Capítulo 28| La vida de la muerte

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Dedicado a todxs los fans del chico castor, espero que lo disfruten :D ♥️

V A D R I K, Mortem, TRIDENTE.

¿Sorprendidos? Yo igual.

¿Cómo es eso que Lío y Eli se abrazaron de la manera más cariñosa y shippeable del maldito mundo y nadie los grabó y/o les tomó infinidades de fotos desde todos los ángulos posibles? Si la situación no fuera tan seria me hubiera cruzado de brazos y comenzado a gritarle a mis hermanos la famosa frase del meme: La traición, la decepción hermano. Realmente, de ellos no esperaba demasiado, ¿Pero de Kalev? Por el mundo castor, tenía ganas de tomarlo por los hombros y gritarle que tomara una maldita foto.

Fruncí el ceño. Buenos para nada...

De pronto, quejidos y gruñidos resonaron detrás de mí, sacándome por completo de mi ensimismamiento.

Trabajo Vadrik, no puedes huir del trabajo. Me recordó mi mente utilizando una conocida voz gruñona y mandona.

Mis pies, por sí solos comenzaron la marcha hacia los humanos que debía llevar conmigo pero me detuve abruptamente al recordar a Elizio. Me giré rápidamente hacia ellos. Eliza me observaba detenidamente con sus grandes ojos verdiazulados mientras se aferraba a mi hermano como una niña pequeña, mientras que tanto él, sin soltar a su Liz, me miraba fijamente. Cuando mi mirada chocó con la suya, asintió firmemente de manera significativa brindándome su apoyo.

Hice uso de toda mi fuerza de voluntad en ocultar mi sonrisa y los señalé con aparente seriedad.

— Ustedes... ustedes no se atrevan a moverse. Por qué en cuanto termine mi trabajo me encargaré de capturar este bello momento. — les advertí.

Lío volcó los ojos con fastidio y por su parte, Eli se sobresaltó. Inmediatamente me alejé. Pretendiendo que no ví el miedo en sus ojos me dirigí hacia los pesados de allá. Contuve mi aliento como un intento de prepararme para lo que se venía y comencé a deslizar los guantes de mis manos para liberarlas. Pero de pronto, descubrí que mis manos estaban temblando, comprendí con sorpresa cuán nervioso estaba.

No quería hacerlo, estaba claro. Pero no había opción. Tenía que hacerlo frente a Eli, la única humana que se había dignado a ser mi amiga me vería tal y como era. Era enteramente consciente de lo que representaría desde ese momento en adelante para ella y ...bueno, lo que desde ya hacía para cualquier ser sobre la tierra, en realidad. Era su enemigo. Su fin. Era el monstruo oscuro y cruel que sólo venía a desprenderla de todos sus seres queridos: conocidos, amigos, familia y, por último, algún día tendría que venir por ella también.

¿Era injusto? Por supuesto. Pero era el ciclo de la vida y yo representaba el final. ¡Y vamos! Seamos sinceros, nadie quiere los finales. Mucho menos si se trata del final de algo lindo y preciado como la vida. Hasta me consideraba un antifan de mi mismo pues me sentía como esos productores peces gordos de Hollywood todos faltos de sentimiento humano que no se les ocurría mejor idea que cancelar series o darles un final que no contentaba a ningún fan. Odiaba ser como esos malditos seres sin alma, pero lo cierto es que lo era y lo peor era que lo hacía con la vida de las personas, en un mundo real.

Agh, ¿saben algo? La vida resulta un poco complicada cuando odias tu trabajo, uno que fue el único y fundamental motivo por el cual te crearon. Mis padres me advirtieron muy bien sobre relacionarme con personas a las cuales tarde o temprano les causaría dolor pero como idiota iba y lo hacía. Yo y mi estúpida necesidad de tener amigos habíamos estropeado todo, otra vez.

Con resignación, desnudé mis manos. Rápidamente el miasma —partículas de energía maligna que desechan las almas pecadoras y oscuras— comenzó a arremolinarse a mi alrededor hasta que finalmente se formó la emblemática y famosa capa negra de la Muerte. Sip, así es: ese dichoso manto negro era real y estaba hecho de energía maligna acumulada por todas las almas que cosechó la Muerte a lo largo de toda la existencia.

Lo que nos pasó por tontos (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora