Capítulo 09, parte 2: Taeyeon and Jonghyun.

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Dicen que ningún padre debería enterrar a sus hijos, pues perder a un hijo es el dolor más grande que cualquier ser humano puede experimentar. También dicen que una madre perdería el sentido de su vida si alguno de sus hijos faltara.

Taeyeon nunca había comprendido por qué sus amigas eran capaces de dar la vida por sus hijos. Desde pequeña, escuchaba a los mayores decir que el amor más puro del mundo venía de una madre, pero esas palabras parecían tan lejanas, tan abstractas.

No lo entendió hasta aquel fatídico día, cuando recibió una llamada de su hijo mayor. Estaba trabajando en su empresa de entretenimiento, pero en cuanto escuchó su voz, dejó todo de inmediato y salió corriendo. No había visto a Doyoung en días debido a su apretado horario. Ni siquiera había tenido la oportunidad de abrazarlo por su cumpleaños.

Esa llamada lo cambió todo.

Corrió lo más rápido que pudo hasta alcanzar un taxi. Entre lágrimas, le rogó al conductor que fuera a toda velocidad, que era una emergencia. Y a pesar de su desesperación, solo llegó al hospital para encontrarse con la peor noticia: su hijo había muerto.

El eco de su llanto desconsolado resonó en el frío pasillo de la sala de emergencias. Taeyong estaba a su lado, abrazándola con fuerza mientras también lloraba, incapaz de encontrar consuelo. Pocos minutos después, Jonghyun llegó agitado, pero se mantuvo a distancia, incapaz de intervenir.

Un mes después de aquel día, Taeyeon seguía vestida de negro. El recuerdo de su hijo la acompañaba cada minuto. Lloraba al ver las fotos en los álbumes, y su pecho dolía al notar cómo, con el paso de los años, Doyoung había ido perdiendo la alegría que lo había caracterizado de pequeño. La culpa la consumía; su hijo siempre había sido tan parecido a su padre, y todos sus esfuerzos por ocultarlo habían sido en vano.

La habitación de Doyoung seguía intacta. No cambió en nada, como si conservar cada detalle la ayudara a sentir que una parte de él aún estaba allí, presente en esas paredes llenas de pósters de bandas japonesas, en los libros apilados sobre la mesita de noche, y en aquella lámpara de lava que tanto se había esforzado en comprar.

Todavía lo recordaba como si hubiera sido ayer:

"—¡Mamá! —exclamó un Doyoung de quince años, mostrando con orgullo su lámpara de lava con una gran sonrisa en el rostro. —Mira lo que me compré."

Taeyeon lo había dejado pasar, pensando que era una de esas tonterías de adolescentes, sin darle mayor importancia.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jonghyun desde el umbral de la puerta. —Solo vienes a castigarte con la culpa.

—Era mi hijo, y lo dejé morir —respondió Taeyeon, tomando entre sus manos uno de los peluches favoritos de Doyoung. Las lágrimas rodaron rápidamente por sus mejillas. —Le gustaba tanto este peluche. Debería haberlo llevado al cementerio.

—Basta —dijo Jonghyun, tomando delicadamente las manos de su exesposa y alejándola del cuarto. —Todos nos decimos lo mismo. A mí también me hubiera encantado poder ayudarlo, también debí insistir en mantener el contacto con él. Pero ya no podemos cambiar nada. Nunca sabremos si nuestras acciones habrían hecho una diferencia... Pero sé que nuestro hijo te amaba, y no le habría gustado verte así, destrozada.

Con la muerte de Doyoung, Jonghyun se vio obligado a integrarse nuevamente a su antigua familia, brindando el apoyo emocional que tanto necesitaban. Su corazón casi se detuvo cuando se enteró de que Taeyong había tenido un accidente en las escaleras. Después de lo sucedido con Doyoung, no podía soportar otro susto.

Entre enfermedades, medicación y sus propios problemas emocionales, todo parecía abrumador, como si el caos los envolviera. Pero sabía que su familia lo necesitaba ahora más que nunca, y debía ser el pilar firme que sostuviera el peso de tanto dolor.

Nunca se habría imaginado que un chico tan alegre, tan lleno de vida y con tantos sueños, pudiera albergar pensamientos tan oscuros. Las cosas del destino, ¿no?

Taeyeon y Jonghyun decidieron salir a caminar por el parque, buscando algo de paz entre tanta tormenta. Jonghyun no sabía en qué momento terminó tomando la mano de su exesposa, pero no quiso soltarla. Habían sido novios desde la adolescencia, habían pasado la mitad de sus vidas juntos. A pesar de todo, Jonghyun se sentía con derecho a extrañar aquello que un día perdió.

Tal vez fue la distancia durante los años turbulentos lo que empujó a Taeyeon a buscar refugio en alguien más. O tal vez fue simplemente su deseo de estar con otra persona. No lo sabía, y ahora no quería saberlo.

Ambos terminaron abrazados bajo la sombra de un árbol, con Jonghyun susurrando lo mucho que la había extrañado mientras ella lo abrazaba con fuerza, sin querer soltarlo. Probablemente era un tonto por seguir amando a la persona que le había causado tanto daño, pero no era el momento para hablar de moralidad.

Se besaron de nuevo, como lo hacían cuando eran adolescentes, escondidos detrás de los salones de la preparatoria para evitar ser descubiertos. Sus corazones latieron con la misma intensidad que entonces.

Se amaban, no de la manera que todos esperarían, pero sabían que podían aprender de sus errores y no volver a cometerlos.

Doyoung los observó desde la distancia, frunciendo el ceño en señal de disconformidad. Desde su perspectiva, lo que estaba sucediendo entre sus padres no era correcto. Podía ver claramente cómo Taeyeon, en su dolor y confusión, se aferraba a Jonghyun, buscando consuelo en la única persona que alguna vez fue su refugio.

Sabía que su padre no era un santo. Jonghyun había cometido errores, errores que habían contribuido a la ruptura de su familia. Sin embargo, tampoco merecía ser utilizado como una especie de esponja emocional por una mujer que, a los ojos de Doyoung, solo pensaba en sí misma y en su propio sufrimiento. No podía evitar sentirse frustrado al ver cómo, en lugar de enfrentarse a sus propios problemas, Taeyeon recurría a alguien que estaba más roto que ella.

—¿Es que acaso no lo ves, papá? —dijo Doyoung mientras apretaba los puños. —Estás cayendo en el mismo círculo de siempre. Se hacen daño mutuamente, y luego se consuelan como si eso solucionara algo. Pero no lo hace.

No lo iban a escuchar, por más que lo intentara.

Literalmente.

Las imágenes de su infancia, llenas de discusiones, gritos y silencios incómodos, cruzaban por su mente. Siempre había odiado esas situaciones en las que sus padres intentaban reconciliarse solo para volver a caer en la misma dinámica tóxica de antes.

—No han cambiado nada.

Taeyeon continuaba abrazando a Jonghyun con fuerza, buscando en él una paz que Doyoung sabía que jamás encontraría si no aprendía a enfrentar sus propios errores.

—Taeyeon, no es justo que lo uses así.

De repente, una sensación de impotencia lo invadió. Quería intervenir, quería decirles que no estaban actuando bien, que estaban repitiendo los mismos errores que lo habían afectado tanto durante su niñez.

—¿De qué serviría? Nunca te escucharon.

—Solo quiero...

—No es permitido —Chittaphon lo tomó del brazo. —Nos están siguiendo, necesitamos volver a la cabaña.

Y ambos se fueron de ahí. 

Kim DongYoung's RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora