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Por la mente de Lewis pasaron fugazmente varias cosas. A pesar de estar completamente paralizado su cabeza trabajaba frenéticamente, la principal idea que trataba de aclarar era la de encontrar una forma de escapar de aquella situación. La mirada de Max era intensa, no podía apartar sus ojos de él, sin embargo sabía que aquello era demasiado extraño. No llevaba ni una semana allí y ya estaba encerrado en una habitación con un tipo que lo miraba como si fuera la cosa más suculenta del mundo, y lo peor de todo es que tenía miedo, tenía muchísimo miedo, porque sabía que si Max se le acercaba, la resistencia que podría ofrecer era ínfima.

Cuando Max finalmente se movió lo hizo para poner el seguro de la puerta y dejar lo que traía en las manos sobre su escritorio, aún lo miraba fijamente mientras hacía cada cosa, sin borrar esa molesta sonrisa de su rostro. Lewis lo miró en silencio, dejó que se le acercara sin mover un solo músculo. Cuando finalmente estuvo parado frente a él, Max lo miró de arriba abajo, detalladamente, como evaluándolo. Lewis no pudo evitar fijarse también en el cuerpo de Max, se sorprendió a sí mismo admitiendo que tenía buena figura, sus músculos creaban un relieve extremadamente atractivo a sus ojos. Incluso se sintió un poco nervioso al tenerlo cerca mientras estaba semidesnudo, especialmente porque notó que su cuerpo estaba empezando a reaccionar. Max estiró la mano y la puso sobre el pecho de Lewis. Agarró la tela del t-shirt y tiró de ella con fuerza, obligando a Lewis a acercarse a él.

—No creo que esto sea tuyo.- le dijo con tono áspero. Lewis cayó en cuenta de que aún tenía la ropa de Charles puesta.—¿De quién es?- le preguntó, aun cuando sabía perfectamente la respuesta. Lewis alzó la vista para mirarlo a los ojos. Lo tenía tan cerca que era intoxicante, podía ver perfectamente cada uno de los detalles de su rostro, sus ojos afilados, de color azules, sus labios algo gruesos, pero elegantes, el ángulo de su barbilla...

—¿Te vas a quedar callado de nuevo? Te dije que eso te iba a traer problemas.

—No, no es mío. – Respondió de repente.—Aunque no creo que necesite responder algo que ya sabes... Max. - Ya se estaba cansando de que juguetearan con él.
Max se sorprendió un poco ante la reacción de Lewis.

—Vaya, después de todo puedes hablar.

—Claro que puedo hablar. Como mismo puedo llevar puesto lo que me dé la gana.

—Bueno... ya en eso estás un poco equivocado.- Max soltó el t-shirt y movió su mano hacia abajo sin dejar de rozar levemente la tela, bajó todo el camino hasta la parte baja de su abdomen, provocando que el chico, muy a su pesar, se erizara por completo. Cuando llegó al final, a la altura de la pelvis de Max deslizó su mano por debajo, rozando directamente su piel, miró a Lewis que tenía sus ojos fuertemente cerrados antes de continuar, esta vez movió su mano hacia arriba asegurándose de tocar todo su abdomen mientras le levantaba la ropa. Lewis había cerrado los ojos sin ofrecer resistencia, sintiendo extasiado como la mano de Max recorría su cuerpo y dejándose llevar por aquel intoxicante olor que ya conocía muy bien y que lentamente lo estaba volviendo loco.—¿Sabes por qué no puedes llevar puesto lo que te dé la gana? – Lewis abrió los ojos. Max lo miraba intensamente mientras se mordisqueaba el labio inferior humedeciéndolo.—Porque desde que llegaste aquí te convertiste en mi pertenencia. Eres todo mío, lo quieras o no. Así que no puedo permitir que uses la ropa de otro tipo tan a la ligera.- Lewis abrió los ojos sorprendido ante lo que Max le acababa de decir con el descaro más increíble. Sin embargo no tuvo tiempo de quejarse. Max colocó la mano que tenía libre en su nuca y lo besó con esos mismos labios que acababa de humedecerse. Lewis se estremeció ligeramente. Pero para su sorpresa fue increíblemente suave, Max acarició sus labios con los suyos y los mordisqueó lentamente, incluso se tomó un par de segundos antes de introducir su lengua. Lo besó sin la bestialidad que Lewis pensaba que lo caracterizaba, solo lo disfrutó, suave y sensualmente. La primera reacción de Lewis fue la de empujarlo, pero no llegó a hacerlo, ni siquiera ofreció resistencia o cerró los labios. Solo se dejó llevar, en parte porque estaba recibiendo uno de los mejores besos de su vida y en parte porque ya el olor de Max lo tenía completamente hipnotizado. Ya se había rendido. A partir de aquel momento podía hacer lo que quisiera con él.

El anexo; Lewstappen. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora