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Percibí un cambio en el ambiente que avivó mi consciencia y que me informó de que algo no iba bien. Sentía la presión de algo duro bajo mis músculos y moví los brazos para incorporarme, pero mi cuerpo no aceptó las órdenes que le envió mi mente y me quedé allí quieta, incapaz de moverme y sintiendo que una terrible sensación de malestar se extendía por cada centímetro de mi ser.
Olfateé el aire intentando averiguar qué era lo que estaba ocurriendo en mi entorno y traté de deshacerme de la bruma que se había apoderado de mi mente y que impedía que abriese los ojos. Escuché pasos que avanzaban en mi dirección y fruncí el ceño cuando mis sentidos se pusieron alerta. ¿Quién había entrado en mi casa?
Una fresca brisa rozó mi piel y despejó mi mente, confundiéndome con su baja temperatura, ya que era muy impropia de aquella época del año en el valle. Percibí un delicado olor a madera que me envolvió en una nube de naturaleza y abrí los ojos con cierta dificultad, suprimiendo un gemido al sentir que me dolía todo el cuerpo.
Mi mente no funcionaba correctamente, ninguno de mis sentidos lo hacía. Sabía que algo no estaba bien, pero no lograba activar mi pensamiento para determinar el qué, así que me centré en analizar lo que había a mi alrededor, descubriendo que me encontraba en una de las camillas de la enfermería y sintiendo como los recuerdos inundaban mi mente de golpe.
Los pasos de la persona que caminaba por el pasillo sonaban cada vez más cerca, pero su olor no me resultaba conocido, lo que permitió que me relajase al saber que no iba a tener que lidiar con alfas ni betas antipáticos nada más despertarme.
Tardé unos segundos en comprender que el olor a madera provenía de la ropa con la que me habían vestido, ya que la mía había quedado hecha trizas al haberme transformado, y a pesar de que aquel rastro me resultaba muy familiar, mi cerebro no lograba identificar su origen.
Percibí movimiento por el rabillo del ojo y me llevé una mano a la boca para suprimir el gemido que se había formado en mi garganta, ya que lo primero que vi al girarme fue al alfa que respondía al nombre de Dante durmiendo en la camilla de al lado.
Su pecho se movía al ritmo de su lenta respiración, que junto con el acompasado latido de su corazón, me indicó que estaba dormido. Se había tumbado de lado con la cabeza mirando en mi dirección, lo que permitió que lo estudiase con detenimiento.
El recuerdo de sus ojos color miel brilló en mi mente al ver que su cabello se teñía de tonos similares, y mi mirada se perdió siguiendo las formas de los cortos mechones castaños que se arremolinaban sobre su frente.
La intensidad de sus pestañas me llamó la atención, pero mis ojos se deslizaron por su recta nariz para de detenerse en sus carnosos labios durante un segundo de más. En mi pecho se despertó una inapropiada calidez que me incomodó, y desvié la mirada hacia la ligera barba que cubría la parte inferior de su rostro en un vano intento de apaciguar mi parte más salvaje.
Pero la atracción que sentía hacia él no hizo más que aumentar en cuanto mis ojos siguieron la línea de su camiseta, apreciando los músculos que se escondían bajo la tela y observando sus fuertes brazos antes de detener la mirada en sus manos.
—Veo que ya estás despierta —dijo una voz masculina que me sobresaltó a pesar de haber llegado a mí en forma de susurro.
Al volverme hacia el lugar del que provenía me encontré con unos ojos grises que me recibieron con un sincero alivio, y el hombre se acercó a las máquinas que medían mis constantes vitales para comprobar sus valores.
—¿Cómo te encuentras? —me preguntó antes de acercarse a mí para examinar mis ojos con una linterna.
—Agotada —respondí tras analizar mi estado. El hombre se rio con delicadeza.
—No me extraña, no entiendo cómo has sobrevivido a tal ca...
—¿A tal qué? —pregunté con curiosidad al ver que dejaba la frase en el aire.
—El matalobos es muy peligroso para nosotros, ya sabes.
—Sí, pero eso no es lo que ibas a decir. —Su mirada se llenó de calidez y el joven se distrajo reponiendo una de las bolsas de líquidos que iban directas a mi torrente sanguíneo.
—¿Recuerdas lo que ocurrió cuando te despertaste?
«Cómo olvidarlo» —pensé mientras asentía con la cabeza.
—Si te enfadas o te pones nerviosa, tu corazón acelerará su ritmo, provocando que los restos de acónito que todavía no hemos conseguido eliminar de tu organismo te debiliten y te afecten con mayor intensidad.
Asentí con la cabeza al saber que lo que decía el médico era cierto, pero no podía dejar de pensar en qué sería lo que iba a decir antes de interrumpirse a sí mismo. ¿Cómo había sobrevivido a tal qué?
—Intenta permanecer calmada y ajena a las emociones fuertes y los sobresaltos —añadió con una sonrisa que correspondí de buena gana—. Me llamo Ceylán, por cierto. Soy el doctor de la manada.
—¿De qué manada? —pregunté con el ceño fruncido mientras estrechaba su mano.
El rostro del joven se torció al comprender que había hablado de más y su cuerpo se tensó al instante. Sus ojos se desenfocaron durante unas milésimas de segundo, indicándome que se estaba comunicando telepáticamente con alguien de la manada, y sus músculos se calmaron poco después.
—Volveré más tarde para ver cómo te encuentras —dijo con una sonrisa mientras se alejaba de la camilla—. Alfa Dante —añadió con un asentimiento de cabeza que provocó que un incómodo hormigueo apareciese en mis manos al comprender que el alfa se había despertado.
—Gracias.
Ceylán me dedicó una agradable sonrisa antes de salir del cuarto y yo cerré los ojos y me limité a apoyar la cabeza contra la pared, tratando de ganar fuerzas para enfrentarme al alfa que me quemaba con la intensidad de su mirada.
¡Casi me olvido de que era martes!
¿Tenéis idea de qué secretos ocultan estos personajes?
¿Qué os está pareciendo la novela? ¿Creéis que tiene un buen comienzo?
¡Nos leemos!
Y biquiños ;)
❤❤❤
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La maldición del sol +18 (Completa)
Werewolf-Hombres lobo, romance, aventura- Tras pasar años recorriendo los países del mundo, África decide tomarse un descanso y pasar una temporada en el valle. El pueblo es precioso, sus habitantes encantadores y la naturaleza brilla con luz propia, pero l...