Se escabulló entre la multitud con cuidado. Al fin y al cabo, no quería levantar sospechas.
En más de una ocasión se llevó la mano a la pesada mochila que llegaba en la espalda para asegurarse de que la llevaba consigo, y que no había perdido lo que había dentro de ella.
Estaba nervioso, no porque fuese su primera misión, sino que si algo salía mal sería la última. Era una misión delicada, peligrosa, pero no podían desaprovechar esa oportunidad única que llevaban años esperando.
En cuanto llegó al piso piloto abrió rápidamente la puerta y miró a su alrededor para confirmar que nadie le seguía. Después entró y cerró la puerta con llave. Por si acaso atrancó la puerta con una silla y movió un par de muebles para obstaculizar la entrada. Aquello le impediría escapar por ahí en caso de que fuese necesario, pero creía que con la ventana del piso superior sería suficiente.
Todavía tenía unos minutos. Según el reloj de su muñeca tenía exactamente 12' 23". Si una vez pasado ese tiempo no recibía la señal, debería irse sin dejar rastro.
Dio un paseo para inspeccionar la casa. Era muy pequeña para estar en el centro de la capital. En el piso inferior no había ventanas y un rancio hedor a cerrado inundaba la atmósfera allí dentro. Debía llevar bastante tiempo abandonada, esperando que alguien pagase su alquiler. Y en cierto modo lo había conseguido, aunque Jay esperaba poder salir de allí en no más de treinta minutos.
Cuando acabó en la parte de abajo, subió al primer piso. Era un dormitorio. Jay pensó que unos cincuenta años atrás hubiera podido considerarse un dormitorio de lujo, pero en el presente aquello estaba totalmente desfasado. Se acercó a la cama de matrimonio. Las sábanas estaban mugrientas y tenían algún agujero que indicaban la presencia de chinches o algún otro insecto similar. Asqueado, decidió darse la vuelta para no seguir viendo esa escena. Bastante estaba sufriendo ya su nariz, no quería que también lo hiciesen sus ojos.
Miró el reloj. Tres minutos.
Se descolgó la mochila, y la abrió en el suelo, junto a la ventana. Comenzó a sacar piezas negras y una vez hubo vaciado la mochila comenzó a montar el fusil con sumo cuidado, tal y como había practicado tantas veces durante su estancia en el Refugio. Justo después de colocar el arma en el alféizar de la ventana, cuando el reloj de su muñeca marcaba las 16:55, algo comenzó a vibrar en su cinturón emitiendo un leve pitido. Lo cogió. Era su comunicador, un pequeño botón grisáceo, heredero del antiguo walkie-talkie.
– ¿Jay? –dijo una voz femenina a través del comunicador.
– En posición. –respondió.
Todo parecía ir bien.
Se asomó por la ventana. Calculó que estaría a unos cincuenta metros de la Plaza de la Libertad, donde una gran multitud estaba aglutinándose para recibir al Primer Ministro, Samuel Henderson. Después miró en los alrededores buscando a sus compañeros.
Vio a Krueger en un banco cercano a la plaza, simulando que leía una revista. También vio a Hawker agachada detrás de unos contenedores preparando las granadas de humo. Y a Bane en el aparcamiento. Todo iba según el plan: Hawker creaba una distracción, Krueger capturaba a Henderson y él se deshacía de los cuerpos de seguridad; y mientras Bane les esperaba para escapar en el turbopod.
Entonces vio a un grupo de cinco policías cerca de Hawker. Eso no estaba previsto, se suponía que todas las fuerzas de seguridad de la zona estarían en la plaza.
– Hawker, –dijo por el comunicador– Hawker responde. Una patrulla se acerca a tu posición.
– ¡Qué! Mierda, se nos está acabando el tiempo.
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Proyecto GHOST
TerrorViajar es uno de los placeres de esta vida, te ayuda a crecer como persona, te quita los prejuicios, te enseña a valorar las cosas y te permite aprender valiosas lecciones de otras culturas. Pero al igual que la Luna, viajar también tiene un lado os...