62. Música

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El silencio que se instaló en la estancia se alargó durante lo que pareció toda una eternidad. Podía sentir las miradas de los miembros de la Manada de las Montañas Nevadas clavadas en mi rostro, y también la tristeza y el dolor que provocó en mis antiguos hermanos tener que recordar lo sucedido. Sabía que no comprendían por qué había compartido con nuestros enemigos aquella información, pero que me hubiesen apoyado sin reservas hacía que mi corazón latiese con más fuerza.

—Joder —dijo Víctor con franqueza.

Dante me miró con una intensidad que me quemó por dentro y sus ojos se transformaron para mostrar el río dorado que fluía en sus iris. Deseé poder comunicarme con él a través del vínculo para que me dijese qué pasaba por su mente, pero el alfa se mantuvo serio y en silencio, observándome desde la distancia y sumido en sus propios pensamientos.

—¿Entonces llevas todo este tiempo sin ver a nadie de tu manada? —me preguntó Hugo.

—Ocho años, cinco meses y doce días —dijo Adrián con dolor en la voz.

Las palabras del joven enviaron un pinchazo a mi corazón y me acerqué para abrazarlo y reconfortarlo. Con el paso del tiempo había aprendido a lidiar con el dolor que me producía su ausencia, pero desde que convivía con Dante y su manada me resultaba más difícil ignorar aquel sentimiento de pérdida.

—Los padres de Adrián eran los alfas de nuestra manada —expliqué con voz suave—. Ambos murieron en el primer ataque y su tía Lucinda se encargó de criarlo —añadí mientras le dedicaba una sonrisa a la mujer.

¿Y seguís sin saber por qué os atacaron? —me preguntó Dante en lengua de signos, lo que sorprendió a los miembros de mi antigua manada.

—No tenemos ni idea. Las circunstancias entre los ataques cambiaron por completo, al igual que los miembros de la manada, el territorio, el Consejo...

—¿Crees que podrían estar buscándote a ti? —me preguntó Ceylán con el ceño fruncido.

—¿A mí? —pregunté divertida—. ¿Por qué iban a quererme a mí?

—Oh, por nada. Convertirse a los dieciséis años en la alfa de una manada aniquilada y conseguir sacarla adelante, vencer al ejército de aberrantes de Marcus y esconder la existencia de cada uno de tus hermanos mientras te conviertes en una alfa nómada no es nada que sea digno de mención —protestó Víctor.

—Amén, hermano. —Matías sonrió antes de ofrecerle el puño para que lo chocase, algo que el gamma hizo encantado. Puse los ojos en blanco ante su comportamiento inmaduro y Raúl se rio entre dientes.

—Poner los ojos en blanco no es un gesto propio de una alfa —dijimos al unísono, lo que dibujó sonrisas en nuestros rostros.

—Han tenido decenas de oportunidades para capturarme o acabar conmigo si yo fuese su objetivo —dije después de un rato.

La maldición del sol +18 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora