En medio de la noche se escuchó un grito desgarrador que despertó a todos los miembros de la familia que vivía en aquel pequeño chalet a las afueras de Estocolmo.
– ¿Viktor, cariño, estás bien? –preguntó, asustada, la señora Forsberg.
– Sí, mamá. Ha sido... Ha sido solo una pesadilla.
A la mañana siguiente, el chico alto y rubio que había recibido el nombre de Viktor Forsberg se encontraba comentando el suceso de la noche anterior con su mejor amigo, Sebastian, en la cafetería de la universidad.
– Entonces me desperté, y mi madre dice que grité como si me estuvieran abriendo en canal. –dijo dando vueltas a su café con una cucharilla de plástico– Después no conseguí dormirme de nuevo, por eso hoy estoy muerto, para variar. Lo peor es que ni siquiera recuerdo qué soñé.
– Escúchame Viktor, tú no te preocupes. –le animó Sebastian mientras le pegaba un bocado a su sándwich– La universidad es mucho más estresante que el instituto, además es nuestro primer año aquí y apenas llevamos un par de meses. Verás cómo en poco tiempo te habrás adaptado a esta nueva etapa y volverás a dormir bien.
– Eso espero, tío, porque estas últimas semanas han sido horribles.
– Venga, arriba ese ánimo. Que ahora nos toca con el señor Johansson. ¿O me vas a decir que ahora han dejado de gustarte sus clases por culpa de las pesadillas? –dijo levantándose y dándole una palmada en la espalda a su amigo.
Pero pasaba el tiempo, y las pesadillas no cesaban. Aquello se había convertido en un bucle. Pero un día cambió todo.
Era febrero, y Viktor volvía a casa después de clases. Entró, como siempre, anunciando su llegada en voz alta esperando que su madre le preguntara qué tal le había ido. Pero no fue así. Tampoco encontró a su hermano pequeño en el salón jugando con la videoconsola, como era habitual.
– ¿Mamá? –dijo buscando a su familia de habitación en habitación– ¿Henry?
No obtuvo respuesta. Salió al patio delantero, donde había dejado su bicicleta nada más llegar, y sacó el móvil para llamar a su madre mientras miraba por los alrededores de la casa cualquier rastro de ellos. Entonces oyó una explosión y al girarse vio su casa en llamas. Una figura negra saltó desde una de las ventanas del segundo piso y tras un aterrizaje acrobático salió corriendo. Viktor tardó en reaccionar, pero cuando asimiló lo que estaba pasando decidió subirse en su bici y perseguir a aquella persona.
– ¡Eh tú! –gritó pedaleando con todas sus fuerzas– ¡Te voy a atrapar gilipollas!¡Qué le has hecho a mi familia! ¡Te voy a matar desgraciado!
Le persiguió por las calles de la capital. Debido al frío de la noche, estas estaban vacías. A Viktor le resultó increíble la velocidad a la que se movía el desconocido, pero él no se rindió y puso toda su alma en pedalear.
– Tienen que encontrar a mi hijo, por favor, tienen que encontrarle. –dijo la señora Forsberg entre lágrimas– No sé desde cuando era sonámbulo, tenía que haberme dado cuenta antes, soy una madre horrible.
– Señora, estamos haciendo todo lo posible por encontrar a su hijo. –intentó tranquilizarla el agente de policía.
Justo cuando dejó de hablar, llamaron a la puerta. Al abrir, la señora Forsberg se encontró con dos agentes, y uno de ellos llevaba de la mano una bicicleta roja cubierta de fango, en cuyo manillar podía leerse "Viktor Forsberg".
– Hemos encontrado la bicicleta de su hijo en el puerto. Creemos que cayó al agua. –dijo uno de ellos.
– Los miembros de Salvamento Marítimo están buscándole por la costa y también mar adentro. Temen que haya sido arrastrado por la marea. –dijo su compañero.
– De todas formas dicen que, debido a la baja temperatura del agua, las posibilidades de sobrevivir son muy bajas. –añadió el primero.
Mientras hablaban, una de las lanchas salvavidas, tripulada por cinco hombres con varias capas de abrigo encima, se topó con un cuerpo que flotaba sin vida en las frías aguas del mar Báltico.
– Tiene que ser él. –dijo uno.
– Parece que coincide con la descripción. –añadió otro.
– Hay que avisar, toma el walkie–talkie, comunícaselo al capitán. –ordenó un tercero.
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Proyecto GHOST
Kinh dịViajar es uno de los placeres de esta vida, te ayuda a crecer como persona, te quita los prejuicios, te enseña a valorar las cosas y te permite aprender valiosas lecciones de otras culturas. Pero al igual que la Luna, viajar también tiene un lado os...