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A la mañana siguiente Charles se despertó más temprano de lo usual. A pesar de que su cuerpo se había relajado y por primera vez en mucho tiempo había logrado dormir la noche de un tirón, le resultó imposible dormir hasta tarde en una habitación que no era la suya. Eran apenas las siete y dieciséis minutos de la mañana. Pensó en quedarse allí sobre la cama, remoloneando. Se acomodó sobre su costado y vio a Checo durmiendo plácidamente a su lado, con los labios entreabiertos y el pelo revuelto sobre la almohada. Una sonrisa invadió su rostro mientras corría delicadamente un par de mechones que había sobre los ojos de Checo. Incluso durmiendo era lindo. Su rostro lucía tan tranquilo que en serio le hacía pensar que no había nada malo en el mundo, que todo era simplemente hermoso. Lo miró durante un par de minutos más, simplemente dejando su mente en blanco hasta que una sensación familiar se instaló en su vientre: tenía hambre. Le dio algo de gracia porque hacía mucho tiempo que su cuerpo no le pedía alimento de aquella forma tan... sonora. Salió de la cama sin hacer ruido, asegurándose de no despertar al chico que dormía junto a él. Se puso una camiseta y se acomodó un poco el cabello antes de salir de la habitación. Lewis les había dicho que no tuvieran reparos en tomar lo que necesitaran, así que supuso que no habría problemas si bajaba a desayunar algo. Mientras bajaba las escaleras un delicioso y nostálgico olor inundó sus fosas nasales haciendo que sus tripas brincaran de gusto. Alguien estaba cocinando, y a juzgar por el olor, se trataba de algo que no comía hace mucho tiempo.
Se acercó a la cocina tratando de no hacer ruido, temeroso de que se tratara de algún familiar de Lewis o de alguien del servicio, pero la ancha espalda que apareció en su campo visual era una que conocía muy bien.

—Buenos días, Max.
El dueño de la amplia espalda se dio la vuelta algo sorprendido y le dedicó una mirada suave en cuanto constató de quien se trataba.

—Mmh.- fue la respuesta que le dedicó antes de devolver su atención a lo que estaba haciendo en la sartén.

—¿Qué haces?- Charles no se extrañó por la escueta respuesta. Sabía cómo eran las mañanas de Max.

—El desayuno.

—Eso puedo verlo, Max. Me refiero a cuál es el menú.

—Bueno, casi todo lo que hay por aquí son cosas que se han traído del extranjero. Así que opté por algo un poco más... globalizado. Estoy haciendo huevos con tocino.-se giró brevemente para dedicarle un pequeña sonrisa penosa a Charles—Tampoco soy precisamente un chef.

—Oh, no.- Charles se acercó a él y miró desde atrás la apetitosa apariencia de las franjas de tocino friéndose en su propia grasa.—Ese es mi desayuno favorito.

—¿Ah sí?

—Sí, mi mamá lo hacía mucho para nosotros cuando éramos pequeños allá en Mónaco. Sé que es algo simple, pero no hay ningún niño que no ame los huevos con tocino.

—Yo no soy precisamente un fan.

—Por cierto. No sabía que cocinabas.- Charles se alejó un par de pasos y se apoyó en la meseta para continuar viendo como Max cocinaba. A pesar de no ser experto, manejaba muy bien los utensilios y lucía bastante seguro.—¿No te da miedo quemarte? No tienes puesto nada encima.

—A veces el aceite brinca un poco, pero no es nada grave. No traje ropa y no quise tomar nada de Lewis sin pedírselo.

—Eso es una bobería. Él no se hubiera enojado.

—Si te soy sincero tenía la esperanza de que él se levantara primero.

—Ya veo...- Charles le dedicó una mirada pícara.—... seguro ibas a hacer toda la rutina de ''desayuno en la cama y después me comes a mí'', eh.

Max sonrió ante la ocurrencia aunque no se alejaba mucho de su objetivo original.

—No exactamente.

El anexo; Lewstappen. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora