XVIII

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La Base de Seguridad 53, una estación espacial que orbitaba Saturno entre los asteroides de sus anillos.

La estación espacial más alejada de la civilización, una celda de máxima seguridad diseñada para hacer enloquecer a sus prisioneros y empujarlos al suicidio. La alternativa perfecta tras la abolición de la pena de muerte en todas las colonias humanas.

El problema era que la locura acababa transmitiéndose también a los funcionarios. Por eso el tiempo de estancia en la base máximo permitido para los cinco trabajadores era de seis meses. Una vez pasado ese tiempo eran sustituidos.

Durante cuatro meses trabajé en la Base 53 como vigilante de seguridad.

Pero esta cárcel solo tuvo un prisionero.

Su nombre era Jeremiah Güntter, aunque siempre firmaba sus asesinatos bajo el pseudónimo Von Kranubbah. No sé mucho sobre él. Creo que era originario de Nueva California.

Un tipo alto, rubio, con ojos azules y sonrisa perfecta, pero bastante enclenque. Desde luego no era alguien del que se pudiera sospechar tan fácilmente. Además nunca dejaba ningún tipo de prueba que pudiera dar pistas a los investigadores sobre su verdadera identidad. Lo único que dejaba era su firma escrita en sangre junto al escenario del crimen: Von Kranubbah.

Doce Días de Navidad es el nombre que la policía le dio a uno de los primeros casos relacionados con él. En la mañana del 25 de diciembre de 2159 apareció el cadáver de un niño del orfanato de Saint Johns, en Detroit II. Algunos periodistas tuvieron la valentía de mostrar las imágenes, y eran horrendas. El cuerpo estaba crucificado en la puerta de su habitación, con grandes estacas de hierro clavadas en las manos y pies. Y a los pies del cuerpo yacía la cabeza, envuelta en una sábana manchada de sangre. Y durante los siguientes días, hasta el día 5 de enero, aparecía un cadáver nuevo cada día, huérfanos que corrían todos la misma suerte.

Otro caso conocido fue el de la central termo-atómica de Luxon. Todo apunta a que saboteó la central, provocando una explosión que acabó con la vida de los más de dos millones de habitantes de la ciudad. Una auténtica tragedia.

Empalamientos, ahorcamientos, degollamientos, desmembramientos... Durante diez años se produjeron asesinatos de las formas más crueles posibles por todas las colonias del Sistema Solar, y todas las muertes llevaban la firma de Von Kranubbah. En abril de 2169 unos campesinos encontraron a Jeremiah Güntter en un granero en una granja al sur de Sunshine Valley, firmando con sangre sacada directamente del corazón de Bella Ferson, su última víctima. Dos semanas después fue condenado a pasar el resto de sus días en la Base 53.

Su ingreso en la prisión fue noticia en todas partes. En algunos pueblos lo celebraron por todo lo alto, todo el mundo se sentía más seguro cuando el asesino en serie más cruel de la historia de la humanidad fue por fin capturado.

Jeremiah llegó hacia las cuatro de la tarde, hora terrestre, en un transbordador de alta velocidad, acompañado por cinco guardias armados hasta los dientes. En silencio y con el rostro inexpresivo subió a la Base, donde yo le esperaba para llevarle a la cápsula de aislamiento donde sería monitorizado día tras día gracias a cámaras y sensores ocultos hasta que decidiera suicidarse.

– ¿Por qué? –le pregunté antes de cerrar la puerta de la cápsula.

– ¿Por qué, qué?

– ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué tantas muertes?

– Hay gente que no merece vivir.

– No puedes decidir eso, nadie puede. Todo el mundo merece vivir. Además, ¿cómo sabes si alguien merece o no vivir? No sabes lo que han hecho a lo largo de sus vidas.

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