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Lewis lo miró. Estaba bastante transpirado. Su camiseta mojada y sus músculos recién ejercitados capturaron sus ojos con tanta fuerza que ni siquiera respondió el saludo. Max lo notó, bueno, cualquiera lo notaría. Era difícil no notar esa mirada hambrienta. Sin embargo Lewis estaba tan confundido que no sabía qué hacer, mientras tanto, sus ojos se movían por sí solos. Lo único que podía pensar era que tenía la suerte más perra del universo, para que la primera persona que admiraba en aquella bendita escuela fuera nada más y nada menos el hombre con el que por poco se acostaba el día anterior. De solo recordar este hecho, sintió como se alteraba su pulso y la sangre comenzaba a subir desde su cuello hasta sus orejas. Se rascó la nuca en un intento por disminuir la sensación de calor.

—¿No me vas a contestar?- insistió Max acercándose un poco más y arrinconándolo contra la pared. Lewis intentó separarse de él pero, en efecto, la pared se lo impidió. Intentó correrse hacia un lado pero Max estiró su otro brazo cortándole definitivamente el paso y algo le decía que si intentaba pasar por debajo lo iba a detener de alguna u otra manera. Lewis se quitó la gorra y suspiró mosqueado.

—¿Ahora qué quieres?- le preguntó con tono molesto evitando mirarlo a los ojos.

Max dobló los brazos, apoyando sus codos contra la pared, arrinconando a Lewis mucho más. Estaba tan cerca de él que prácticamente su cabello le hacía cosquillas en la nariz. Lewis se puso más nervioso e intentó mirar por encima del hombro de Max.

—Tranquilo, nadie nos va a ver.- lo tranquilizó Max agachando un poco la cabeza para poder mirarlo a los ojos.—Tampoco estamos haciendo nada que no se pueda ver ¿o sí?- estando tan cerca podía ver como Lewis tragaba en seco frecuentemente y su respiración se volvía más y más agitada.—Solo quiero estar cerca de ti. ¿No puedo?

—¿Desde cuándo tú y yo estamos en una relación en la cual puedes ''estar cerca de mi'' cada vez que te dé la gana?

—Bueno, puede que no tengamos ese tipo de relación, pero...- se interrumpió mientras se metía una mano en el bolsillo y sacaba su teléfono—... de que puedo hacer contigo lo que me dé la gana, puedo.- concluyó agitando el teléfono frente a los ojos de Lewis quien los abrió como un par de platos. Se había olvidado por completo de las fotos.

—Tú no harías eso...

Max se encogió de hombros.

—No sé. Las fotos quedaron geniales. Con un cuerpo como el tuyo seguro se vuelven virales en un par de horas. -guardó nuevamente su teléfono y volvió a poner su brazo contra la pared—¿Haz considerado una carrera de modelaje? Serías muy buen modelo de ropa interior. Aunque bueno... en las fotos no tienes mucha ropa puesta que digamos.

—Eres un hijo de puta.- siseó Lewis desviando su mirada hacia el piso.

Max esbozó una sonrisa macabra. Con un rápido movimiento agarró la entrepierna de Lewis e hizo suficiente presión como para llamar su atención.

—Vuelve a decir eso en voz alta si te atreves.- le susurró en el oído. Lewis cerró los ojos con fuerza estremeciéndose. Pensó que perdería sus pelotas de un momento a otro pero los planes de su mayor eran un poco distintos. Max comenzó a mover su mano suavemente, acariciando el bulto de Lewis.—Dilo. Quiero oírte.- continuó susurrando para luego morder suavemente el lóbulo de su oreja. Lewis soltó aire suavemente a medida que su cuerpo se iba erizando por completo. Estar cerca de Max hacía que se volviera terriblemente sensible, le era imposible oponer resistencia. Esto lo frustraba. Pero no podía hacer nada con aquellos sentimientos encontrados. Su mente decía una cosa pero su cuerpo otra, y definitivamente su cuerpo gritaba más alto. Cerró sus puños con fuerza, intentó reunir fuerzas para golpear a Max, quitárselo de encima y, de paso, darle una buena paliza. Sin embargo, sintió como los labios de Max se posaban lentamente sobre los suyos, casi en cámara lenta. No pudo evitar gemir temblorosamente y aflojar la fuerza de sus puños. Max seguía acariciando su entrepierna a medida que lo seguía besando, chupando sus labios sensualmente y jugueteando con su lengua a lo largo de sus encías. Lewis, muy a su pesar, sentía que se iba a volver loco. El olor de Max hacía que cada uno de aquellos estímulos sexuales se intensificara insoportablemente. Primero puso sus manos en la cintura de Max, luego empezó a mover sus labios, a corresponder el beso, sentía como si fuera a asfixiarse en cualquier momento pero no quería separarse. Quería seguir, aquello se sentía demasiado bien. El que detuvo el beso fue Max, buscando oxígeno. La forma en la que Lewis se derretía con él no dejaba de excitarlo. Lo miró a los ojos mientras recuperaba el aliento. Incluso su mirada cambiaba, de aquella expresión fiera e incómoda que le dedicaba normalmente a una completamente lasciva y necesitada.

—¿Tanto te gusto?- le preguntó jugueteando con sus labios, haciendo como si lo fuera a besar de nuevo pero apenas rozando la piel de sus labios. Lewis se dejó llevar por su jugueteo y movió la cabeza siguiendo los labios de Max.

—Ya te dije que no.

—Pero no te creo... ¿Tú te creerías?... ¿Aquí?... ¿Ahora?- quitó la mano que tenía en la entrepierna de Lewis y con ambas manos agarró sus nalgas, presionándolo contra él, juntando ambas erecciones a través de la tela de sus pantalones. Lewis gimió algo fuerte ante el repentino movimiento.

—...¿Así?

—Deja de jugar conmigo.

—Te dije antes que me pertenecías.
Que eras todo mío. Lo cual implica que puedo hacer contigo lo que quiera.

—¿Desde cuándo...puedes decidir eso solo?

—Desde que decidiste actuar como una perra delante de mí. Pero no te preocupes, sé que necesitas una razón para convencerte a ti mismo. Por eso tomé las fotos, ya puedes mentirte y decirte que haces todo esto para proteger tu reputación.

—¡Pero yo no lrf...!- intentó protestar Lewis, pero Max le tapó la boca con un beso y apretó un poco más sus nalgas. Lewis continuó algo tenso pero se relajó rápidamente al volver a sentir los labios de Max.

—¿Ves?- se mofó Max separándose por un segundo para continuar lo que estaba haciendo. Lo siguió besando hasta que nuevamente le faltó el aire. Se separó de él suavemente y lo soltó. Recogió la gorra que se había caído de los dedos de Lewis hacía unos minutos y se la puso en la cabeza, acomodándosela dedicadamente.
Lewis se dejó hacer mirándolo con atención, aún un poco agitado y terriblemente excitado. Max retrocedió un paso y lo miró, como revisándolo para luego sonreír de medio lado, complacido. Se dio la vuelta y se retiró pasillo abajo dejando a Lewis donde estaba.

—¿Pero qué...?.- Lewis se quedó de pie allí. Sin entender nada.—Será hijo de perra...- se llevó las manos a la cabeza y se agachó volviéndose contra la pared.—¡Serás imbécil Lewis Hamilton! ¿Cómo dejas que te haga lo mismo? - se golpeó la cabeza contra la pared un par de veces mientras seguía balbuceando sus quejas. Se detuvo al sentir unos pasos a sus espaldas. Se puso de pie y giró rápidamente. Max se acercaba de nuevo a él, esta vez con un par de botellas de refresco en sus manos. Le aventó una a Lewis y se quedó de pie, bebiendo la suya a un par de pasos de él.

—Vamos.- le dijo al notar que Lewis se le quedó mirando como un bobo con la botella entre las manos.
Lewis abrió un poco más los ojos y miró a un lado y luego a otro.

—¿A dónde?

—Estabas buscando algo ¿no? No creo que llegaras aquí por pura casualidad.

¿Buscando algo? Lewis había olvidado completamente cuál era su objetivo inicial.

—Sí, esto...estaba buscando la sala del club de esgrima. Me interesa unirme así que... eso.
-Max se dio la vuelta aun bebiendo y le hizo un gesto con la mano para que lo siguiera. Lewis caminó detrás de él hasta que le alcanzó y continuó a su lado. Max fue hasta la escalera y subió seguido por Lewis hasta el tercer piso. En ese piso la situación era completamente distinta al primero. Había más alboroto, y se podían ver a más personas en los pasillos usando distintas vestimentas deportivas. Max avanzó con las manos en los bolsillos, en parte para disimular su erección y en parte porque formaba parte de su estilo. Lewis lo imitaba a medio metro de distancia. Las reacciones de repentino silencio y miradas atentas no se hicieron esperar. Lewis se sintió un poco incómodo al notar que todos lo miraban y salían de su paso, incluso tíos que le sacaban casi treinta centímetros de estatura y que podrían hacer un pretzel con él en cualquier momento se quitaban. Miró a Max de reojo que caminaba con soltura y se preguntó qué tipo de persona había que ser para que hasta los gigantes del club de judo salieran de tu camino y te miraran con respeto desde la distancia. Finalmente se detuvieron frente a una habitación que estaba cerrada. Max abrió la puerta sin llamar y se asomó. En el interior se llevaban a cabo las prácticas del club de esgrima, las cuales se detuvieron como en una fotografía al notar la invasión de Max que recorrió la habitación con la vista, complacido para finalmente tirar del brazo de Lewis y prácticamente lanzarlo dentro de la habitación.

—Aquí estás- le dijo retirándose.
—Nos vemos.

La puerta se cerró detrás de él dejando a Lewis y a todos los que allí estaban en una sola pieza. De repente todas las miradas se desviaron hacia él y lo miraron con reticencia.

Maldita sea la hora.

El anexo; Lewstappen. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora