III. New York🥀

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Al llegar al primer piso, ve a Anderson quien rápidamente se interpone en su camino.

—Señorita Bella, no sé qué hace aquí, pero sabe que debe estar en su habitación —Le recuerda.

—Estoy harta de estar en esa habitación.

—No es una petición —Escucha una voz a sus espaldas. Se gira y ve al castaño vestido con solo un pantalón de chándal. De solo sentir su mirada sobre ella, sus mejillas se sonrojan nuevamente al recordar la escena que vio en el piso inferior. El castaño le hace una señal a su guardia y este se aleja un poco aunque se mantiene alerta. —En el piso de arriba vio algo que no debía ver. ¿Qué hacía en mi habitación? —Pregunta acercándose a ella.

—Buscaba una forma de escapar —Sus palabras salen sin cuidado y es que, aunque tiene miedo al castigo, por su cercanía le es imposible mentirle.

—Al menos es sincera y aunque merece un castigo, no tengo tiempo para eso —Su oscura mirada va desde sus hermosos ojos azules hasta sus rosados labios. Aquellos labios tentativos que le invitan a adueñarse de ellos. —Esta noche nos iremos a New York y antes de marcharme debo dejar las cosas listas.

—¿Iremos? ¿Está usted loco? Yo soy su prisionera, no su acompañante.

—Es mi prisionera y obedecerá cada una de mis órdenes o la castigaré —La toma del brazo acercándola más a su cuerpo. —¿La escena que vio en mi habitación, le gustó? —Pregunta a escasos centímetros de sus labios. Está por besarla cuando la rubia se separa.

—No sea asqueroso, obvio que no me gustó —Ladra. —No iré con usted a ningún lado, a menos que sea a mi casa —Responde antes de subir las escaleras con dirección a su habitación. Una despampanante pelirroja baja las escaleras que anteriormente había subido la rubia.

—Me marcho, querido —Le informa, cruza por su lado y sale de la mansión. Por suerte, aquella mujer no confunde el amor con el deseo. Ella sabe perfectamente que cada vez que Edan la llama, es solo para follar

El castaño sube a su despacho ignorando el comportamiento de la rubia. Ella se comporta como una niñata consentida y él no desea lidiar con eso en esos momentos. Por ahora, debe encargarse de dejar listo sus negocios antes de viajar.

Mientras este se encarga de resolver sus asuntos, la rubia destruye todo en la habitación.

—¿¡¿Quién carajo se cree para darme ordenes?!? ¡No soy su empleada! —Grita y lanza un libro contra un espejo provocando que este se haga añicos sobre el suelo. —¿¡¿Por qué no me deja ir?!? ¿¡¿Por qué no puede simplemente dejarme en paz?!? —Grita con rabia. Toma el borde del edredón que cubre la amplia cama lanzando todo lo que estaba sobre esta al piso. —¡Maldita sea! —Grita y comienza a caminar hacia el ventanal, pero un fragmento del espejo roto se incrusta en la planta de su pie. —¡Carajo! —Suelta un gruñido al ver la sangre brotar en gran cantidad.

La puerta se abre dejando ver al castaño con una cara de fastidio, pero al ver el desastre en la habitación, su rostro cambia rápidamente reflejando ira. Con sus ojos busca a la rubia y la encuentra sentada en el suelo sollozando de dolor. Se acerca a ella, se coloca de cuclillas y ve el pedazo de cristal clavado en su pequeño pie.

—¿Así que por esto dejó de hacer su berrinche? —Pregunta con diversión. La rubia deja de mirar su pie para mirar al hombre frente a ella y fulminarlo con la mirada. —Creo que esto es una lección para que aprenda a ser buena chica —Continúa bromeando. —Y aunque me gustaría continuar viéndola tan dócil y sumisa, si sigue perdiendo sangre se desmayara —La toma en brazos y esta no se queja. Se siente exhausta tanto física como mentalmente. Su cuerpo tiembla y no comprende si es por la herida en su pie o por las grandes manos del castaño sosteniendo su cuerpo. El castaño camina con destreza y elegancia como si el peso en sus brazos no fuese mucho aunque para él, no lo es. Entra en su habitación y deja a la rubia sentada en el borde de su cama. —Se quedará aquí, tranquila —Le ordena.

La Bella y la Bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora