Capítulo 38

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Después de golpear a aquellas mujeres, la dama Choi y yo nos dirigimos al palacio de la reina madre junto con el príncipe Yeob, los gritos de aquellas mujeres habían alertado a los guardias y teníamos que escapar de inmediato.

Cerramos todas las puertas y nos encerramos adentro, no podíamos escapar del palacio porque los guardias vigilaban a cada rato todo el palacio, era imposible salir sin que alguien nos viera.

Solo duramos un día en nuestro escondite, porque los guardias nos habían encontrado, me resistí lo más que pude e hice lo imposible para que al menos mis hijos escaparan con vida del palacio, pero no pasó, los guardias los detuvieron antes de que escaparan y nos llevaron a todos ante el nuevo rey.

Una vez más volví a ingresar al salón del trono como si fuera una criminal, arrodillandome ante el rey y esperar mi sentencia.

Todos los ministros de Yoon Sung estaban allí, excepto por mi padre, estaba muy preocupada por mi familia, no había podido averiguar nada sobre ellos, no sabía si estaban vivos o muertos, si estaban en Hanyang o no.

—Hasta que al fin aparece, Myeong Bin —escuché la grave voz de un hombre. Con los ojos cristalizados miré hacia el hombre que había hablado y allí estaba él, sentado en el trono, vestido con el traje del rey y a su lado tenía el sello real.

—Hyeonjong... Estas vivo —pronuncié en un susurro.

-Ella no es la Consorte Myeong Bin, ella es su alteza la reina Myeongseong, su majestad -habló Seol Im, haciendo que todos voltearan a verla, mientras yo aún seguía impactada por volver a ver al hombre que creía muerto.

—Si usted no es la señora Myeong Bin, entonces en dónde está ella? Y dónde está su hija? —preguntó el rey.

—No lo sé, pero le repito que ella es su alteza la reina Myeongseong —habló Seol Im con voz firme y decidida.

—Escolten a la reina y a sus damas al palacio de la reina, a los niños también escoltenlos —habló el rey.

—Pero su majestad, cómo puede estar seguro de que dicen la verdad? La reina Myeongseong no estaba embarazada, además ella fue confinada en un templo budista hace años, me temo que estas personas intentan engañarlo —habló uno de los ministros.

—Estas diciendo que no puedo reconocer a mi reina y madre de mis hijos? A la mujer que ha estado conmigo durante varios años, desde que soy el príncipe heredero? —le dijo el rey con voz firme y levantándose del trono, asustando a todos los presentes. No sé en qué momento él había cambiado tanto, por alguna razón siento que que el príncipe heredero con el que me casé alguna vez ya no está.

—N-no... No quise decir eso... Perdóneme... S-su majestad —respondió el ministro con voz temblorosa.

—Qué esperan? Escolten a la reina —los eunucos y damas de la corte nos guíaron hasta el palacio de la reina.

Otra vez había regresado a este lugar, todo estaba tan limpio y ordenado, pensé que lo encontraría en desorden.

Las damas de la corte nos prepararon el baño y nos trajeron ropa limpia. Y nuevamente usé la horquilla de dragón. A mis hijos les trajeron sus trajes de príncipe y princesa. Nos trajeron comida y tomamos una larga siesta.

Llegada la noche, me informaron de que el rey quería vernos, a mí y a mis hijos, así que los tomé de las manos y nos dirigimos hacia el palacio del rey.

El eunuco anunció nuestra llegada y el Rey nos permitió ingresar, mi corazón estaba muy acelerado y estaba muy nerviosa, no podía controlarme, hasta que volví a ver sus ojos.

—Su majestad —dije y los tres hicimos una reverencia.

—Por favor siéntense —y los tres le obedecimos —cómo has estado, Ma Ri?

—He estado muy bien, su majestad.

—Dime, quiénes son ellos?

—Son mis hijos.

—Y quién es el padre?

—Usted, su majestad, usted es el padre de mis hijos.

La voz de un eunuco interrumpió la conversación.

—Su majestad, el príncipe heredero y las princesas están aquí —informó el eunuco.

—Déjalos entrar —ordenó él.

—No me digas que... —me callé en seco al escuchar la puerta abrirse detrás mío.

—Su majestad —hablaron todos al unísono.

Al escuchar sus voces mi corazón dio un salto, al parecer la felicidad se reflejaba en mi rostro, porque el rey soltó una pequeña risa al verme.

Me giré lentamente para verlos y frente a mí estaban allí, parados frente a mí, un niño de 8 o 9 años y tres niñas de su misma edad.

—Reina Myeongseong, le presento al príncipe heredero Myeongbo, las princesas Myeongseon, Myeonghye y Myeongan —dijo el rey.

—Reina Myeongseong? —susurró el príncipe heredero —Madre? —preguntó con curiosidad.

Fui directo a abrazar a mi hijo, lo abracé fuertemente y sentí como un gran peso se me quitaba de encima, me separé de él y le observé bien el rostro.

—Mi príncipe —dije para luego romper en llanto.

Volví a abrazar a mi hijo y las demás princesas me abrazaron, los cinco estábamos allí abrazados.

—Mamá? —la voz de Yeob me hizo volver a mis sentidos, me separé de ellos y me limpié las lágrimas.

—Yeon-Hye, Yeob, ellos son sus hermanos —les dije mientras señalaba a mi hijo y sus hermanas.

—Yeon-Hye y Yeob son sus nombres? —preguntó el rey.

—Sí, así se llaman —le respondí.

—No me gustan. Desde ahora son el príncipe Yi Seon y la princesa Myeongsook.

—Pero ellos ya están acostumbrados a sus nombres, yo misma los elegí, no deberías preocuparte por eso.

—Esos son los nombres de los hijos del anterior rey y estos nombres son los de mis hijos —habló el rey con voz firme.

Hyeonjong me contó sobre lo que había vivido todos estos años, después de fingir su muerte, escapó a un pequeño pueblo para refugiarse, cuando se enteró de que sus hijos habían sido exiliados, él fue a liberarlos, pero para eso los hizo pasar por muertos a todos. Buscó a su madre, la reina viuda Hyosuk, pero ella se había suicidado hace años, luego buscó a Hui Yeon pero cuando la encontró ya era tarde, estaba agonizando luego de enterarse de la supuesta muerte de su hija.

También me dijo que las princesas creen que yo soy su verdadera madre y que no tuvo corazón para decirles que sus madres habían muerto. Hablamos todo eso mientras los niños se conocían e ignoraban por completo nuestra conversación.

—Niños, ya es hora de que regresen a dormir, la reina y yo tenemos cosas de las que hablar —ordenó el rey.

—Sí, su majetad —respondieron todos al unísono y asentieron con la cabeza.

Las damas de la corte y los eunucos se llevaron a cada uno de ellos a sus respectivas residencias, en tan poco tiempo, Hyeonjong había preparado las residencias para su hijo e hijas. Excepto por los mellizos, ya que ellos dormían conmigo, aún me faltaba prepararles residencias adecuadas para ellos. Pero recién nos estábamos acostumbrando a nuestra nueva vida, ya habría tiempo para pensar en eso.

Soy La Princesa HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora