Capítulo 24

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El nacimiento del príncipe y las princesas trajo alegría al palacio, y el pueblo se regocijó con el nacimiento de un heredero.

El rey estaba muy ocupado con los asuntos de gobierno, mientras que yo me encargaba de atender al príncipe todo el tiempo.

Ya no volví a saber nada de Ri Ta, envié a alguien a su casa, pero se había ido, al parecer nadie sabía nada de ella. Me pregunto si estará bien y espero que no le haya pasado nada malo.

Llevo meses insistiendo para que él decreto de asesinar a los gemelos de la profecía sea anulada, sabía que no iba a ser fácil, muchos niños murieron por culpa de ello, si el decreto es anulado, es probable que las familias que perdieron a sus niños demuestren su enojo hacia la familia real.

Hyeojong no tenía mucho carácter para lidiar con los ministros y estos se aprovechan de eso.

—Los ministros están empezando a investigar, van a descubrir que tienes una gemela. Tarde o temprano lo harán —el rey caminaba de un lado a otro en mi residencia, mientras yo veía dormir a mi pequeño hijo y le acariciaba su cabeza.

—Es por eso que tienes que anular ese decreto, si no lo haces van a matar a mi familia e incluso a mí. No quiero que nuestro hijo crezca sin su madre, no lo voy a abandonar —dejé al príncipe y miré fijamente al rey.

—Hago lo que puedo, pero ellos no me lo permiten, se ponen de acuerdo para estar en mi contra. No puedo contra ellos.

—Entonces que se supone que debemos hacer? Esperar a que lo descubran y maten a mi familia?

—No. Te prometo que haré mi mejor esfuerzo para anular el decreto, tu no te preocupes y cuida de nuestro hijo —él de acercó a mi y depositó un cálido beso en mi frente, y luego en la frente de nuestro bebé.

Durante un mes el rey intentó de cualquier medio anular el decreto, pero no tuvo éxito.
Luego, todo el reino sabía que yo era la que presionaba al rey para que anule el decreto. Los ministros no tardaron mucho en sacar sus propias conclusiones.

—Ya no sé qué más hacer —nuevamente el rey se encontraba dando vueltas en mi residencia. Desesperado sin poder hacer nada para evitar mi muerte y la de mi familia.

—Está bien, no hagas nada, dejemos que lo descubran y afrontemos las consecuencias —estaba dispuesta a aceptar mi destino.

—No. Voy a exiliar a tu hermana, se irá a Qing lo antes posible.

—Mi Soo no tiene la culpa, porqué deberías de exiliarla? Qué pasará con su madre adoptiva?

—Tendrá que irse, es por su bien, por el de tu familia y por el tuyo. Es la única manera de que no la encuentren, si ella no está nadie se enterará de nada.

—No lo sé, me parece muy arriesgado. Tampoco sé si ella quiera irse.

—Justo por eso será exiliada. No tendrá permitido poner un pie en Joseon hasta que yo lo decida.

Mi Soo fue exiliada a Qing, su madre y su tía también fueron con ella. Hwan Tae se ofreció a acompañarla y ser su guardia, se encargaría de que nadie la encontrara allí, aunque ti creo que es por otra razón.

Pero mis preocupaciones seguían, una de mis amigas estaba desaparecida, mi hermana fue exiliada y temía que la encontraran, la Gran Reina Madre aún seguía enferma y estaba segura de que en cualquier momento intentarán deshacerse de mí nuevamente e incluso de mi hijo.

Mi vida era por completo estresante, lo único bueno era mi bebé, que afortunadamente crecía sano y fuerte.

Mientras el tiempo pasaba, veía como el príncipe y las princesas crecían rápidamente, Hui Yeong traía a su hija a mis aposentos. Era una niña muy alegre, se parecía mucho a ella, pero también a su padre. Antes me enfurecía el solo pensar en que otras mujeres tendrían hijos de mi esposo, pero me he dado cuenta de que las niñas no tienen la culpa de nada.

Hoy era el segundo cumpleaños del príncipe y las princesas, el rey realizó un banquete e invitó a los altos funcionarios del gobierno, quienes trajeron varios regalos para el príncipe y las princesas.

Toda la celebración transcurría muy bien, estaba tan tranquilo que hasta me dio miedo, parecía que el peligro acechaba y esperaba el momento perfecto para atacar.

Justo antes del ocaso, un fuerte estruendo se escuchó, junto con el sonido de espadas chocando entre sí. Todos miraron en dirección hacia el lugar de donde provenía aquellos ruidos. Mi corazón latía muy fuerte, sentía que en cualquier momento iba a estallar de mi pecho, miré al rey, como preguntándole si él sabía lo que pasaba, pero su mirada me dijo que él no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

—Majestad! Su majestad! —un eunuco llegó corriendo rápidamente al lugar de la ceremonia. Llevaba el traje con manchas de sangre y no llevaba su habitual gorro, tenía el cabello despeinado y parecía taparse una herida en el brazo.

—Qué está pasando? Porqué vienes así? —respondió el rey, quien al igual que todos, estaba muy sorprendido al ver al eunuco.

—Nos atacan..... Un golpe de estado.... —el eunuco se desplomó tras decir aquellas palabras que tanto temíamos escuchar.

—Su majestad tiene que escapar de inmediato —dijo el jefe eunuco, el miedo se apoderó de todos los presentes, sabíamos que si no huíamos de prisa, moriríamos aquí.

—Escolten a la familia real fuera del palacio. Y protejanlas con su vida —les ordenó el rey a los guardias que allí se encontraban.

—Y usted majestad? No vendrá con nosotros? —pregunté esperando que su respuesta fuera la que yo quería escuchar. El rey negó con la cabeza y una vez más sentí que el corazón se me salía del pecho.

—Iré a resolver este problema y necesito que cuides a nuestro hijo —le dio un beso en la frente al príncipe y me dio una sonrisa cálida.

—Majestad, por favor cuídese —sabía que no podía hacerle cambiar de idea, así que solo le obedecí.

Los guardias nos guiaban hacia una puerta que se usaba para que la familia real escaparan en caso de algún golpe de estado, era una puerta que sólo la familia real sabía.

Estábamos muy cerca de la puerta, pero se escucharon los pasos apresurados de muchos hombres, tratamos de escondernos, pero ya nos habían visto, los guardias desenvainaron sus espadas y se colocaron delante de nosotros para protegernos.

—No den ni un paso más o no dudaremos en matarlos —amenazó uno de los guardias.

—Entreguen a la reina y dejaremos que los demás se vallan con vida —ordenó un hombre que parecía ser el líder de aquellos rebeldes. La pregunta era, porqué pedían por mí? Estoy segura de que no he sido una mala reina como para que quieran matarme.

—Si la quieren, tendrán que pasar por nosotros! —los guardias avanzaron hacia los rebeldes y todos empezaron a luchar con sus espadas.

El sonido de las espadas chocando entre ellas nos estremecía a todos. Luego de unos minutos solo quedaban dos guardias de pie, pero quedaban varios rebeldes.

—Mi reina, vendrá con nosotros por las buenas o por las malas? —el hombre habló decidido, parecía dispuesto a matar a quién sea que tratase de protejerme. No podía dejar que lastimara a mi familia y los guardias necesitaban atencion médica de inmediato o morirían.

—Iré con ustedes, pero dejen que las demás escapen, solo son dos reinas viudas, dos consortes, cuatro bebés, tres damas de la corte y estos dos guardias heridos. Por favor— el hombre lo pensó un momento y luego me miró fijamente.

—Bien, que se vallan. Ahora, vamos —aquel hombre me señaló el camino de regreso.

Caminé con ellos hasta el salón del trono, durante el caminó había varias manchas de sangre y los cuerpos de los guardias que hasta hace unas horas se encontraban con vida.

Al llegar, sentí que se me iba el aliento, no podía moverme y mi cuerpo temblaba. Los guadias que habían acompañado al rey se encontraban tirados en el piso y sin vida. Para mi tranquilidad no encontré el cuerpo del rey, lo que significaba que aún estaba vivo.

Los hombres me abrieron la puerta del salón del trono y se notaba claramente que allí había ocurrido una masacre.

Soy La Princesa HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora