No podía dejar de pensar en las palabras que Hugo, que me distraían e impedían que me centrase en otra cosa. En mis manos descansaba el antiguo herbario que Víctor y Virginia habían traído de mi cabaña, ya que no habíamos encontrado nada sobre la euforbia tras revisar los ejemplares de la biblioteca.
El estado de Dante seguía siendo crítico, pero mi preocupación se mantenía bajo control. Hacía más de siete horas que no abría los ojos, pues su organismo necesitaba recuperarse del dolor y el agotamiento que provocaba la rápida sanación de nuestra especie. Su piel se había regenerado por completo, y si no fuese por las escayolas y los hierros que se esforzaban por mantenerle los huesos en el sitio mientras se curaban, hasta daría la impresión de que dormía en paz. Su corazón latía estable y sus padres y Hugo se permitieron el lujo de quedarse dormidos en las butacas.
La manada estaba nerviosa tras pasar tantas horas sin tener contacto con su alfa, y aunque los vigías no habían vuelto a ver a ningún aberrante por la zona, ya no podíamos estar seguros. Los lobos confiaban en el beta y en los gammas, pero que el alfa estuviese ausente en una situación que les traía tantos recuerdos generaba intranquilidad en los corazones de todos.
—África, ha llegado la hora de tus medicinas —me susurró Ceylán mientras se acercaba a mí.
—No, gracias, ya me encuentro mejor —le respondí con una sonrisa.
—No empecemos.
—Mírame, ya me encuentro mucho mejor. No necesi-
El gruñido que resonó en la estancia me interrumpió y nos volvimos hacia Dante, que me observaba con la frente arrugada y la expresión seria.
—¿Por qué siempre te despiertas para regañarme? —Sus ojos se desenfocaron y parecía que le salía humo por las orejas.
—Dice que te tomes las medicinas.
—Ya las estoy tomando —respondí mientras levantaba el termo que tenía en la mano.
—¿Qué es eso?
—Un cóctel de hierbas buenísimo —respondí fingiendo que me fumaba un Marley.
Ceylán y Dante me observaron con una incredulidad que provocó que me riese entre dientes. El rostro del alfa se suavizó y el joven negó con la cabeza antes de moverse para intentar incorporarse. El doctor se acercó para asistirlo y Hugo, que se había despertado al escucharnos hablar, se levantó para ayudarlo. Entre los dos lograron que Dante sintiese el menor dolor posible para sentarlo contra el cabecero de la camilla, que a juzgar por sus gemidos, no fue poco.
—¡Dante! —exclamó Catalina en cuanto se despertó.
Ella y Javier se acercaron al alfa para envolverlo en un cuidadoso abrazo y se sumergieron en una conversación telepática que provocó que sonriesen con complicidad. Víctor y Virginia no tardaron en llegar y sus rostros se iluminaron con la mejoría del líder de la manada.
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La maldición del sol +18 (Completa)
Werewolf-Hombres lobo, romance, aventura- Tras pasar años recorriendo los países del mundo, África decide tomarse un descanso y pasar una temporada en el valle. El pueblo es precioso, sus habitantes encantadores y la naturaleza brilla con luz propia, pero l...