VI

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Hace años que llegué. No sé exactamente cuántos, quizá 3, quizá 8, quizá 15.

Hay mucha humedad y cuando llueve hay goteras. El suelo polvoriento chilla cada vez que lo piso. Pero ya no importa, nada importa cuando te has acostumbrado. Y hace tiempo que me acostumbré a vivir en esta cabaña abandonada, dejada de la mano de Dios en medio de la nada. Ahora las arañas me hacen compañía y las cucarachas y culebras me alimentan.

Estoy oyendo voces ahí fuera.

Hace años que llegué. Empujado por ese espíritu aventurero que habita en todas las personas. El mismo espíritu aventurero que atrae a la gente a estas tierras recónditas, en las que inevitablemente las ruedas de sus coches reventarán al pasar por el camino rocoso que tardé meses en construir, en las que se verán obligadas a buscar cobijo en esta cabaña abandonada, dejada de la mano de Dios en medio de la nada.

Puede que sea poco ético, puede que sea criminal, puede que sea asqueroso. Pero ya no importa, nada importa cuando te has acostumbrado.

Y tengo hambre.

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