2 Noviembre de 2018, Sacramento, California.
Me senté junto a David en una de las bancas de la fría Iglesia en la que estábamos y puse a Marie entre nosotros. La mayoría de las personas que nos rodeaban eran ancianos y amigos de mis padres. James estaba por llegar y Johanna me hacía el favor de llevar a la oficina del sacristán las plegarias que había escrito para que el sacerdote las leyera durante la misa.
Fee había muerto durante la tarde-noche del primero de Noviembre y arreglamos el funeral para el día de hoy, pues estábamos demasiado destrozados como para sobrellevarlo en ese mismo momento. Era un día soleado, lo suficiente como para que fueran las once de la mañana. A pesar de todo, era un día irónicamente favorecedor para el evento: la celebración del Día de Muertos estaba presente en muchos lugares, ya fuera por publicidad o porque los mexicanos que vivían aquí mantenían la tradición. Fiona era una mujer tan pulcra que incluso había calculado un buen día para morir.
Apreté los dientes al dirigir una mirada hacia la gran foto que estaba colocada detrás de sus cenizas y rodeada de muchísimas flores blancas. Eso era todo lo que quedaba, después de todo, un puñado de polvo. La memoria era lo único que daba fe de la persona que ella alguna vez fue. Envolví mis dedos contra el borde de la banca y presioné con fuerza para contener el dolor y la angustia que me aplastaban. No era que estuviese tomando en cuenta el consejo de mi madre, pero Marie estaba frente a mí y había demasiada gente como para explotar de la nada.
Inhalé y exhalé despacito durante toda la misa, aunque al final terminé derramando lágrimas contra el pecho de James. Agradecía que su corpulencia apagara un poco el horrible sonido de mi pena. Tuve que calmarme cuando noté que mi comportamiento estaba afectando todavía más a mi hija, que estaba encogida y asustada en la banca y no se había movido de allí desde que habíamos llegado. La sostuve contra mí y la abracé para calmarla, conteniendo mis propios sentimientos para ayudarla a lidiar con los suyos.
El resto del funeral fue un borrón. No recuerdo nada más que comí un pastelillo que después devolví. El olor a flores y gente comenzó a mezclarse, a volverse nauseabundo y aturdía los sentidos. Hacía calor en aquella salita que nos habían dispuesto en la funeraria. Gente y más gente diciendo «Lo siento». Dolor de cabeza. Me negué a decir unas palabras y me enfoqué en contener mis emociones.
Por la noche James volvió a llevarnos a su casa y, por fin, pude dar rienda suelta a todo lo que había estado guardando. Imágenes de mi abuela pasaron en flashazos por mi cabeza durante un buen rato; lloré hasta quedarme dormida.
Cuando abrí los ojos, el sol estaba a medio cielo y apostaba que eran alrededor de las cuatro de la tarde. Como si hubiera bebido toneladas de alcohol anoche, la cabeza me retumbaba, los ojos me escocían, mi voz sonaba ronca y sólo formaba horrorosos graznidos. Me sentía pesada y los jugos gástricos me quemaban el esófago. El aire entraba lento y caliente, y tardaba un siglo hasta llegar a mis pulmones.
Si no me equivocaba, eran los primeros síntomas del duelo. Y era una basura.
El abatimiento era lo único que podía identificar dentro de mí, para lo único que tenía ganas era dormir todavía más.
Pero primero lo primero. Necesitaba llamar a David y saber que él estaba bien. Anoche había estado tan sumida en mi propio dolor que prácticamente me olvidé de él.
—¿Cómo estás? —le pregunté cuando su voz sonó, igual de asquerosa que la mía, al otro lado del teléfono.
—Estoy bien, Julia, no te preocupes por mí.
Rodé por la cama para apaciguar mi culpa, con todo el escepticismo del mundo respecto a las palabras que salían de la bocina del teléfono. A diferencia mía, mi hermano no había movido un sólo musculo para mostrar algún estado de ánimo en todo lo que duró el funeral. Él se había quedado toda la noche a velar por Fiona, pero yo no lo habría resistido, así que había huido de allí tan pronto como pude. Ahora pensaba que eso había sido un error y que debí de haberme quedado toda la noche.
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PISTAS DE QUIÉN SOY (Saga Pistas #1)
RomanceSer una mujer de negocios y una madre soltera no puede ser sencillo. Es por eso que nadie sabe cómo es que Julia Blackburn consigue manejar su vida. La realidad es que los eventos negativos de su pasado la mantienen atada de manos en sus relaciones;...