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Lewis se despertó sobresaltado. Su cuerpo se activó automáticamente como una máquina. La habitación estaba completamente a oscuras, al principio no reconoció el lugar, la cama se sentía extraña y hacia bastante frío. Poco a poco su cerebro se fue activando y recordó lo necesario. Recordó que estaba en Mónaco, en su nueva universidad, en su nueva habitación y en su nueva cama.
Se restregó los ojos con ambas manos y se rascó la cabeza con energía. Se sentía descansado aunque aún un poco confundido. Buscó su teléfono debajo de la almohada y revisó la hora: eran las once y media de la noche, Lewis anotó mentalmente que el cambio de hora iba a ser un dolor en el culo por un par de días y eso que solo era una hora de diferencia con Londres. Se sentó en el borde de la cama mientras terminaba de aclararse, frente a él estaba la cama de Max que dormía plácidamente envuelto en su sábana hasta la cabeza. Lewis sintió como un escalofrío recorrió su espalda al recordar lo que le había sucedido hacia unas horas con aquel chico que ahora dormía delante de él como si nada hubiera pasado. El olor nuevamente le vino a la mente. Ese maldito olor que lo volvía loco sin que él supiera por qué. Se sintió incómodo pensando en eso por lo que se puso de pie rápidamente. Hurgó en su mochila y sacó un short que usaba para andar en casa, se lo puso encima de los boxers y salió de la habitación haciendo el menor ruido posible.

El pasillo estaba completamente a oscuras, solo entraba la luz de la luna y del alumbrado público del campus por una de las ventanas. Hacía calor, pero menos que en la mañana. Aún así Lewis sintió la diferencia entre su gélida habitación y el exterior. Se sintió ligeramente desorientado, sin saber bien qué hacer en aquel lugar y a aquella hora. Vagar como un espíritu no era una opción así que se quedó de pie junto a su puerta pensando que hacer hasta que sintió unas voces en el piso inferior.

Mientras Max aún dormía, en la habitación 1E Lando yacía bocabajo sobre la alfombra de su habitación con su laptop frente a él. Oscar estaba acostado sobre su espalda jugando con su móvil. Ya Lando se había acostumbrado al hábito de Oscar de acostarse encima de él, era bastante ligero así que no le molestaba, incluso se sentía extrañamente cómodo y familiar tener a alguien así de cercano. El silencio de la habitación solo era interrumpido de vez en cuando por los sonidos prevenientes del teléfono de Oscar, Lando navegaba por internet tranquilamente, sin buscar nada en específico, solo perdiendo el tiempo. Llevaban así un par de horas por lo que Lando sabía que tarde o temprano Oscar no lo iba a soportar más, y en efecto no tardó en sentir su voz, hablándole sin siquiera moverse de su posición.

—¿Lando?

—Hmm

—¿No tienes hambre?

—Un poco.

—¿Por qué no vas a buscar algo en la máquina expendedora de allá afuera?

—¿Por qué no vas tú?

—No quiero...- Oscar se revolvió un poco encima de él, actuando de forma completamente infantil.
—Además si tú también tienes hambre eventualmente tendrás que ir, y así puedes aprovechar y traerme algo también.

Lando miró a Oscar por encima del hombro que le devolvió una sonrisa tan inocente como pudo.

—Sabes que tu ternura no funciona conmigo.- le contestó sabiendo lo que eso iba a provocar, y, en efecto, el rostro sonriente de Oscar cambió por completo a una expresión de fastidio.

—¡No seas así!- le dijo incluso empujándolo—¿Qué trabajo te cuesta? Es ahí mismo.

Lando se puso de pie quitándose a Oscar de encima, se acomodó el cabello con una mano y agarró la billetera encima de la cama.

—¿Qué quieres?

—Cualquier cosa de comer y algo de beber que no sea gaseado- Oscar había vuelto automáticamente a su juego en cuanto Lando se puso de pie.

El anexo; Lewstappen. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora