Sin embargo, esta era la primera vez que lo veía así de enojado y, claro, la primera vez que lo trataba tan bruscamente. —Tae, sabes que esos juegos ya no funcionan conmigo, ya no soy un niño, no puedo creer la mentira de que soy adoptado.

—¿Crees que es una maldita broma, Kim DongYoung? —Taeyong tomó con fuerza a su hermano menor de las mejillas, sintiéndolo temblar cuando se acercó más a él. Si su intención era asustarlo, lo estaba logrando muy fácilmente, Doyoung había comenzado a llorar y murmurar que lo dejase en paz. —¡Por tu maldita culpa mi papá ya no quiso saber nada de mi!

El llanto se hizo aún más fuerte cuando Taeyong colocó su mano libre en la cintura del pelinegro, manteniéndolo quieto en su lugar.

—También es mi papá —sollozó el menor, intentando moverse del lugar sin mucho éxito.

Un grito de dolor salió de su boca cuando Taeyong hizo presión justo en la zona que le dolía, observando con seriedad como temblaban las piernas de su hermanito.

—¡Jonghyun no es tu padre! —gritó Taeyong, asustando aún más a su hermano. —¿Tienes acaso una mínima idea de la falta que me hizo mi padre en mi vida diaria? ¿Qué crees que sentía yo cuando todos hablaban de las salidas con sus padres y tenía que admitir que los míos estaban separados, peor aún, que mi padre prácticamente no existía en mi vida? ¡Dime, Doyoung!

—Yo crecí así —susurró el más pequeño, cerrando los ojos cuando Taeyong llevó su mano hasta su cuello, cerrándola alrededor de este y ejerciendo una presión que poco a poco se fue volviendo sofocante para el pelinegro. —Tae...

—Quiero que desaparezcas por completo de mi vida, no me vuelvas a dirigir la palabra porque para mí hoy dejas de existir, Kim DongYoung.

Doyoung cayó al suelo, tosiendo un poco cuando su hermano finalmente lo dejó en paz. Quería salir corriendo de la habitación y encerrarse a llorar en la suya, pero el dolor de su cuerpo se lo estaba impidiendo.

—Taeyong —sollozó, aún con miedo de lo que pudiese suceder.

—¿No te dije algo? —respondió el mayor con frialdad. —¿O quieres que te lleve a la cama? ¿Ah? ¿Es eso?

—¡No! —gritó.

—Entonces largo.

Se tardó tanto tiempo en el suelo que Taeyong, ya harto de la situación, lo alzó en brazos para poder llevarlo a su habitación, dejándolo sobre la cama sin mucho cuidado de por medio.

El pelinegro pudo respirar un poco mejor cuando el mayor salió de la habitación, al parecer tenía cosas más importantes que hacer ese día antes de seguir molestándolo.

Con tristeza observó el examen que llevaba en manos, había quedado todo arrugado y mojado por sus lágrimas debido a tanto ajetreo, pero aún podía notarse el siete brillando en tinta roja. Estaba tan emocionado y feliz por su calificación, por fin podía decir que tantas noches sin dormir, esforzándose por entender los temas de matemáticas por cuenta propia, habían dado sus frutos.

Deseaba compartir esa pequeña felicidad con alguien, pero recordó que solo quedaba su hermano mayor y su novio que nunca contestaba.

Incluso si Taeyong lo dañaba mucho, quería hacerle saber que estaba muy feliz.

Porque para muchos de sus compañeros en el curso un siete no significaba la gran cosa, de hecho, muchos lo consideraban una ofensa al no ser tan bueno como un ocho en adelante. Pero para alguien como Doyoung, quien acostumbraba a salvarse de reprobar porque le caía bien a sus profesores, tener un siete significaba que no era tan inútil como muchos le creían.

Quería hacer que su madre estuviese contenta, pero era consciente de que nunca, en su vida, sería capaz de darle por su parte un diploma de aprovechamiento como los de Taeyong, sabía que un siete no sería suficiente para el corazón exigente de su bonita mami y que simplemente se ganaría un "esfuérzate más" sin recibir un abrazo siquiera o una pequeña muestra de cariño.

Porque para su mala suerte los reconocimientos que se ganaba en su equipo de fútbol eran invisibles ante los ojos de la mujer que le dio la vida, estos nunca se encontrarían colgados en un marco sobre la pared de la sala para ser presumidos cómo los de su hermano mayor.

El dolor volvió a aparecer en su espalda y comenzó a llorar, sin ser capaz de moverse mucho en su cama.

Con mucho esfuerzo de por medio, logró alcanzar su celular para intentar llamar de nuevo a su novio, incluso si este no podía ir a su hogar, al menos lograría calmarlo con su voz para que pudiese relajarse y dormir un poquito.

—Doyoung —se quejó John del otro lado de la línea. —Estoy ocupado, por dios, deja de estar molestando, es cansado.

Y colgó.

Su corazón "se hizo chiquito" en su pecho y el llanto volvió, teniendo que abrazar una almohada para ahogar todo su dolor en ella. Nadie vendría a ayudarlo, no tenía a nadie en esos momentos.

Hasta que en la noche su hermano mayor entró a la habitación, cerrando la puerta con seguro.

Doyoung observó al techo donde colgaba la bufanda verde mientras su dolor aumentaba el triple, aquel pensamiento regresó con más intensidad que antes y cerró los ojos con fuerza, queriendo que la tortura terminase pronto para poder descansar un poco.

¿Cuánto más podría soportarlo?

Kim DongYoung's RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora