02

371 40 8
                                    

Lewis sintió que se congelaba al escuchar aquella voz. Su mente divagante volvió a la realidad de golpe. Se giró sobre sí mismo, lentamente, aún con la camiseta entre sus manos. El dueño de la voz lo miraba desde la puerta de la habitación con una expresión indescifrable entre asqueada, burlona y enojada. Se trataba de un chico de cabello rubio, lacio que caía sobre su frente ligeramente húmedo, llevaba ropa deportiva roja y negra y una toalla sobre los hombros. Lewis lo miraba fijamente, completamente en blanco.

—¿No vas a contestar?- preguntó nuevamente sin moverse de la puerta.

Lewis reaccionó definitivamente, tiró la camiseta sobre la cama y se rascó la parte de atrás de la cabeza, nervioso, mientras pensaba intensamente en que contestar. Pero su mente estaba confusa, además estaba muy avergonzado. El otro chico miró a su alrededor cuidadosamente notando el equipaje de Lewis.

—¿Eres mi nuevo compañero de habitación?- inquirió redirigiendo su vista hacia Lewis. Esta era una pregunta que Lewis sí se sentía confiado al responder.

—Ah... sí.- contestó Lewis aún un poco dudoso.

El otro chico le dio una sonrisa desabrida por toda respuesta y finalmente se adentró en la habitación quitándose la toalla del cuello y dejando caer la mochila que llevaba sobre uno de los escritorios.

—Estooo... mi nombre es Lewis Hamilton. ¿Tú eres Max, cierto?

—Solo te voy a decir un par de cosas
-lo interrumpió dejando súbitamente de hacer lo que estaba haciendo.
—Uno: no me llames Max. Es Max, Verstappen para ti. Dos: no dejes ninguna de tus mierdas regadas por la habitación, ni tampoco ensucies nada, decora tu rincón como quieras pero con mis cosas no te metas. Y tres...- mientras hablaba se había acercado a Lewis y ya se encontraba a menos de veinte centímetros, completamente invadiendo su espacio personal. Notó que Lewis era más bajito que él, y aunque a primera vista le había parecido un tipo normal, sin nada relevante en su aspecto, ahora que lo tenía tan cerca notó que tenía ojos grandes, muy expresivos, casi tiernos en los que ahora se reflejaba el desfile complicado de emociones que experimentaba Lewis. Parecía un tipo digno de su atención, meterse con él probablemente iba a ser divertido. Lewis se notaba incómodo, aún así no había retrocedido ante el avance de Max y esto se debía a que la cercanía de ambos lo había inundado nuevamente con aquel olor embriagador que emanaba directamente de su cuerpo ligeramente sudado. Nada de esto pasaba desapercibido para Max, notó que claramente había algo en él que alteraba a Lewis de forma curiosa así que decidió empezar a molestarlo un poco con su tercera condición. Se inclinó hasta su oído y susurró:
—... no hagas cosas tan tiernas como esa de hace un momento, ¿ok? Porque si te vuelvo a ver haciéndolas no sé qué pueda suceder contigo.- Lewis se alejó de un brinco y miró a Max confundido. Este agregó con una sonrisa burlona—Debes saber que me gustan mucho las cosas tiernas.
-concluyó deslizando una mano desde el hombro de Lewis hasta la parte baja de su espalda. Se dio la vuelta y volvió a agarrar la toalla que traía, agarró un pequeño bolso también negro que había sobre su escritorio y salió de la habitación aún con una gran sonrisa en el rostro.

Lewis se quedó parado donde estaba, completamente paralizado. No sabía ni que pensar. Honestamente en menos de cinco minutos le habían pasado unas cuantas cosas que probablemente nunca quisiera recordar. Las preguntas se formulaban en su mente una tras otra sin darle tiempo a intentar pensar en una respuesta para alguna. Después de unos treinta segundos de inmovilidad se forzó a sí mismo a llegar a la conclusión de que su compañero era un poco...raro, y con bastante carácter. Soltó un amplio suspiro, principalmente debido al cansancio tanto físico como mental que sentía, se estiró y se sacudió un  poco, quería deshacerse de la sensación de la mano de Max en su espalda. Finalmente decidió desempacar sus cosas, pero cuando dio el primer paso se detuvo en seco al notar algo raro. Se llevó una mano rápidamente a su entrepierna y casi se ríe de no ser por lo inaudito de la situación. Si, ni él mismo podía creerlo, pero tenía una erección.

El anexo; Lewstappen. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora