Aparcaron el coche al pie de la montaña y salieron rápidamente para aventurarse en las profundidades del bosque que cubría la falda del cerro llenos de nervios y emoción.
Axel y Erika se conocieron en una web de citas. Vivían en la misma ciudad, relativamente cerca el uno de la otra, así que no tardaron en dar el paso y conocerse en persona. Ella era un par de años mayor que él, pero eso no importó. Axel sentía una profunda conexión con Erika, sentía que era su alma gemela. Pasaban horas y horas hablando, especialmente cuando coincidían en gustos o hobbies, cosa que ocurría bastante a menudo.
Erika, botánica por devoción y veterinaria por profesión, disfrutaba hablándole sobre las plantas que cultivaba o los animales que iban a su consulta. Lo mismo hacía Axel, astrónomo que no dudaba en mostrar imágenes captadas por sus telescopios siempre que tenía oportunidad.
Se conocieron un 30 de enero, y tres meses más tarde, el 30 de abril, Erika propuso pasar una noche de romance en un lugar mágico. Y Axel, alcanzado por las flechas de Cupido, no pudo hacer otra cosa que aceptar.
Aparcaron el coche al pie de la montaña y salieron rápidamente para aventurarse en las profundidades del bosque que cubría la falda del cerro llenos de nervios y emoción. El monte era transitado frecuentemente por turistas curiosos, intrépidos senderistas y grupos de niños que pasaban el verano en campamentos cercanos; pero por la noche aquel lugar se quedaba desierto, ocupado únicamente por pequeños animales silvestres.
Subieron por el camino principal hasta llegar a una gran haya, donde el camino giraba a la derecha. Sin embargo, Erika guió a Axel por un camino que empezaba girando a la izquierda en aquel árbol y parecía existir únicamente en su cabeza. Axel, preocupado por la posibilidad de no ser capaces de regresar, trató de hacer un mapa mental memorizando balizas que colocaba imaginariamente en objetos fáciles de recordar. La gran haya, el manantial, la roca con forma de oso...
Después de unos minutos dando vueltas, esquivando ramas extraviadas, saltando raíces prominentes e ignorando los ruidos de la noche; finalmente llegaron a un pequeño claro circular, rodeado por una inmensa arboleda y arbustos que desprendían un fuerte aroma a lavanda.
Axel se detuvo en el centro del círculo y alzó la mirada. La Luna estaba justo encima de ellos, en un mar de estrellas, y su luz iluminaba el claro. Era una noche agradable, con buena temperatura y cielo despejado.
Se dio la vuelta. Quiso preguntar si aquel era el lugar. Pero su boca chocó con los labios de Erika. No era el primer beso que se daban, pero sí el que más le gustó a Axel. Inconscientemente una mano empujó con suavidad la cadera de Erika contra la suya, mientras la otra acariciaba sus delicadas mejillas. La pálida piel de Erika parecía brillar bajo la luz de la Luna.
Tras el largo beso, Erika le quitó la camiseta, dejando su robusto pecho al descubierto, y le tumbó en el suelo, donde sintió las briznas de hierba movidas por la suave brisa acariciar su cuerpo. Erika, encima de él, subió desde su cintura, besando lentamente todo su cuerpo, hasta llegar a su oreja. Y después de un cariñoso mordisco susurró: «Feliz Noche de Walpurgis».
La confusión inundó el cuerpo de Axel. Y la confusión se tornó en terror cuando notó una veintena de gélidas manos emerger de la tierra y aferrarse a él. Sin éxito trató de escapar, y mientras lo hacía una multitud de sombras cruzaban el cielo por encima de él, soltando aterradoras carcajadas. Quiso gritar, pedir ayuda, pero una de aquellas esqueléticas manos se metió en su boca y le agarró con fuerza la lengua, calvándole unas puntiagudas uñas.
Entonces las manos comenzaron a alzarle al tiempo que varias figuras cubiertas con túnicas negras salían de entre los arbustos y formaban un corro a su alrededor, por detrás de Erika, cuya dulce sonrisa ahora resultaba horrenda. «Hermanas», decía, «regocijaos. Ha llegado nuestro momento. Ha llegado nuestra noche.»
Alzado, con los brazos en cruz, Axel notó cómo los dedos que le sujetaban se clavaban en su piel. Cada vez con más fuerza. Hasta el punto de sentir las uñas arañándole los huesos. Y sus gritos mudos parecían avivar las risas de su público.
De repente el charco de sangre que se había formado bajo él comenzó a arder. En ese momento Erika dio un paso atrás, se unió al corro y exclamó: «Señor, amo. Te ofrecemos a este humano en sacrificio. Por favor, acéptalo».
Y después silencio. Un largo silencio interrumpido por las copas de los árboles moviéndose en sintonía con el temblor que sacudía el suelo bajo sus pies. Una criatura grotesca surgió a pocos metros de Axel, un ser con cabeza de cabra y cuatro grandes cuernos enrollados alrededor de su cuello que agitaba con fuerza un par de alas negras que brotaban de su espalda. El monstruo se acercó a Axel para examinarlo detenidamente, y después dio con sus dedos un chasquido que retumbó en todo el bosque.
Tras el chasquido, las llamas que habían aparecido bajo Axel crecieron hasta cubrirlo por completo. Y bajo el fuego abrasador, las manos, que permanecían frías, desgarraban sin piedad su piel.
Cuando no quedó más que un esqueleto ennegrecido, el suelo se abrió donde poco antes había estado Axel tumbado. Una voz de ultratumba dio la bienvenida a Erika y a su séquito de brujas, quienes siguieron al monstruo a través del agujero hacia el mismísimo Infierno mientras se despojaban de todos sus ropajes.
Inmediatamente después el agujero se cerró y el claro iluminado por la Luna volvió a la calma. Y así permanecería hasta el año siguiente.
De esta forma, año tras año, en la Noche de las Brujas, criaturas oscuras se reúnen en un pequeño claro del bosque para celebrar el mal.

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Proyecto GHOST
HorrorViajar es uno de los placeres de esta vida, te ayuda a crecer como persona, te quita los prejuicios, te enseña a valorar las cosas y te permite aprender valiosas lecciones de otras culturas. Pero al igual que la Luna, viajar también tiene un lado os...