Heaven is you

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Respiró profundo cerrando los ojos disfrutando de la brisa que golpeaba su rostro arrugado.

La música estaba en un volúmen moderado que era cómodo para los oídos de ambos hombres.

Horacio tarareaba y danzaba ligeramente al ritmo de la música que sonaba en la radio mientras conducía.

—¡Oh, esa canción me encanta! —Estiró su brazo para subirle el volumen con una sonrisa. 

Él solo observaba con una sonrisa boba a su esposo. A pesar de los años, el ruso seguía viendolo con aquellos ojos enamoradizos como la primera vez.

El moreno giró levemente su cabeza para verlo al sentir sus ojos que estaban posados en él. Le regaló una sonrisa sin comprender que le ocurría al ruso.

—¿Qué pasa?  —Preguntó volviendo su mirada a la ruta.

—Nada, nada. Sólo me gusta verte cuando cantas. —Murmuró en un hilo de voz. Las orejas del moreno se volvieron rojas ante ese comentario lo que hizo reir al más pálido.

Habían estado viajando por todos lados durante años. Cuando Horacio pudo por fin jubilarse, ambos decidieron escapar de aquella ciudad y por fin cumplir su sueño: conocer el mundo.

Compraron una caravana, hicieron las maletas y se fueron juntos de ahí.

Lo primero que hicieron fue conocer Estados Unidos. Viajaron y conocieron cada estado de este en tan solo un año.

Luego de eso, fueron a conocer el resto de América. Ese fue el recorrido más largo que hicieron. Tardaron alrededor de tres años en recorrer cada país. Fue un poco más complicado ya que debieron aprender español para comprender a los demás pero valió totalmente la pena.

Años antes de que Horacio se jubilara, su cabello fue cambiando poco a poco. Dejó de tintarse de colores porque sabía que lo estaba arruinando demasiado y lo dejó crecer.

Fue una decisión dificil de tomar ya que, para él, la cresta tenía una gran significado sentimental, pero cuando los meses pasaron, con ayuda de su esposo, lo terminó aceptando y amando.

Su cabello era castaño oscuro con suaves rulos que caían como si se tratase de una cascada acompañada por delgados mechones canosos.

A Viktor le encantaba como le quedaba ese peinado. Como si fuese descuidado pero cuidado a la vez, porque sabía que su esposo tenía miles de productos para el cabello. Y una cosa que amaba era pasar su mano sobre su cabellera y quedarse hipnotizado en ella. Horacio solo cerraba los ojos y disfrutaba de las caricias.

En cambio, el ruso no había cambiado en nada su estilo. Las arrugas comenzaron a aparecer por su rostro y su cabello se volvió completamente blanco. Había perdido mucha masa muscular pero eso ya no le importaba, pues ya no trabaja ni ejercía ningún tipo de fuerza.

Luego de America recorrieron toda Asía y Europa dejando como último Francia y Rusia, sus países natales.

Primero viajaron por Francia y podría decirse que fue uno de los que más disfrutaron. Algunas veces era disfrutar de la noche entera y dormir de día. No iban a fiestas, ya tenían la edad para eso, pero cenaban en restaurantes y luego caminaban por las calles francesas durante el resto de la noche charlando, riendo y dejando pequeñas caricias en el otro.

Por las mañanas despertaban con mimos que el contrario le otorgaba y se levantaban para desayunar. Algo que el moreno se dio cuenta es que Viktor amaba los croissant. Siempre compraba para desayunar.

—Te vas a atragantar de tanto croissant. —Comentó divertido mientras tomaba su descafeinado sentándose.

—Solntse, ¡Son deliciosos! —Explicó mientras le daba un mordisco. El moreno solo una risilla tierna al verlo así.

Some Volkacio And Something ElseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora