Dejó el mueble con delicadeza en el suelo. Se sacó los guantes y se quitó el sudor que con el dorso de la mano.
Había pasado toda la mañana moviendo muebles de un lado a otro. Si bien, no eran tan pesados para él, seguía siendo demasiado agotador.
Se lanzó al nuevo sofá y cerró los ojos por unos segundos. Ahora mismo, la casa era un completo desastre. Cajas por todos lados, maletas en un rincón, muebles sin acomodar todavía. Tenían mucho trabajo por delante.
¿Por qué nadie le dijo que la mudanza era tan estresante?
Agradecía el hecho de tener que trabajar en casa la mayoría del tiempo. Aunque el trabajo se estaba acumulando, tendría que quedarse algunas noches en vela.
Aburrido de estar viendo el techo blanco, se levantó de sofá y se puso manos a la obra. Ese día terminaría de acomodar todos los muebles de la sala de estar.
Las horas pasaron y el sol iba cayendo poco a poco, tiñendo las ventanas de rosa. Pero finalmente pudo mover todo a su lugar.
Se sentó en el suelo apoyando su espalda en el sofá y suspiró pesadamente. Maldecía el hecho de que Viktor tenía una reunión ese día. Mismo día que algunos muebles de la casa llegaron.
Cerró los ojos y estiró las piernas. Estaba demasiado cansado y tal vez una pequeña siesta no vendría mal.
—¿Enserio sigues durmiendo? —Preguntó una voz lejana pero conocida.
Sentía su mano fría pero suave acariciando su mejilla. Poco a poco fue abriendo sus ojos y se encontró con su esposo en frente suyo con el pijama puesto.
—¿Ah? ¿Qué pasó? —Preguntó con voz adormilada mientras se limpiaba el hilo de saliva que salía de su boca.
—Te quedaste dormido aquí, моя любовь. —Le explicó con voz suave sentándose también en el suelo junto a él.
—¿Es muy tarde? —Preguntó bostezando y dejando caer su cabeza en las piernas del ruso.
—Mmm, casi media...—Fue interrumpido por el rugido del estómago del más pálido.
Horacio levantó la mirada divertido y Viktor desvió la suya sonrojado. Sonrió de lado y se incorporó un poco para abrazarlo y darle algunos mimos. Siempre que despertaba de alguna siesta, el moreno se volvía como un gato que no paraba de dar acaricias.
—¿No has comido nada? —Preguntó besando su mandíbula. El moreno sabía que ese era el punto sensible del ruso.
—Mmm... solo el almuerzo, ¡auch! —Exclamó al sentir el suave golpe de su esposo en su cabeza. —¿¡Y eso por qué!?
—Por no comer bien, bête. —Le regañó mientras volvía a los suaves besos por todo su cuerpo haciendo suspirar al más alto. —Ahora vayamos a cocinar algo que estoy exhausto.
—Por cierto... lamento no haberte ayudado con los muebles de aquí. —Murmuró mientras se levantaban del suelo. —Mañana me encargo yo de los que faltan, ¿si?
—No te preocupes Vik, tenías una reunión y no podías faltar. —Envolvió su cintura con su brazo mientras se dirigían a la cocina. —¡Además! Mira estos músculos, esos muebles no son nada para mí. —Alardeó flexionando su brazo con una sonrisa. El ruso sonrió con ternura y pasó su brazo por encima de sus hombros dejando un beso en su coronilla.
Decidieron hacer algo rápido y no tan elaborado para poder ir a dormir rápido.
Volkov era el encargado de cortar las verduras y la carne. Por otro lado, Horacio se iba a encargar de cocinarlas.
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Some Volkacio And Something Else
RomanceRecopilación de Oneshots Volkacio que he publicado en Twitter. (@HalfCorvus)