The past: Un nuevo inicio.

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Lo último que se había quedado en la mente de Doyoung eran los recuerdos de estar colgando sin posibilidad de retractarse de su decisión, junto a los llamados lejanos de quien creía era la persona con la que planeaba casarse.

Siendo sinceros, ahora mismo no tenía ni idea de dónde carajos se encontraba. Había algo cubriendo sus ojos y, por razones extrañas, parecía estar sentado sobre un pequeño sillón.

Vaya forma de recibir al alma de una persona, ¿es que acaso en el infierno no había algo más cómodo? Bueno, sería irónico si lo fuese, se suponía que era un lugar al que ibas para sufrir. O eso era lo que decía su madre cada vez que recordaba ser una mujer católica.

—Bienvenido, Doyoung.

La voz resonó por todo el lugar, pero al mismo tiempo dentro de su mente, asustándolo debido a la incertidumbre y vulnerabilidad que sentía en esos momentos. La cosa rara fue retirada de sus ojos, y le costó muchísimo acostumbrarse a la luz tan cegadora que lo rodeaba, pero al final lo logró, dándose cuenta de que también su ropa había cambiado a algo más ligero, como una pijama de manta, del mismo intenso color blanco.

Alzó su mirada con miedo, encontrándose con una persona que vestía por completo de negro y llevaba entre sus manos la bufanda verde que él había utilizado.

La mente era traicionera incluso después de la muerte, porque solo podía pensar "estoy frito" una y otra vez.

—No voy a negar que es bastante curioso —habló la persona frente a él, brindándole una sonrisa que, si la analizaba a fondo, podía encontrarla tétrica. —Me refiero al color. De todos los colores que podían usar para una bufanda, la hacen con el verde más feo que he visto en mi existencia... ¿las personas no saben consultar Pantone? Este no es el color del año.

—¿Disculpa? —preguntó Doyoung, confundido.

—Este verde es el color de la envidia, ¿cómo no vas a saber eso? La mente de los humanos a veces me sorprende —dijo la persona arrojando la bufanda al otro lado de la habitación. —Sus cerebritos son capaces de brindar mensajes, pero también tan idiotas como para hacerlo de manera inconsciente. Qué maravilla —susurró, acercándose al rostro de Doyoung. —¿Por qué tu hermano te regalaría la cosa más horrenda que había en esa tienda?

—Hablas mucho —dijo Doyoung, intimidado por la energía de la cosa que se encontraba a escasos centímetros. —¿Qué eres? y, si puedo preguntar más, ¿dónde carajos estoy?

—Mi nombre es Chittaphon. Yo fui el encargado de cuidar que tu camino fuese el elegido, pero aparentemente el destino ha decidido jugar mal conmigo porque no nos pusimos de acuerdo, y ahora estás aquí. Si me preguntas, estoy bastante decepcionado —Chittaphon colocó sus manos sobre las mejillas de Doyoung, apretando con suavidad. —No puede ser posible que alguien con tanto potencial esté aquí, en el limbo. En este lugar se quedan las almas que han decidido quitarse la vida solo porque sí, o quienes no son tan buenos como para ir a lo que conoces como "cielo" o lo suficientemente malignos como para terminar en el aclamado "infierno" —Chittaphon se alejó de Doyoung, dejándolo con un nudo en la garganta.

—Supongo que... es lo que ganas, ¿no? Al tratar de escapar en lugar de enfrentar los problemas que se atraviesan en tu camino —Doyoung suspiró, frustrado consigo mismo por ser alguien tan débil. —Ni para morir sirvo.

—Oh, no te voy a dejar aquí, deja el drama —Chittaphon se rió, como si la situación fuera un chiste para él. —Estoy en desacuerdo con la decisión de los superiores. Deja de hacer que el hámster que tienes por cerebro trabaje tan rápido y solo escúchame. Yo, el más guapo de todos los seres superiores, puedo enseñarte todo lo que necesitas para una buena venganza. Incluso podría recomendarte con el jefe para que te suban de puesto... No estás entendiendo nada, ¿verdad?

Kim DongYoung's RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora