69. Código

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No sabía cuántas horas habían pasado desde el inicio de la batalla, pero el sol se acercaba cada vez más a la línea del horizonte. Mi cuerpo no podía más y lo mismo le ocurría a mis hermanos. Cada vez perdíamos a más lobos a manos de los malditos aberrantes y ya no nos quedaba ningún as en la manga con el que hacerles frente.

Nuestros enemigos parecían nutrirse con nuestra falta de fe y era evidente que el agotamiento y la desmotivación pasaban factura en nuestras filas. Los lobos de mayor rango y yo tratábamos de mantener la moral de nuestras tropas alta, pero los recuerdos de lo ocurrido, las atrocidades cometidas por Marcus y sus aberrantes y el sufrimiento con el que teníamos que lidiar eran una losa con la que no podíamos seguir cargando.

No había nadie en aquel claro que no supiese que estábamos perdiendo la batalla, pero había algo en nuestro interior que impedía que nos rindiésemos. No sabía si lo que permitía que nuestros corazones siguiesen latiendo era el odio acumulado hacia los aberrantes de Marcus, el dolor provocado por todo lo que le habían hecho a nuestra especie o las ganas que teníamos de vivir, pero por muy malheridos y desesperanzados que estuviésemos, seguíamos poniéndonos en pie para tratar de abatir aunque solo fuese a un aberrante más.

El suelo estaba repleto de cadáveres de ambos bandos y el olor a muerte impedía que me concentrase en trazar un plan de ataque, pues en lo único en lo que podía pensar era en los cientos de aliados y hermanos que habíamos perdido en las últimas horas. El sufrimiento de la manada fluía por mis venas y me paralizaba al evocar los recuerdos de lo ocurrido en los años posteriores al ataque de la Manada del Lago Infinito. Mi manada y mis hermanos, mi familia, mis amigos y mis seres queridos, muertos, mutilados y torturados. Recordé el sufrimiento y la miseria en la que nos sumimos tras ver nuestros hogares arder, el peso de una vida que se convirtió en cenizas ante nuestros ojos.

El odio que latía en los corazones de los lobos de la manada de Dante me debilitaba sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Sentí la desesperación que habían vivido bajo el mandato de Marcus y la voz de aliento de mi padre resonó en mi pensamiento y me llenó los ojos de lágrimas. Estaba tan cansada que no tenía fuerzas para ponerme en pie y la mirada de mi madre cobró vida en mi mente. «Eres más fuerte de lo que piensas, África, sé que puedes hacerlo», me decía siempre que me encontraba con un obstáculo que no conseguía superar.

La tristeza y el dolor de su pérdida se liberaron en mi interior y me sacudieron con una fuerza para la que no estaba preparada. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas mientras recordaba el momento en el que mi hermano había exhalado su último suspiro. Ellos jamás se habían rendido, habían luchado hasta el final por nuestra familia y por nuestra manada, y yo estaba allí tumbada en lugar de proteger a mis hermanos y hermanas. La culpabilidad y la vergüenza se apoderaron de cada centímetro de mi piel. No quería decepcionarlos, quería que estuviesen tan orgullosos de mí como yo lo estaba de ellos, pero mi mente estaba tan débil que fui incapaz de volver a levantarme.

La maldición del sol +18 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora